Quid Prodest? ¿A quién beneficia? Es la gran pregunta, la que se impone a todas las demás tras un golpe de Estado fallido. A veces es a la sociedad civil, como pasa en países todavía en transición desde dictaduras (así fue el caso de España en el 23-F); otras veces, en cambio, es al autócrata de turno, sobre todo en aquellos regímenes personalistas donde las instituciones son débiles y existen subordinadas al poder ejecutivo.Es fácil saber quién se está beneficiando del golpe de Estado del 15 de junio en Turquía: Recep Tayyip Erdogan, exprimer ministro y actual presidente. Hombre que ha regido los destinos del país desde prácticamente el cambio de siglo. Erdogan es un líder con instinto, hábil, populista y ambicioso que ha logrado, en cuestión de pocos días, amalgamar la rabia y la ira de una mayoría de turcos para promover cambios tectónicos en las tripas del Estado.La venganza de Erdogan –8.000 detenidos y más de 50.000 funcionarios purgados entre maestros, jueces, fiscales, empleados ministeriales, imanes y decanos– es inaudita y parece inspirada en los libros de Historia: el capricho de un sultán al que no le mueve ningún tipo de empatía hacia sus ciudadanos. Pero su saña y premura en purificar de cuerpos extraños el país –el lenguaje clínico es común a todos los salvapatrias, golpistas o no– suscita algo más que indignación: sospecha. La desmedida reacción de Erdogan ha hecho que no pocos se pregunten si la asonada pudo ser una farsa, un teatro cruento diseñado por el propio presidente para cimentar sobre él un renovado poder absoluto.
Autogolpe: una idea arriesgada con muchos adeptos
Los expertos consultados por Vozpópuli ven improbable el extremo de un golpe orquestado por Erdogan y los servicios secretos, pero sí consideran que el cariz de farsa –pese a los más de 200 muertos– que tuvo la noche del 15-J puede estar relacionado con que hubiera un conocimiento previo de las intenciones de los golpistas. "La idea de un autogolpe es arriesgada", explica Haizam Amirah, investigador del Instituto Elcano especialista en Mundo Árabe, "si haces un autogolpe hay cosas que no controlas, que te pueden salir mal". Amirah dice que la clave puede estar en que los servicios secretos turcos lograron avisar con antelación al Gobierno de la gestación del golpe, y que aunque este no se logró abortar, si se pudo neutralizar en pocas horas.Las veleidades y ambiciones de su presidente alimentan la desconfianza hacia el Gobierno turco. Lo explica Barah Mikaïl, director de Stractegia Consulting y profesor asociado de la Universidad de Saint-Louis–Campus de Madrid: "Las personas que no se fían de Erdogan lo acusan de haber preparado un 'golpe teatral'. Los demás, consideran lógico que la frustración provocada por sus políticas internas y regionales, haya desembocado en un intento de golpe de Estado". Mikaïl es cauto acerca de si Erdogan fue juez y parte en la asonada. "Carecemos de elementos concretos acerca de lo que realmente ocurrió", razona este especialista en Oriente Medio, "pero viendo la frustración de la población y de algunos sectores del ejército hacia su presidente, creo que sí se trató de un intento real de golpe".
Las teorías de la conspiración en torno al golpe proceden de dos polos muy distantes entre sí. Por un lado del clérigo opositor Gülen y sus seguidores; por otro lado, de históricos periodistas y las redes sociales
Las teorías de la conspiración en torno al golpe proceden de dos polos muy distantes entre sí. Por un lado, el del clérigo opositor Fethullah Gülen y sus seguidores. Gülen lidera desde el exilio el Hizmet, un movimiento ideológico-religioso con tentáculos en universidades, empresas y medios de comunicación. Tanto el clérigo, antiguo aliado de Erdogan y ahora archienemigo, como sus correligionarios, no solo condenaron el golpe y negaron cualquier participación en él, sino que acusaron al propio Gobierno de su preparación. Gülen vive exiliado en EEUU, país que se niega extraditarlo como repetidamente le exige Erdogan, pero sus correligionarios en Turquía están sufriendo el acoso y la represión de los leales al presidente desde el mismo día de la intentona.Por otro lado, los argumento a favor de un autogolpe crecen y se reproducen a velocidad de vértigo en internet. Las redes sociales en Turquía –que Erdogan lleva vigilando con recelo desde hace años por ser el semillero más fecundo de oposición a sus ideas personalistas– han sido las primeras en sacar a la luz los puntos oscuros de la asonada (el descuido de los golpistas de no controlar el paradero del presidente, la extraña toma de la sede de la televisión o del puente sobre el Bósforo). Estas teorías conspirativas vienen alimentadas, además, por las declaraciones y artículos de históricos periodistas turcos como Cencis Candar, uno de los primeros en considerar el golpe una pantomima. "Lo más sorprendente para mí es el amateurismo", escribe Candar en un artículo publicado en Al Monitor, “como veterano observador de golpes militares en Turquía, nunca he visto ninguno de esta magnitud con un descuido tan inexplicable”.
Las purgas de Erdogan ya estaban acordadas
Las purgas de los días posteriores al golpe han sorprendido e indignado a Occidente. Alemania ha denunciado que la política de depuración llevada a cabo por Erdogan vulnera los derechos humanos, y quejas similares han expresado otros socios europeos. Por lo general se interpretan estas purgas como una reacción –en todo caso desmedida– del presidente en un momento de enorme popularidad para él tras el golpe; un intento de profundizar en sus ambiciones autócratas sin apenas toparse con oposición interna. Pero Mikaïl hace una interpretación diferente: "Erdogan, aprovechándose de la situación, ha adoptado un papel de víctima para así poder iniciar una purga que, en mi opinión, ya estaba prevista".Sólo viendo en las purgas una política de hechos consumados puede entenderse la rapidez y precisión de Erdogan en señalar a tantas personas como corresponsables de apoyar, directa o indirectamente, a los golpistas. "El alto número de personas detenidas y suspendidas, indica que Erdogan vivía en una suerte de paranoia, identificando y fichando a aquellos que no defendían sus políticas o que simplemente le parecían sospechosos", explica Mikaïl. Para este investigador, lo que Erdogan quiere –conservar el poder y la influencia en las instituciones cuando acabe su mandato efectivo– se parece mucho a lo que sucedió en Irak, donde el expresidente Al Maliki sigue manteniendo su ascendencia sobre el aparato estatal pese a estar retirado. De suceder algo parecido, concluye Mikaïl, podría suceder que el AKP, el partido del presidente, acabara convirtiéndose en un estado dentro del propio Estado turco. Si sucede algo así, el golpe fallido del 15-J habría sido el mayor de los regalos para Erdogan.