Amán
Reconozcámoslo: Amán, capital de Jordania, no es la ciudad más interesante de la región. Empalidece si la comparas con Jerusalén o Damasco, por lo que para muchos es poco más que un punto de entrada y salida del país. Pero bueno, siempre merece una visita. Amán está situada estratégicamente entre el desierto y el fértil valle del Jordán y mezcla convenientemente lo antiguo con lo moderno. El centro de la ciudad sorprende por su cosmopolitismo, gracias a sus edificios ultramodernos, hoteles, galerías de arte, flamantes restaurantes y boutiques. No obstante, la ciudad tiene muchos recuerdos de su pasado. En la Ciudadela está el Palacio de los omeyas (s. VIII) y hay restos del templo de Hércules (s. II d.C.) y de una iglesia bizantina (s. VI). En el centro surge el foro romano con el teatro. Y no hay que olvidar el Museo Arqueológico de Jordania.
Petra
Se ha dicho y escrito mil veces, pero hay que repetirlo: el encuentro, después de recorrer más de un kilómetro por el fondo de un estrecho cañón abierto en la montaña, con el Jazneh, el Tesoro, el ‘edificio’ más hermoso y el más conocido de Petra, es glorioso. El cine no ha podido renunciar a esta aparición tan espectacular y la aprovechó para una de las escenas más recordadas de la tercera aventura de Indiana Jones.
Lo apasionante de la historia es que el Siq es el acceso natural a Petra, y casi la única vía de entrada y salida de este valle escondido entre los pliegues de las montañas del Yebel es-Shara, muy cerca de la costa jordana del mar Muerto. No es, por tanto, algo preparado para impresionar al visitante. O sí, pero no desde luego al de ahora, sino al de hace más de dos mil años. Al de la época en que los nabateos, un antiguo pueblo nómada, se instaló en este escondrijo y, con el paso del tiempo, acabó controlando las caravanas que traían el incienso desde la lejana Arabia Felix —los actuales Omán y Yemen— hasta los ricos emporios de Alejandría, Gaza y Jerusalén.
Conocer a fondo esta ciudad requiere al menos cuatro o cinco días. Además de las quinientas tumbas que han sobrevivido a los terremotos, en Petra se pueden admirar un gran teatro de estilo romano con capacidad para tres mil personas. Hay obeliscos, templos, altares para sacrificios, calles con columnas y, a gran altura, dominando el valle, se encuentra el impresionante monasterio Ad-Deir, al que se accede tras una subida de 800 peldaños excavados en la roca.
Mar Muerto
Sí, el Mar Muerto es el punto más bajo del planeta —416,5 m bajo el nivel del mar— y eso es algo que hay que sentir en algún momento de la vida. Por el paisaje, por las sorprendentes formaciones de la sal de las orillas, por el goce en los balnearios (se dice que Cleopatra venía por aquí para sus tratamientos) y, sobre todo, por esa experiencia única de flotar en sus aguas. Contemplar una puesta de sol en sus orillas tampoco está mal.
Wadi Rum
Wadi Rum es uno de los mejores lugares del mundo para sentir la belleza del desierto, de ser protagonista de una escena de esas de caravana de dromedarios yendo en fila por las dunas mientras el sol se acerca al horizonte, en busca de pinturas rupestres y desfiladeros profundos. Y luego, claro, refugiarse en un campamento que combina en su justa medida el exotismo de las tiendas con esas comodidades de las que no gozaba Lawrence de Arabia, que anduvo por estas tierras.
Áqaba
Áqaba es el único punto en que Jordania se abre al mar y allí van los que quieren descansar después de las aventuras por las ciudades perdidas y las dunas. También los que quieren bucear. Nada más impactante que bucear junto a barcos hundidos, entre peces de colores, cuando unas horas antes se ha estado en el desierto.
Tierra Santa
Aunque la inmensa mayoría de los jordanos son musulmanes, en Jordania también hay Tierra Santa para los cristianos. Aquí se encuentra el lugar elegido por Juan Bautista para su misión de bautizar a todos, incluido Jesús. El lugar está ubicado en la orilla oriental del río Jordán, a una media hora escasa en coche de Amán. Es, lógicamente, un lugar muy venerado, tanto por peregrinos como por visitantes.
Otro lugar importante es el Monte Nebo, desde el que Moisés divisó la Tierra Prometida, a la que nunca llegó. Fue enterrado en Moab, donde está su tumba. La iglesia tiene una impresionante colección de mosaicos bizantinos.
Jerash
Jerash es una de las sorpresas de cualquier viaje a Jordania. La verdad es que restos de ciudades romanas hay muchos alrededor de todo el Mediterráneo, pero pocos están tan bien conservados como los de la antigua Gerasa. Gerasa era una de las ciudades que formaban la Decápolis (aunque en realidad eran como 20) y se encontraban distribuidas por buena parte de la región. El arco de Adriano, los teatros, los templos, el foro, las columnas del Cardo Máximo, todo hace que un recorrido por Jerash sea como un viaje en el tiempo.