Se ha recorrido mucho camino en la promoción de destinos vinculados con gastronomía, a través de productos locales muy singulares, pero no siempre las estrategias son todo lo eficaces que deberían ser. Muchos de los viajeros que visitan España lo hacen de vacaciones, que no es lo mismo que hacer turismo. Si lo hace en algún alojamiento de alquiler, serán ellos los que tomen las decisiones oportunas respecto a con qué y dónde alimentarse en la localidad donde hayan decidido instalarse, pero si lo hacen en un hotel la situación cambia sustancialmente.
Personalmente, creo que el recurso del todo incluido es nefasto para la competencia gastronómica de la zona, que no puede competir con la oferta y la confortabilidad que ofrece un hotel, pero es un negocio y miran por sus intereses. Pero como actores en el escenario del turismo (gastronómico o no), los hoteles deberían comprometerse con el proyecto de potenciar la gastronomía española vinculándola con el turismo. Casi por norma, todos los huéspedes, por motivos de turismo o profesionales, desayunan en el hotel que han dormido y es en esa primera e importante comida del día donde se pueden dar a conocer muchos de los productos de la zona. No cuesta tanto poner un queso tradicional local, algún embutido, aceite de oliva de la tierra o algún producto fresco de temporada. No va a ser un drama en la cuenta de resultados, pero el poder de ese formato para la promoción de la gastronomía regional es de vital importancia.
La obsesión por los beneficios tiene que ceder ante el compromiso de estimular un turismo de calidad que vincule a más agentes, como pueden ser en este caso los productores artesanos a través de los productos mencionados. No se puede dar por hecho que el turista que viene a visitarnos sepa en todo momento dónde está y cuáles son los atractivos de la zona. Cuando se viaja, las distancias toman otra dimensión y es difícil hacerse cargo de los cambios culturales que hay en apenas unos kilómetros. Y si además en la maleta han metido unos cuantos topicazos y clichés, nos podemos encontrar situaciones tan surrealistas como ver un turista buscando gazpacho por Soria.
Las diferentes instituciones dedicadas a la promoción turística ofrecen mucha información, pero su forma de proceder no resulta del todo eficiente y esto no es sino el resultado de proyectos que no cuentan con el consenso de todos los partidos políticos de la región, cambiando en cada cambio de gobierno, y que no tienen una estructura a largo plazo que permita que se cumplan, con el compromiso de todos, los objetivos marcados para estimular las muchas economías vinculadas al turismo.
Además las instituciones tienen otros inconvenientes, y es que en muchas de las fórmulas de promoción gastronómica tienen que apoyar a todo el colectivo por igual, de forma que para el turista se hace muy complicado poder hacer una selección con garantías de éxito. Se editan guías donde se incluyen todos los restaurantes de una ciudad sin ningún tipo de filtro de calidad, porque una institución tiene que dar servicio a todos por igual, de forma que para un turista la información es un mero listado. Sin más criterios para elegir, existen muchas posibilidades de terminar comiendo en un mal restaurante, así que la gente acaba por utilizar las redes sociales y rankings. Pero las instituciones continúan imprimiendo sin parar folletos, guías y trípticos…
Por otro lado, el turista gastronómico supone un pequeño porcentaje del turista que, aunque no haya venido a especialmente a comer, hace varias comidas al día y en diferentes circunstancias: hotel, restaurante o cocina él mismo y compra en los comercios de la zona. El turista gastronómico lo tiene todo mucho más claro, sabe a qué viene y a dónde tiene que ir para conseguirlo, porque su motivación es mucho más concreta y muy posiblemente su cultura culinaria sea alta y venga con ganas de cubrir expectativas culinarias. Pero para ellos tampoco siempre es fácil encontrar fuentes de información fiable y comprensible que les sirvan para poder descubrir productos y elaboraciones singulares.
Ahí es donde la prescripción adquiere un importante valor y los destinos deberían profundizar en ello. La promoción plural e institucional que conocemos, no tiene la cercanía y/o autoridad que tienen críticos, periodistas o bloggers gastronómicos a la hora de hacer llegar la información al turista. Lo malo es que toda esta divulgación está en castellano y tampoco resulta del todo útil. Queda mucho camino por recorrer y el sector es consciente de que han de cambiarse muchas de las dinámicas con las que se ha trabajado hasta ahora. Iniciativas como “Culinaria Tenerife: El turismo que se come”, congreso celebrado estos días, ofrecen un escenario perfecto en el que exponer y reflexionar sobre los muchos factores que influyen en la promoción gastronómica a través del turismo. Tenerife es sin duda un destino vacacional, con muchos turistas en régimen de todo incluido, pero en los últimos años han hecho un gran trabajo en la difusión de sus productos autóctonos, dando a conocer al turista que les visita las joyas únicas que guarda la isla.
Un gran ejemplo para otras regiones y el estímulo para que el turismo en España, entendido como el motor que mueve infinidad de sectores económicos, se acerque cada vez más a la excelencia.