Los responsables de Netflix contrataron hace unas semanas un enorme espacio publicitario en la Puerta del Sol que contenía una alusión al SMS que Mariano Rajoy envió a Luis Bárcenas cuando la prensa desveló que su caja fuerte tenía doble fondo. “Sé fuerte. Vuelve Narcos”, decía el letrero. Lo hicieron pocos días antes de que se estrenara una de las series más exitosas de la plataforma, dedicada a contar las andanzas de los capos de la droga colombianos y de los policías estadounidenses que trataban de desmantelar su negocio como quien intenta ganar la guerra con un tirachinas. Unos días después, cuando los capítulos aparecieron en su página, fueron muchos los usuarios de Twitter que dijeron: “otra vez toca escuchar durante un mes a todo el mundo hablar con acento colombiano”.
Sería absurdo pensar que la influencia de Netflix en España es siquiera similar a la de Telecinco, Antena 3 o La Sexta. La televisión en abierto tiene una mayor capacidad de difusión y factura mucho más dinero que ésta y otras plataformas de pago como HBO o Amazon (TV). Las cadenas de la TDT también pueden condicionar la agenda política y hacer temblar al poder con incisivas campañas en sus programas informativos, algo que no está al alcance de los nuevos operadores de la PayTV, que compiten exclusivamente en el sector del entretenimiento.
Ahora bien, algo está cambiando en el sector y no parece que sea positivo para el negocio tradicional. De hecho, la situación recuerda a la que se produjo a mediados de la pasada década, cuando comenzó el declive de la prensa. Hay un cambio de hábitos de consumo por parte de los usuarios y hay una evidente transformación tecnológica. Y eso ha iniciado un proceso de cambio cuyas consecuencias a largo plazo son difíciles de cuantificar.
El pasado miércoles, Antena 3 emitió el primer capítulo de su producto estrella para esta temporada, la serie Tiempos de guerra. Su audiencia fue la segunda mejor del día, con 17,5 puntos. Pero basta con echar la vista atrás para comprobar que, en 2001, la primera temporada de Cuéntame logró un share medio del 33,1%. Es evidente que los productos de ficción de la TDT registran actualmente una audiencia mucho menor que hace unos años, algo que, en parte, se debe a la mayor oferta que existe en la televisión en abierto, pero también al mayor éxito de las plataformas de televisión de pago (desde Movistar+ hasta Netflix) y al incremento del consumo de vídeo en internet.
Como curiosidad, dos días antes de que Antena 3 estrenara Tiempos de Guerra, el ‘youtuber’ conocido como El Rubius subió su último vídeo a esta popular web. Este viernes por la tarde contaba con 4,5 millones de visualizaciones, frente a la audiencia de 2,7 millones que logró la citada serie. La emisión de televisión más vista de 2017 fue la final de la Liga de Campeones, con 8,9 millones de espectadores. El vídeo más visto de este usuario de Youtube cuenta con 45 millones de visitas.
La televisión de pago registró en junio -el último mes completo antes del verano- una cuota de pantalla del 22,2%. Fue inferior a la de Mediaset (30,4%) y la de Atresmedia (26,1%), pero superior a la que logró TVE (16,4%). En el último año, las plataformas de pago han mejorado su share un 1,7%, mientras que el de Mediaset, grupo líder, ha empeorado en 3,3 puntos. Según los datos del Panel de Hogares de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), en el último semestre de 2016 Netflix registró 540.000 abonados, un 60% más que seis meses antes.
Un nuevo mercado se está abriendo paso y no se sabe hasta qué punto tendrá capacidad para restar fuerzas al anterior. Pero está claro que hay vientos de cambio.
La emisión de televisión más vista de 2017 fue la final de la Liga de Campeones, con 8,9 millones de espectadores. El vídeo más visto de este usuario de Youtube cuenta con 45 millones de visitas.
Es cierto que el consumo de televisión por persona no se ha resentido. De hecho, según la AIMC, entre 1997 y 2015 aumentó en 6,5 minutos hasta los 237,7 diarios. Y, según Kantar Media, el pasado junio fue de 235 minutos, tan sólo 8 menos que el año pasado. Ahora bien, el mantenimiento de esta variable no quiere decir que los cimientos del negocio tradicional de la televisión en abierto no estén amenazados.
La crisis de la prensa comenzó a carcomer las raíces del sector de forma silenciosa y no afectó a la difusión de las cabeceras generalistas prácticamente hasta 2009, cuando el 52,9% de la población ya tenía acceso a internet en su hogar -según el Instituto Nacional de Estadística- y las ediciones digitales de los diarios contaban sus visitas por millones. Pero ese año comenzó a llover y poco después se desató una tormenta perfecta que provocó que entre 2009 y 2015 El País perdiera 170.000 ejemplares, Marca, 134.800; El Mundo en 173.600; y ABC, 148.800.
