"Mi consumo de marihuana y de alcohol era extremadamente alto. Muy, muy, muy alto. Tomaba marihuana, éxtasis y alcohol y no era una cosa de ocio. Crucé la línea e imagino que eso influyó en que me diera un brote psicótico". Son palabras del humorista Ángel Martín en una entrevista concedida a El Mundo. Buen artículo, buen titular, buenas fotografías y charla entretenida.
El protagonista de esta entrevista publicó hace unas semanas un vídeo en el que relata que sufrió un brote psicótico en 2017 por el que estuvo ingresado 15 días. "Desde hoy, ya puedes reservar el libro donde te cuento de qué va eso de volverse loco". Quien ha editado la publicación es Planeta y, casualmente, la lanzará en un momento en el que las enfermedades mentales han comenzado a acaparar titulares.
La editorial vende el libro con este reclamo: "No tengo ni idea de cuándo empezó a formarse mi locura. A lo mejor nací genéticamente predispuesto. A lo mejor fui macerando una depresión al callarme ciertas cosas por no preocupar a los demás. O a lo mejor simplemente hay cerebros que de la noche a la mañana hacen crac y se acabó".
No hay referencias a las drogas -tampoco en la reseña de La Casa del Libro- y nadie puede asegurar que hubiera en este caso una relación causa-consecuencia. O consumo-reacción. Pero, como poco, parece osado aprovechar que la salud mental se ha puesto de moda para editar un libro cuyo protagonista, mediático, abusó de las drogas antes de sufrir la crisis que relata.
Se ha conocido estos días -mientras Planeta intenta hacer negocio con esta biografía- que en España se suicidaron casi 4.000 personas durante el 2020 pandémico. El del confinamiento, la incertidumbre, los ERTEs, la muerte y las mil y una restricciones.
Al hablar de estas patologías, no hace falta pensar en algunas que revisten gravedad, como la depresión. Quien sepa lo que es la ansiedad a buen seguro recordará durante mucho tiempo el confinamiento, pues quizás esa hidra policéfala comenzó un día a pegar coletazos en su interior y no paró hasta unas cuantas semanas después de que la población recibiera la 'libertad condicional'. Cuando un ansioso encuentra delante de sí varias preguntas que no tienen una respuesta a corto y medio plazo, la fábrica incontrolable donde se manufacturan sus neuras se pone en marcha y es difícil detenerla. Si eso sucede entre cuatro paredes, la tarea se complica.
Entra dentro de la lógica que, ante el incremento de los suicidios, la prensa haya redoblado sus esfuerzos para abordar la enfermedad mental. El País dedicó la portada de un domingo a este tema; y en su editorial apuntó a que el 6,4% de los españoles ha solicitado atención médica desde el inicio de la pandemia por síntomas relacionados con la angustia y otros trastornos relacionados con el "desbordamiento emocional".
También hay partidos que están a la caza del titular rimbombante, como Más Madrid, hayan dedicado su enésima campaña de propaganda a este tema. Sobra decir que con el único objetivo de lograr atención, no de solucionar nada, pues hay quien es incapaz de ir más allá del eslogan. Tampoco merecen mucha confianza fuerzas políticas 'estatalistas' que dedican ingentes esfuerzos a lograr votos entre colectivos que ellos mismos victimizan. Por tanto, siempre cabe desconfiar de cualquier mensaje que lancen sus portavoces.
La enfermedad mental en la prensa
La enfermedad mental es un tema demasiado complejo como para tener la osadía de analizar si prevalecía o su tipología en un artículo. Pero seguramente haya quien aproveche esta moda para sobre-medicar enfermos, para engordar su sindicato médico, para conseguir clics con sensacionalismo o para ganar votos. Seguramente sea cierto que hacen falta más psicólogos en la sanidad pública, pero seguramente síndromes tan comunes como el de la ansiedad se vean potenciados por la forma de vivir y posicionarse y relacionarse en sociedad, lo que obligaría a abrir un debate sobre el modelo social, el ritmo de los humanos y las fallas de su condición que resultaría más complejo y menos interesante para los medios amarillistas. También para los que renuncian a discurrir porque pensar no atrae anunciantes. Por eso hay que tener cuidado con este tema, pues quizás mezcle patologías médicas y sociales, pero sólo se haga hincapié en la necesidad de garantizar atención médica a los ciudadanos.
Sea como sea, escama que el libro de Ángel Martín -que es brillante en lo suyo- se publique en este momento; y máxime que se presente con esa mezcla peligrosa que son las drogas y la enfermedad mental. Porque estas patologías encuentran manifestaciones especialmente crueles cuando se producen por razones congénitas o se activan tras un trauma personal o colectivo. Incluso cuando afectan a alguien a quien la marginalidad le ha llevado a la adicción.
Martin tuvo fama y su drama es otro. Nadie niega su existencia, pero seguramente sea menor. Hay formas y formas de aprovechar el tirón de un tema. La del "alcohol, la marihuana y el éxtasis" no parece la más adecuada. Eso sí, en Planeta seguro que se frotan las manos con esas declaraciones. Quizás habría que haber empezado por advertir sobre las drogas y sobre estos efectos sobre la psique. Hubiera tenido menos tirón que el 'tema de moda', pero hubiera sido más honesto.
Hay un ejemplo de unos genios que fueron elegantes con un tema similar. Fueron Pink Floyd, quienes quisieron homenajear a Syd Barrett -quien también abusó de las drogas- tras dejar el grupo por sus problemas mentales. Lo hicieron con la grandiosa Shine On You Crazy Diamond. Dicen que se presentó en los estudios de Abbey Road mientras la grababan y que los miembros del grupo no le reconocieron, pues estaba mórbido y se había rapado la cabeza y las cejas. Y siguieron tocando.
Cuando hay talento en la desgracia, el resultado es brillante. Pero si el afán comercial lo puede todo, la cosa cambia.