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La Garrocha, el corazón de la Girona rural

La Garrocha es una comarca especialmente preparada para sus visitantes. Hay opciones para todos. Para los que desean disfrutar del paisaje, o para los que necesitan agradables alojamientos. Esta tierra pirenaica sabe de románico y paisajes montañosos y es un bello tránsito entre el riquísimo Ampurdán al este, y el medieval y monástico Ripollés al oeste. Desde una vista aérea, La Garrocha presenta dos zonas bien contrastadas: la Garrocha Alta, una tierra agreste y escarpada, cortada por gargantas, simas, cuevas y apenas habitada, y, al sur, la Garrocha Baja que ofrece la imagen perfecta de un mundo bucólico, de prados, arboledas, ríos y arroyuelos, que han inspirado a muchos famosos pintores y poetas.

  • La Garrocha. (flickr/ Carquinyol con licencia CC BY-SA 2.0)

Olot es un buen lugar para empezar nuestro recorrido. Una primera  referencia tan atractiva como la sonoridad de su nombre. Olot es una hermosa población que se comenzó a construir en el siglo IX en torno a la iglesia de Santa María, a orillas del Fluviá. Varios terremotos a lo largo de su historia han limitado sus restos antiguos a la iglesia del Tura y los aledaños de la calle mayor, pero lo más importante es el antiguo Hospicio, obra de Ventura Rodríguez, convertido hoy en Museo Comarcal. De los años de despegue de su industria textil, allá por el siglo XVII han quedado suntuosos edificios del XVIII y del XIX, como la Torres Castanys o la casa Vayreda. Es ésta una tierra de artistas, sobre todo de pintores de la escuela paisajística, cuyo principal representante es Joaquín Vayreda (1843-1894) y que se ha prolongado en el siglo XX, con nombres como Josép Berga.

Los amantes de la naturaleza tienen en los volcanes otro buen reclamo. Se encuentran hasta 30 conos de tipo estromboliano a los que se suman algunos cráteres de explosión. Los volcanes se pueden visitar subiendo por estrechas sendas de montaña cubiertas de bosque. Un ejemplo es el volcán Croscat, a cuyos pies está la iglesia medieval de Sant Pau. A pesar de su silencio ya centenario, estos volcanes causaron un temor legendario a las gentes de la comarca.

Otro atractivo es Besalú, un pueblo medieval construido totalmente en piedra, al que se accede por un monumental puente románico mil veces fotografiado. Iglesias románicas y góticas, edificios civiles del siglo XIV, como la Curia Real donde se administraba justicia, casonas románicas como la Casa de los Cornellá, una judería y una hermosa plaza mayor porticada, son monumentos más que suficientes para justificar unas cuantas horas de paseo por estas calles que respiran  una atmósfera medieval, como si no hubiera pasado el tiempo.  

Entre los productos gastronómicos destacan los embutidos caseros, como la butifarra negra, la blanca y la de huevo. Los más golosos suelen preferir los roscones, las tortas de chicharrones de Olot, los hojaldres de Castellfullit, los buñuelos y los modernistes de Besalú. El Rebost del Comtat de Besalú. (Plaza de la Libertat, 14. Besalú. Tlf: 972 59 03 07). El mejor pan se compra en Can Carbasseres (Sant Rafael, 5. Tlf: 972-26 08 59). Es el horno de leña más antiguo de la población y elabora  el pan a diario, torteles adobados y cocas de llardons (chicharrones).

Todo esto  no sería nada sin la componente humana. Estas explotaciones agrícolas sobreviven con el apoyo rural. Las masías o casas de payés, restauradas y decoradas con gusto son la propuesta más original de esta comarca catalana. Las hay más grandes y más pequeñas, más familiares y más cosmopolitas… y ofrecen unas vacaciones  "como en casa".

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