Destinos

¿Por qué no hablan los medios sobre la agonía de lo vivo?

Demasiados aceptan, sin rechistar, todo lo cocinado fuera del fogón de sus propias neuronas. Es más, la letanía, en la que se ha convertido buena parte de la oferta de los medios de comunicación, se suma al cómodo adormecimiento que provoca la machacona opinión ajena. Hay más: el ingente tedio que provocan las tertulias de radio y televisión apenas permite el respiro de algo nuevo, la aparición de algo fresco y transparente. 

  • ¿Asistimos a una agonía de lo vivo que nadie nos ha anunciado? (Imagen: flickr | Macnolete - con licencia CC BY 2.0).

Siempre los mismos, diciendo lo mismo sobre lo mismo debería propiciar algo de compasión. La mejor forma de demostrarla sería que el 89% de los tertulianos dimitieran. Aburrir no corrompe, pero sin duda incrementa la desazón de esta sociedad.  Porque incluso Podemos, que demasiados temen por si llega al poder, poco, o nada, tiene de nuevo.  Es lo mismo por lo que hace 45 años peleamos algunos y se resumió con el guarismo 68. Sumemos que solo tres -política, deportes y cotilleos- de los miles de temas posibles acaparan casi el 70% del tiempo dedicado a la información. Sin olvidar que casi todos los medios se plagian las parrillas y nos toparemos con un monocultivo de un monocultivo.

De ahí nacen otro par de desesperadas peticiones

Apenas cabe, al menos en las neuronas capaces de esfuerzo, una repetición de más de los mismos argumentos que defienden para defender su poder. Que procede invariablemente de atacar o defender a los que lo tienen. Sería buena la aparición, por esporádica que sea, de alguien que no cobre por estar ahí y que hable de algo que no le proporcione algún tipo de ganancia directa y/o monetaria. La segunda es casi una oración a los dioses del lenguaje, el talento y la tolerancia. Me refiero a una renovación de participantes, fondos y formas a la  hora de informar y comunicar. En parte lo lograron, durante algunos años, los responsables de informativos de La 2 de TVE y muy pocos más, como el programa En días como hoy de RNE de Juan Ramón Lucas. En ambos casos, y en otros pocos, quedó demostrado que es mentira aquello de que no existen otros caminos o de que se hace lo que la gente demanda. Pero como todos sabemos ese asomo a la fértil  pluralidad quedó apisonado por la actual obediencia debida, por la obligatoriedad de un listón muy bajo y por el totalitarismo de que todo debe parecerse a sí mismo.

Me nacen estas palabras de las conclusiones de los talleres que Asociación de Periodistas Ambientales (APIA) ha llevado a cabo en el reciente Congreso Nacional de Medio Ambiente. Donde, una vez más, ha quedado de manifiesto todo lo hasta aquí resumido. Sin olvidar, por supuesto, que lo esencial, es decir la vida y su continuidad, apenas tiene cabida en la oferta actual de los medios.

Que se renueve la sofocada atmósfera

No se trataría, en cualquier caso, de crear tipo alguno de cuota o exigencia explícita. Sugerimos tan solo que aires frescos renueven la sofocada atmósfera. Al cambio climático, por ejemplo, hay que enfrentarlo con otro estado de opinión no partidista. Algunos, que si aparecemos de vez en cuando en pantallas, ondas o papeles sabemos muy bien lo lejos que quedan nuestras minúsculas aportaciones de la envergadura de la crisis ambiental. Apenas nada combate una de las peores formas de la ignorancia: la de no saber que le hacemos a los demás y a lo demás. No menor tropiezo supone obviar lo que lo demás hace por nosotros.

La vivacidad y su agonía, por mucho que apenas aparezcan en los medios, son lo más hermoso y lo más grave que sucede en este planeta.

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