Internacional

La izquierda francesa, a diez años de la matanza en Charlie Hebdo

De "Je suis Charlie" a renunciar al laicismo en busca del voto musulmán


La escena está filmada desde la azotea del edificio donde se encontraba la sede del semanario “Charlie Hebdo”. Dos individuos vestidos de negro y empuñando Kaláshnikovs disparan primero contra tres policías que circulaban en bicicleta. Segundos más tarde, hacer recular a balazos a un coche patrulla que ve su parabrisas agujereado. En otra escena, filmada desde otro ángulo, persiguen a otro agente y le revientan el cráneo cuando el uniformado les imploraba no disparar. Esta última secuencia no volverá a ser mostrada por ninguna cadena de televisión. Los dos asesinos emprenden la huida tras gritar “el profeta ha sido vengado”: “Hemos matado a Charlie Hebdo”.

 

Conviene siempre recordar las imágenes y los sonidos de la matanza porque, diez años más tarde, la autocensura y la manipulación pueden falsear esa realidad y ofrecer una versión adaptada a intereses políticos. Los hermanos Kuachi, en esa mañana del 7 de enero de 2015, asesinaron a sangre fría a ocho miembros de la redacción del semanario, al corrector, al policía que montaba guardia en el interior, a un amigo visitante y a un trabajador que acometía una pequeña obra en el mismo piso.

 

Al atentado contra Charlie le siguió, horas más tarde, el cometido por otro islamista, Amedy Kulibali, contra un supermercado de comida judía en el que fueron asesinados a sangre fría cuatro clientes. En la lista del horror, no se olvida la de una joven policía balaceada en una calle de París.

 

Tres días más tarde, más de cuatro millones de personas recorrieron las calles de las principales ciudades de Francia. En la gigantesca manifestación de la capital tomaron parte, simbólicamente durante unos minutos, 44 jefes de Estado y de Gobierno, entre ellos, a pocos metros uno del otro, Mahmud Abás, jefe de la Autoridad Palestina, y el jefe de gobierno israelí, Benyamin Netanyahu.

 

Durante esas horas de repulsa al terrorismo islamista y de solidaridad con las víctimas, los manifestantes enarbolaban carteles y pancartas con expresiones como “Yo soy Charlie”, “Yo soy policía” y “Yo soy judío”. Pero en poco tiempo, algunas voces de la izquierda intelectual, mediática o política iban a apagar una reacción popular hasta ese momento unánime.

 

El primero en lanzar un adoquín a la emoción ecuménica fue el ensayista Emmanuel Todd. En su libro “Qui est Charlie”, el autor escribía: “Millones de franceses se han precipitado a la calle para definir como necesidad prioritaria de la sociedad el derecho a escupir sobre la religión de los más débiles”. En otra andanada de su precipitada obra, afirmaba, "Blasfemar de manera repetitiva sobre Mahoma, personaje central de un grupo débil y discriminado, debería ser calificado, digan lo que digan los tribunales, como incitación al odio religioso, étnico o racial”.

 

Con esa parrafada, Todd, autor de obras traducidas al español, como “La Tercera guerra mundial ha comenzado”, o más recientemente, “La derrota de Occidente”, no sólo se manifestaba por la recuperación del delito de blasfemia -conquista de la Revolución francesa rubricada por ley en 1905-, sino que adelantaba lo que otros personajes intelectuales y políticos de izquierda y extrema izquierda iban a desarrollar con éxito hasta hoy: considerar a todos los musulmanes franceses como un bloque unido asimilable al islamismo, considerarlos como los nuevos “condenados de la tierra” y criticar las decisiones de la Justicia, que ya había decidido años antes considerar “no culpable” a la publicación irreverente, denunciada por supuesta “ofensa al islam”. Abdicar del laicismo, en suma.

 

Hoy hace diez años, el actual líder de la extrema izquierda francesa, Jean-Luc Melenchón, reaccionó al atentado incitando a sus compatriotas a “comprar masivamente” el número siguiente de “Charlie”, como “un acto cívico”. El jefe de La Francia Insumisa” era amigo de Charb, el director del semanario y tuvo palabras para él en el funeral: “Has sido asesinado por nuestros más antiguos, crueles y constantes enemigos, los fanáticos religiosos”. No mencionar que esos fanáticos eran musulmanes era ya, de todos modos, un aviso de lo que iba a venir. Las portadas de Charlie mofándose del cristianismo triplicaban las dedicadas a burlarse del fanatismo musulmán.

