No es extraño, porque este pequeño municipio se encuentra ubicado en el Geoparque Villuercas-Ibores-Jara, un precioso enclave natural perfecto para alejarse de las obligaciones de la corte o del mundanal ruido de la ciudad. Naturaleza en estado puro con un importante valor geológico y ecológico avalado por la UNESCO a tan sólo dos horas de Madrid. Una gozada.
El Monasterio impresiona y conquista a todos por igual. Su espectacular fachada plagada de elementos de estilo gótico-mudéjar, sus patios y sus cuadros de Goya, El Greco o Zurbarán, entre otros grandes maestros, hacen las delicias de los amantes del arte y la espiritualidad. Y al rodearlo descubrimos otra cara bien distinta para los entusiastas de la Historia, donde los arcos dejan paso las almenas propias de un castillo fortaleza.
Mucha madera
Es precisamente en esta cara donde se ubica la Hospedería del Real Monasterio, un alojamiento en el que nos sentiremos transportados al siglo XV. Madera, mucha madera cubriendo suelos y altísimos techados, y preciosos patios interiores formados por arcos que nos harán sentir como una princesa al recorrerlos rumbo a nuestros aposentos. La sala de la televisión fue una antigua capilla y si uno la visita de noche corre el peligro de que le traicione el subconsciente y crea escuchar cantos gregorianos. Aquí es lo que pega.
Ofrecen un completo desayuno buffet y un restaurante donde degustar lo mejor de la cocina extremeña: tostadas de morcilla patatera, miel y quesos de los Ibores, vino de Pitarra, asados de caza y un largo etcétera de auténticos manjares.
Guadalupe es un pueblo con encanto, de empinadas calles y rincones llenos de secretos, historias y leyendas: la de Gil Cordero y la Virgen, la de una judía conversa llamada Fátima, la de Colón bautizando a los primeros dos indios en la plaza central o la de Cervantes ofreciendo sus grilletes… No cuento más, lo justo para despertar un poquito de curiosidad que os animéis a venir… ¡repetiréis!