Cuantiosos beneficios
Es cierto que los dos principales grupos privados de televisión siguen ganando decenas de millones de euros cada año, pero también lo es que el negocio no es tan boyante como antes de la recesión económica. De hecho, en 2007 el sector recaudó 3.538,8 millones de euros, frente a los 2.118,2 millones de euros que obtuvo en 2016, lo que supone un descenso de la facturación del 40%, según los datos de la consultora i2p.
Normalmente, cuando la economía crecía, también lo hacía la inversión publicitaria en los medios de comunicación tradicionales. Sin embargo, en 2017 esa tendencia ha cambiado y los analistas -confundidos- inciden en que una buena parte de los anunciantes destina cada vez más dinero a internet, lo que afecta a los mass media y lo que explica la caída de su facturación. Evidentemente, esto tampoco es una buena noticia para el negocio de la TDT, cuyos operadores han detectado una vía de agua en su casco.
Un reciente informe de Credit Suisse revisa a la baja el valor de las acciones de Atresmedia y Mediaset como consecuencia de la actual coyuntura del mercado. En el primer caso, lo hace en un 35% y en el segundo, en un 25%. Su caída en bolsa no ha sido tan acentuada en lo que va de año, pero no por ello deja de ser preocupante. El precio de las acciones de la compañía del Grupo Planeta ha descendido el 15,11%, mientras que los de Mediaset, el 29,1%.
Atresmedia ha caído en bolsa el 15,11% desde enero. Mediaset, el 29,1%.
El fondo de inversión Macquaire vaticina en un informe publicado hace unas semanas que la década de 2020 será de vacas flacas para las televisiones de la TDT. Bruselas ha garantizado su futuro, al menos, hasta 2030, aunque su posición se ha visto comprometida durante los últimos años como consecuencia de las presiones del lobby de las operadoras de telecomunicaciones, deseoso de disponer de un espacio cada vez mayor del espectro radioeléctrico para desplegar sus servicios de internet de alta velocidad.
Importancia en la economía española
Atresmedia y Mediaset siempre han reivindicado su importante papel en la economía y en la sociedad española. De hecho, un reciente estudio de Deloitte incide en que la televisión es el medio de información de referencia para el 44% de los ciudadanos y el preferido de los anunciantes. En este último caso, porque una campaña perdería el 61% de su notoriedad si no se difundiera a través de este medio de comunicación.
Pero los factores anteriormente expuestos invitan a pensar que el negocio tradicional podría perder fuerza en los próximos años, en favor de las nuevas plataformas de vídeo ‘online’, lo que restaría competitividad al duopolio y reduciría de forma importante su audiencia y sus beneficios.
Evidentemente, esto aumentaría la importancia en España de las compañías extranjeras del sector, que desde el apagón analógico han buscado subterfugios legales para emitir sin licencia (Disney, Turner, Viacom o Discovery) y que en las nuevas plataformas de PayTV (Netflix, HBO, Sky o Amazon) han encontrado una nueva vía para difundir sus productos de importación.
¿Existe un riesgo inminente de que las empresas de la TDT entren en números rojos? Está claro que no. Pero tampoco conviene que se echen a dormir, pues son varias las pirañas que han comenzado a nadar en su pecera.
De momento, entre sus intenciones no se encuentra la de poner en marcha servicios informativos para competir con las televisiones de la TDT. Nada más lejos de la realidad. Eso permitirá a los operadores tradicionales mantener este nicho de mercado y la influencia que les otorgan sus noticiarios y debates.
Ahora bien, la situación actual no es la de principios de siglo, cuando los medios de comunicación tradicionales tenían el monopolio de la información. Ahora, las redes sociales y la prensa digital –con sus riesgos y sus ventajas- pueden competir de tú a tú en internet, donde casi cualquiera puede ganar la batalla de la inmediatez. Y eso también afecta al negocio de la televisión.
¿Existe un riesgo inminente de que las empresas de la TDT entren en números rojos? Está claro que no. Pero tampoco conviene que se echen a dormir, pues son varias las pirañas que han comenzado a nadar en su pecera. La buena noticia es que el poder político cada vez tendrá más difícil seguir ejerciendo el férreo control que tradicionalmente ha ejercido sobre este sector. La mala, que la industria audiovisual nacional podría verse resentida si ganan fuerza los productos televisivos de importación.
Hace tres décadas, TVE tenía el monopolio de la televisión y la emisión más vista del año eran las campanadas del 31 de diciembre, desde la Puerta del Sol. Hace unos meses, un cartel de Netflix con la cara del actor que interpreta en Narcos a Pablo Escobar colgaba de uno de sus edificios. En la parte superior, se encontraba el mítico luminoso de Tío Pepe.
Los tiempos han cambiado. Usted ya no baja al quiosco a comprar el periódico, ni llama desde las cabinas, ni echa cartas en el buzón. Quizá en unos años tampoco encienda el televisor.