Lo malo es que la expresión ‘viaje espiritual’ se ha ido tanto de madre que cuando alguien la menciona no sabemos si nos va a hablar de un tipo que se encontró a si mismo gracias a una etapa iluminada a lo Nacho Cano tras apuntarse a unas clases de Bikram Yoga o un viaje de verdad, de esos en los que coges un avión u otro medio de transporte, que resultó ser una auténtica aventura porque hasta los agnósticos de pura cepa reconocen haber vivido toda una experiencia. Os proponemos cuatro de esos viajes realmente alucinantes -los del segundo tipo-, con los que tendréis un buen surtido de historias que contar a los amigos cuando regreséis. ¡Hasta la vuelta!
Asistir al Kalachakra, en Ladakh
Quienes ya han estado unas cuantas veces en la India suelen coincidir en que este subcontinente esmuchos países en uno. Cada región es completamente distinta de la de al lado, con lenguas, culturas y tradiciones propias. Todo esto da la sensación de estar visitando diferentes países cada vez que coges el tren o el autobús en dirección a otro lugar. Y entre todas esas decenas de ‘países’, el más especial -por muchas razones- es Ladakh, una región completamente única al norte de India. Lo han bautizado como el pequeño Tíbet -con quien limita al este- aunque muchos prefieren llamarlo el último Shangri-La, por considerarlo un paraíso terrenal que solo unos pocos conocen.
Allí, a los pies del Himalaya y entre paisajes alucinantes a 3.500 metros de altura, se celebrará entre la primera y la segunda semana de julio el Kalachakra, una de las ceremonias más sagradas del budismo vajrayana. A ella acuden miles de tibetanos, monjes y peregrinos de todo el mundo para participar en unos rituales que consideran fundamentales para la paz mundial.
Durante una semana, y en presencia del Dalai Lama, un grupo de monjes trabaja día y noche el mandala del Kalachacra, una especie de mapa que guía hacia la iluminación. Cuando la ceremonia y los rituales terminan, cada participante puede observar por un instante el mandala formado por granos de arena de colores que después el Dalai Lama barre como recordatorio de la no permanencia de las cosas.
Lo mejor de esta experiencia es que se trata de una ceremonia única que sólo se tiene oportunidad de ver una vez al año, y en un entorno que por sí solo merece muchísimo la pena. Hay agencias que organizan viajes de 12 días exclusivamente para ver esta ceremonia y combinándolo, si se quiere, con visitas a Delhi e incluso a Agra para visitar el Taj Majal.
Visitar el corazón rojo de Australia
Cuentan que para los aborígenes australianos es el lugar más sagrado de la Tierra, una especie de ombligo del mundo que tiene mucho de mágico. Lo llaman Ayers Rock -aunque en realidad su nombre oficial es Uluru- y se trata de uno de los monolitos más grandes del mundo. Asistir en vivo y en directo al cambio de color que sufre al atardecer, cuando se vuelve rojo brillante, es todo un espectáculo de los que se quedan grabados, por mucho que nos hayamos dejado la cámara en la mochila.
Para los aborígenes, Uluru se formó en el ‘Tiempo del Sueño’, la época en que todo comenzó, cuando los semidioses que viajaban a través de las desérticas llanuras de Australia iban dando forma al mundo. Aún se pueden visitar las cuevas donde los aborígenes dejaron constancia de su paso por el lugar sagrado con pinturas.
Isla de Pascua
El misterio que envuelve a la ancestral cultura de la etnia rapanui ha llegado a ser tal que todo lo que rodea a la isla de Pascua parece sacado de un libro de leyendas. Pero además de los secretos de este pueblo -que supuestamente alcanzó esta tierra desde la mítica isla de Hiva-, llegar hasta esta roca en mitad del océano Pacífico supone muchas otras cosas.
Entre ellas, disfrutar de un entorno natural tan espectacular que por sí solo es toda una experiencia -si no espiritual, sí con mucho de especial-. Si además se tiene la oportunidad de ver de cerca los enigmáticos moái, os aseguramos que olvidar el viaje no será fácil. Palabra de desmemoriada.
El imperio del sol
Dicen que Perú es uno de los países más espirituales del mundo -con permiso del continente asiático-. Y la verdad es que el antiguo imperio inca ofrece mil posibilidades para adentrarse en los secretos de sus culturas, costumbres y creencias. Entre ellas, visitar Puno y el lago Titicaca, descubrir los paisajes únicos que rodean al profundo Cañón del Colca, y por supuesto, adentrarse en el enigmático Machu Picchu, el alucinante santuario que dicen que fue hecho a la medida de los dioses. Un viajazo de esos que dejan con ganas de más. ¿Lo mejor? Que además, durante esa experiencia única, disfrutarás de una gastronomía a la que te engancharás sin contemplaciones. Damos fe.