El primer ministro francés, apoyado por el centro macronista y la derecha tradicional, acudió en la tarde del lunes a la Asamblea para confirmar que, ante la falta de mayoría necesaria, aplicaba el artículo 49.3 para aprobar por decreto su presupuesto para 2025.
En el último segundo, el gabinete aceptó una última demanda lepenista para el rembolso ciertos medicamentos. Ya había accedido a no aplicar las tasas previstas a la electricidad, pero no ha sido suficiente para desactivar la guillotina, cuya llave depende de Marine Le Pen desde las elecciones que han convertido a la Asamblea en una cámara sin mayoría y, por tanto, difícilmente gobernable.
Como se esperaba, las izquierdas -desde “La Francia Insumisa de Jean-Luc Melenchón, hasta los socialistas, pasando por ecologistas y comunistas- lanzaron automáticamente una moción de censura que será votada el miércoles (o el jueves si el debate se prolongara). La formación de Marine Le Pen, la principal fuerza dentro de la cámara fuera de coaliciones, confirmó que apoyaría la propuesta de sus rivales en el extremo opuesto del Hemiciclo y, añadió, que presentaba su propia moción para tumbar al gobierno.
Por encima de cuestiones de cifras y consideraciones contables, parece claro que Marine Le Pen prefiere optar por una decisión de contenido totalmente político. En su primera reacción al “decretazo” de Barnier, la líder de RN justificó su postura volviendo a referirse a la cerrazón del gobierno para aceptar sus peticiones -mantener la indexación de las pensiones y evitar la subida de impuestos a las PME- y repetir que el texto de Barnier es “profundamente injusto”.
Por supuesto, para Le Pen, y a ello se refirió también, volvió a cargar contra el presidente Emmanuel Macron y su decisión de disolver la Asamblea el pasado mes de junio. Si Francia está en crisis, dice la jefa de RN, es la responsabilidad del jefe del Estado. Le Pen tenía la opción de aceptar el presupuesto de Michel Barnier y con ello subrayar su política de legitimación y respeto como aspirante a la Presidencia, pero no era precisamente lo que deseaban sus militantes y electores, agobiados por la agudización de la crisis económica social y de seguridad.
En una Asamblea donde existen tres bloques bien definidos y sin posibilidad de mayoría absoluta, aprobar un presupuesto obliga a concesiones a uno y otro lado absolutamente contradictorias. Con sus 125 diputados, RN es y seguirá siendo indispensable para llegar a un acuerdo. Y en la tarde el lunes Marine Le Pen ha querido subrayarlo, esperando la decisión final del miércoles. Es una primera batalla ganada al gobierno, pero sobre todo a Emmanuel Macron. Si RN no tiene hoy la mayoría absoluta es una consecuencia de la “alianza contra natura” que el presidente cocinó con la extrema izquierda mediante el desistimiento en cientos de circunscripciones electorales.
Forzar la dimisión de Macrón
Para nadie es un secreto que el sueño de Le Pen es continuar con su bloqueo hasta llegar a una situación improbable, como sería la dimisión de Macron y el adelanto de los comicios presidenciales. En ese objetivo coincide con Jean-Luc Melenchón, solo que el jefe de los “insumisos” lo dice mucho más claro y sin tapujos. El propio Melenchón acudió enseguida a calmar los temores y desactivar el “o Barnier o el caos”: “La Constitución permite la continuidad del Estado”, comunicó a través de un video.
Si el miércoles se confirma la caída del gobierno Barnier, Emmanuel Macron deberá renovar las consultas para encontrar un nuevo primer ministro. Pero no se trata ya de cuestión de personas; nadie espera que el bloque macronista y la derecha tradicional acepten un nuevo proyecto donde todas las exigencias de Marine Le Pen sean aceptadas; todos esperan que un próximo candidato al Palacio de Matignon vuelva a ser derrotado por las mismas fuerzas. Nada impide, tampoco, a Macron a volver a presentar a Michel Barnier. Recordemos que no puede haber una nueva disolución hasta julio.
En todo caso, lo que sí está claro es que el jueves Francia puede levantarse sin gobierno. Puede ser exagerado hablar de crisis de régimen, pero si bien existen mecanismos para que el país siga funcionando con los presupuestos de 2024, la imagen de Francia en el exterior sufre un nuevo golpe. Con un déficit público por encima del 6% y una deuda de casi tres billones y medio de euros, Francia paga créditos más caros que la propia Grecia. No es una situación desesperada, pero sí un nuevo estacazo para el orgullo de un personaje como Emmanuel Macron, que vive sus horas más bajas en el escenario internacional desde su llegada al Elíseo en 2017.