Con las palabras “Es mi deseo…” el emperador Francisco José impartía la orden de demolición de las murallas de Viena. Corría el año 1857 y la ciudad, que crecía a un ritmo inagotable, estaba lista para su época dorada: aquella eclosión de todas las artes que la convertiría en el centro cultural del corazón de Europa, al que ni Londres, ni París, ni Berlín pudieron hacer sombra.
Así, con los primeros coletazos de la Belle Epoque, nacía la Avenida del Ring, ese monumental anillo que con sus palacios y edificios de representación imperial, sus salones de vals y sus teatros, sus cafés y sus zonas ajardinadas, acabaría convirtiéndose en el bulevar más bello del mundo, una arteria inaugurada en 1865 con5,3 kilómetroscuajados de arte.
Páginas de la Historia
Hoy, 150 años después, el Ring es muchas cosas a la vez: una calle comercial, un lugar de encuentro, un foco de manifestaciones, un escaparate para los actos solemnes, y sobre todo, un magnífico paseo que puede abordarse caminando, en bicicleta o a bordo del Vienna Ring Tram o Tranvía Amarillo, cuyo viaje dura unos 25 minutos con pantallas y auriculares que relatan su apasionante historia.
Porque esta avenida circular donde el gótico se codea con el barroco y el arte del Renacimiento, ha sido testigo de las páginas más brillantes pero también más negras de la capital austriaca: las bodas de plata de la pareja imperial, la proclamación de la Primera República, el incendio del Palacio de Justicia y, finalmente, la materialización del sueño expansionista de Adolf Hitler, que en 1938 recorrió la Ringstrasse camino a la plaza Helden.
Monumentos y cafés
Entre sus suntuosos edificios, figuran los que se remontan a la época de mayor esplendor, como el Neue Burg, el Kunsthistorisches Museum, el Burgtheater o la Ópera Nacional, el primero en ser levantado, que abrió sus puertas en 1869 con el Don Giovanni de Mozart. Pero también otros que hacían alarde de la nueva identidad democrática, cuando este bulevar dejó de ser aquel paseo reservado a la aristocracia cortesana para convertirse en un moderno espacio para la gran burguesía. Entre ellos, el Parlamento, el Ayuntamiento o La Universidad.
Pero es en los famosos cafés donde dejó su poso aquella intelectualidad que convulsionó la escena de Viena en los tiempos de construcción del Ring. Hasta veintitrés llegó a albergar esta avenida, de los cuales tan sólo perviven tres: el Schwarzenberg, el Prückel y el Landtmann, que era el favorito de Sigmund Freud justo cuando comenzó a gestar la entonces incierta Teoría del Psicoanálisis que revolucionaría el pensamiento moderno.
Celebraciones por un tubo
Junto a Freud, muchos son los personajes ilustres que han dejado huella en esta calle. De ello da cuenta la densidad de estatuas que se suceden en su trayecto: desde la de Sisí Emperatriz y su esposo Francisco José, hasta la de la tatarabuela de éste, la insigne María Teresa, pasando por la del genio musical Johann Strauss, la más famosa y fotografiada.
Para Viena el aniversario de este bulevar es todo un motivo de fiesta. Por eso, desde principios de año, se suceden las exposiciones, las charlas y las visitas guiadas que conmemoran tal evento. Incluso se ha creado un coctel en honor a su calle predilecta: se llama Sound of the Ring (el sonido del Ring) y lleva ginebra, zumo de limón, jarabe de azúcar, vinagre balsámico de calamansi, champán y bitter amargo de chocolate. Toda una bomba, vamos.