Jordi Arias Fernández, el mayor ciberestafador de la historia de la delincuencia en España -según la Guardia Civil- recurría a sicarios para dar palizas a aquel que se la jugase en los negocios. Alguno de estos ajustes de cuentas los tenía guardados en su teléfono móvil, incautado por la Unidad Central Operativa (UCO) del Instituto Armado tras su arresto el pasado 18 de junio. Los investigadores han hallado además mensajes amenazantes en los que se define como “una persona poderosa con muchos recursos”.
En las imágenes a las que ha tenido acceso Vozpópuli se aprecia a un joven con la cara ensangrentada y signos visibles de haber sido golpeado. Está tirado en el suelo en plena noche en lo que parece un callejón apartado de la vista de transeúntes. A su alrededor se deducen varias personas a las que apenas se les ve la punta de los zapatos. La víctima llora y se tapa la cara para intentar protegerse.
Jordi Arias, al que la Guardia Civil ha bautizado como Lupin llevaba tres años llevando una vida de fugitivo como estafador. Creaba webs falsas de venta on line y timaba a sus víctimas llegando a acceder a sus cuentas bancarias. A pesar de su juventud , podía llegar a ingresar cerca de 300.000 euros al mes, según las pesquisas de la Unidad de Delitos Telemáticos de la UCO.
Contaba con decenas de colaboradores, empezando por una persona que le daba protección y le hacía labores de contravigilancia para evitar ser detectado. Esta persona aún no ha sido detenida. También usaba un pequeño ejército de mulas, personas generalmente sin muchos recursos que a cambio de algo de dinero le prestaban sus datos para que él abriese cuentas corrientes a nombres de terceros y poder seguir sus actividades sin llamar la atención. Si alguno de ellos se la jugaba, mandaba a sus sicarios, según informan las fuentes consultadas.
Jordi Arias también usaba las clásicas plataformas de compraventa de productos para expandir su negocio como Wallapop, entidad que ha colaborado en la investigación de la Guardia Civil. Buscaba perfiles con buena reputación y se ponía en contacto con sus responsables a los que les pagaba una cantidad de dinero a cambio de que le dejasen parasitar sus perfiles. Lo que hacía era promocionar sus webs falsas a través de esas cuentas.
En una ocasión, uno de estos dueños de perfiles de Wallapop osó a jugársela y tras recibir el dinero de Jordi Arias, se negó a cederle los datos de su cuenta. La respuesta de este joven veinteañero fue una batería de mensajes de audio a los que también ha tenido acceso este periódico. “No tienes ni idea del poder que tengo (...) Estas loco, robarme a mi. Ya tengo una persona trabajando para darte una paliza. Tengo contactos en la Policía. Tengo muchos recursos soy una persona poderosa. Vas a tener un palizón”, son algunos de los mensajes que le envió.