La denominación de origen Ribera del Duero y sus vinos están en plenitud. Y es una de las zonas vitivinícolas punteras de nuestro país. Aunque apuntaba maneras, no siempre fue así y, aparte de Vega Sicilia, eran contadas las bodegas- muchas aún de carácter familiar- que por allí se encontraban. Pero el gran campanazo llegó con el vino Pesquera, del sagaz Alejandro Fernández, quien junto con Vega Sicilia pusieron, cada una en su estilo, a Ribera del Duero en el mapa de las grandes zonas enológicas del mundo.
Pujante y con fama mundial, fueron muchas las casas que se instalaron en torno al río Duero, alentados por la bondad de su terruño y sus espectaculares resultados. Era la época del auge de la construcción y muchas firmas promotoras vieron en aquella zona otra manera de hacer negocio también del vino. Y no siempre se dieron las calidades necesarias.
Más de 300 bodegas
Pasados aquellos años de bonanza, llegó la crisis que, junto a la sabiduría de los consumidores, puso a cada uno en su sitio. Muchas cerraron, pero las que quedaron fueron un ramillete de elegidos que hacían las cosas muy bien. Viña Pedrosa, Hacienda Monasterio (con un joven Peter Sisseck en sus comienzos), Aalto, Torremilanos, Arzuaga, Emilio Moro y un largo etcétera de bodegas- tanto nuevas como históricas- supieron desempeñar un gran papel y sostener bien alto el estandarte de Ribera del Duero.
A lo largo de cuatro provincias de Castilla y León- Burgos, Segovia, Soria y Valladolid-, el Consejo Regulador actualmente tutela más de 300 bodegas en una denominación de origen privilegiada. Sus ricos y variados suelos, el clima extremo y la rigurosidad de sus bodegas ha hecho de esta zona una de las más pujantes de nuestro panorama actual. Todo con su uva tempranillo (denominada en la zona “tinto fino”) como gran protagonista en tintos.
Ésta es una ocasión especial: hemos catado tres referencias que contribuyen enormemente a la buena fama de esta denominación de origen. Tintos originales y únicos que se han hecho para soñar, disfrutar y hasta regodearse con sus bondades copa a copa, pausadamente. Son un regalo para los amantes del vino.
1) Malabrigo 2016
Bodegas Cepa 21/ D.O. Ribera del Duero
PVP recomendado: 39,90 euros
Una bodega que junto a la casa madre, Emilio Moro, tiene un estilo único que los caracteriza y que les ha aupado a los más cotizados rankings mundiales. Uno de sus mejores exponentes es este Malabrigo. Un vino de parcela que, en su línea de siempre, es puro terruño en la copa. Cien por cien tempranillo, hay que abrirlo un poco antes para que se vayan derramando todas sus esencias (admitirá la decantación perfectamente).
Limpio, brillante y de un color picota muy vivo para su “edad”, posee una nariz espectacular: especias, sotobosque, retama… También una madera muy sutil (casi imperceptible) que una vez en boca se muestra en su plenitud. Aquí es donde sale su volumen, su carnosidad, esos taninos equilibrados pero combativos que le dan su profundo carácter. Persistente en el posgusto- no podía ser menos-, llega la fruta y llena la boca sin cansar por su paso agreste y rotundo con algo de astringencia. Extraordinaria calidad y gran personalidad. Un ribera con sello propio y de larga guarda. Imprescindible oxigenarlo o dejar en la copa que se vaya aireando.
2) Peñas Aladas Gran Reserva 2014
Bodegas Dominio del Águila/ D.O. Ribera del Duero
PVP recomendado: 188 euros (distribuye en exclusiva Vila Viniteca)
Ya en la etiqueta se califica como “vino fino de paraje calizo”, un aviso por el interés de sus propietarios- Jorge Monzón y la arquitecta Isabel Rodero- por los terruños como base de la calidad de sus vinos. Monzón, perteneciente a una familia de varias generaciones de viticultores, cursó enología en las universidades de Burdeos y Borgoña y trabajó en casas de gran prestigio, como La Romanée- Conti o Vega Sicilia. Luego volvió la vista a sus terrenos familiares que cuentan con 30 Ha. de viñas muy viejas (más de 100 años), la mayoría en agricultura ecológica y otras 5 más jóvenes.
El vino contiene sobre todo uva tempranillo, que estaba mezclada en este antiguo viñedo con albillo, garnacha, cariñena... se elaboraron conjuntamente para preservar la personalidad del terruño
Pero Monzón también volvió la vista a los modos y maneras de sus ancestros para elaborar vino. El Peñas Aladas, lo más top de la casa, es predominantemente tempranillo, pero al ser viñas centenarias y, al modo antiguo, estaba mezclada en la viña con albillo, garnacha, cariñena… Elaboraron estas variedades conjuntamente para preservar la personalidad del terruño y, por tanto, del vino. Fermentó en depósitos de hormigón donde los racimos con el raspón se pisaron con los pies al estilo tradicional.
La crianza duró 54 meses en cubillos de roble, casi todos llegados de Francia, y se embotelló a mano sin filtrar. Una elaboración que fue un desafío y ha dado un vino maravilloso: gran nariz y, sobre todo, una boca espectacular en la que sale la tierra, la tempranillo como protagonista plena de fruta, una madera suave y seductora, un tanino sedoso y fácil paso de boca a pesar de sus años… todo está en su sitio milimétricamente. Un vino inolvidable del que han salido únicamente 3.051 botellas y 43 magnums. Pura finura.
3) Ritus Tempranillo- Merlot 2017
Bodegas Balbás/ D.O Ribera del Duero
PVP recomendado: 35 euros
La historia de la bodega se remonta más de doscientos años en La Horra, el corazón del denominado “Diamante dorado” de Ribera del Duero. Ahora en su séptima generación, Juan José Balbás junto a su hija Patricia, están al frente de esta casa que fue una de las ocho que constituyeron la D.O. en 1982 y que durante un periodo de cuatro años (1996- 2000) fue presidida por Juan José. Elaborado con tempranillo (75%) y el resto merlot, son uvas procedentes de la finca La Malata, situada a 940 m. de altitud, una de las más elevadas de la denominación de origen.
Se vendimia a mano (cepas en vaso, a nivel del suelo) y pasa 18 meses en barrica y un año en botella como mínimo. Aromas profundos, especiados, de frutos rojos, tostados de maderas finas… En boca, a pesar de su crianza, sigue saliendo la fruta y una inmensa frescura, aunque con su peso específico como es lógico. Largo, de taninos aún algo asilvestrados que le otorgan personalidad. Sabroso y con elegante astringencia. Un vino redondo en todos sus aspectos que tiene esa calidez que otorga el merlot, aunque el tempranillo sea protagonista. Delicioso.
Tres vinos excepcionales de Ribera del Duero que son todo un orgullo para la enología nacional.
Nota: Ninguno de los artículos mencionados han sido propuestos por las bodegas, ni se trata de algo comercial, su elección es una decisión únicamente periodística.