A pesar de la multiplicación exponencial de los seteros, tan lejos ellos de los micólogos.
A pesar de lo empachoso que ya resulta tanto experto en gastronomía.
A pesar de los delirantes precios que estos seres vivos alcanzan en las fruterías.
A pesar de que varios millones de personas van a disfrutar ingiriendo los órganos reproductores de los hongos.
A pesar de los tímidos conatos de regulación que se han puesto en marcha.
A pesar de los miles de guías, artículos, programas de radio y televisión multiplicando el mensaje…
A pesar de todo esto tenemos una catástrofe más en marcha: la de un descomunal impacto en las poblaciones de casi todos los tipos de hongos y de paso, ya que es pisoteado en demasía, en el bosque, su principal hogar. Algo que no se paliará con cotos, permisos, cupos y vigilancia. Como en todo lo que hacemos los humanos, la reparación siempre va de la mano de la estimación.
Para lograrla conviene saber que la aportación de las setas a nuestras cocinas y mesas, por tanto al mercado de alimentos y de la restauración, resulta manifiestamente insignificante si lo comparamos con las funciones y servicios que los hongos, si les dejamos trabajar en paz, nos prestan.
Los hongos son una incesante infinitud de recicladores que convierten la casi totalidad de la materia orgánica muerta del planeta en nuevas oportunidades para la vida, ya sea estante y por venir. Son parte esencial de la alianza más crucial, la de las micorrizas, gracias a la cual son posibles la mayor parte de los árboles y otras plantas. Son insustituibles para la mayoría de los procesos de fermentación, incluidos los que nos proporcionan vino, queso y cerveza. Son controladores de muchos otros organismos patógenos como base de antibióticos bien conocidos. Son la fracción más activa del proceso de la fertilidad natural del planeta, del que depende también la casi totalidad de los seres vivos terrestres.
En fin, conviene recordar, como resumen, que somos posibles porque los hongos están ahí.
Sin embargo las malas prácticas y el abuso de los recolectores mal informados, o empujados por el desempleo, acaban con millones de hongos para colectar unas decenas de setas.
GRACIAS Y QUE UNA OTOÑADA RESPETUOSA CON LOS SUELOS DEL BOSQUE OS ATALANTE