 

Dos lustros más tarde, Melenchón preferiría obviar una conmemoración que supone una pequeña pausa a su conquista electoral de los barrios habitados por una mayoría de ciudadanos musulmanes, lo que para él y sus tropas implica acusar de “islamofobia” a toda crítica a una religión en la que la extrema izquierda y sus aliados coyunturales socialistas no quieren ver un aspecto político que ellos precisamente explotan electoralmente. Esa izquierda radical, y la supuestamente menos extrema, quiere olvidar también las pancartas de hace diez años; ya no es Charlie, mucho menos judío, y los policías “asesinan”.

¿Un semanario "racista"?

“Melenchón dice exactamente lo contrario a lo que decía en 2015”, afirma rotundamente Marika Bret, directora de personal de “Charlie”. Muchos de los diputados de LFI consideran hoy al semanario como “racista”. Melenchón habla incluso de “zemmourización” de la publicación (Por el político de derecha Éric Zemmour). El actual redactor jefe del semanario, Gérard Biard, cree que “si Charb pudiera leer los actuales tuits de Mélenchon, no tendría ganar de continuar siendo su amigo”. Biard asegura que “una parte de la izquierda ha abandonado sus valores fundacionales, como son el laicismo, el universalismo o la defensa de los más oprimidos”. “Son ellos los que ya no son de izquierda; no nosotros”, recalca.

 

Guy Konopnicki, es un conocido periodista del semanario “Marianne” publica esta semana el libro “No sé dibujar”. Es un homenaje a “Charlie” y, en especial a uno de sus ilustradores, Tignous, un amigo con quien colaboraba cada semana. Hijo de un refugiado judío comunista polaco, Konopnicki critica las manifestaciones de la izquierda radical que toma como base la plaza parisina de La República: “Estos politicastros de extrema izquierda ignoran un elemental pudor; ellos, que acusaban a Charlie de no sé qué islamofobia por el asunto de las caricaturas; ellos, que no han cesado de justificar el terrorismo…”. Para quien ha pasado toda su vida como militante comprometido”, concluye el periodista,”esa izquierda tiene hoy un sabor de traición”.

 

Una encuesta publicada por Le Figaro, señala que un 31% de los jóvenes franceses entre 18 y 24 años piensa que “Charlie Hebdo” no hubiera debido publicar las caricaturas de Mahoma. Un 46% estima que no les gusta el dibujo en el que Mahoma se queja de “ser amado por tantos gilipollas”. Y, aunque más de siete franceses de cada diez se consideran comprometidos para defender la libertad de expresión, hoy ninguna publicación francesa se atrevería a republicar las caricaturas tal y como hizo “Charlie”. Por haber intentado explicarlas a sus alumnos, dos profesores de escuela han sido asesinados; otros han sido agredidos y, recientemente, por amenazas de alumnos envenenados por el fanatismo islamista un director de un instituto ha preferido prejubilarse.

 

En esta misma semana, cinco “influencers” del islam han sido detenidos por llamar a la “intifada” o a cometer atentados en Francia. Las autoridades afirman haber evitado nueve atentados en 2024.

El terror se ha instalado en Francia desde hace años y hacer una referencia crítica hacia el islam puede llevar a ser asesinado por supuestos “lobos solitarios”, enchufados a redes sociales más o menos encriptadas. Más de 300 personas han sido asesinadas en nombre de Alá en Francia desde 2012. En ese año, el islamista Mohamed Merah acabó con la vida de cuatro miembros de la comunidad judía de Toulouse, entre ellos dos niños. Tras la matanza contra “Charlie” y el HyperCor judío, los franceses han sufrido los espeluznantes atentados del Bataclán y las terrazas del 13 de noviembre del mismo año, el de de Niza de 2016 (84 muertos) y múltiples acciones individuales de yihadistas contra policías, religiosos católicos o ciudadanos de confesión judía.

El recuerdo de la masacre de “Charlie” no puede ocultar la vulnerabilidad de una sociedad libre que el fanatismo islamista quiere transformar ya sea por la vía de la penetración política, a manos de los “Hermanos Musulmanes”, ya sea mediante el terror de la amenaza física, con la inestimable colaboración de ciertos políticos dependientes de un clientelismo coloreado de verde.

Para ilustrarlo mejor, Richard Malka, el abogado de “Charlie Hebdo”, recoge en su libro “Tratado sobre la intolerancia” las palabras del escritor sirio Omar Yusef Suleiman, que describe “barrios enteros de Francia recuperados por el islamismo”; una islamización, dijo recién llegado en 2012, “que incluso en Siria solo se ve en algunos pueblos fanatizados”.

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