Este país es muy dado a pintar los lienzos con rodillo. La sutileza es un don del que suelen prescindir quienes tocan poder, pues ya se sabe que matar moscas a cañonazos es tosco, pero efectivo, y que la tierra quemada suele mantener a los enemigos a una distancia prudencial. Los 17 empresarios más influyentes de España conformaron en 2011 el Consejo Empresarial para la Competitividad y acordaron, entre otras cosas, que nunca exigirían la cabeza de los miembros de un Gobierno ni intervendrían en los medios de comunicación. No mucho después, en sus debates aparecieron varias quejas sobre el injusto tratamiento que recibían en la prensa y decidieron cambiar de estrategia. A los pocos meses, varios de ellos participaron en la operación de salvamento del Grupo Prisa y aprobaron diversas líneas de ayuda para las empresas en dificultades, que llegaron en forma de publicidad institucional o de refinanciaciones de deudas especialmente cómodas.
Este tipo de maniobras se decidieron en el cuartel general de Telefónica, que es donde se desarrollaron esas reuniones, a las que asistieron los Emilio Botín, César Alierta, José Manuel Lara-Bosch, Isidoro Álvarez, Florentino Pérez o Isidro Fainé, entre otros. Se puede pensar que estos empresarios insuflaron vida a los medios del establishment para realizar un servicio a la patria en un momento de especial inestabilidad para España, cuando el barco amenazaba con hundirse, el populismo enseñaba la pata por debajo de la puerta y la prensa se encontraba en medio de una tormenta perfecta que había dejado su caja fuerte vacía. Pero también se puede concluir que las grandes compañías del país aprovecharon las penurias del sector para captar voluntades a cambio de favores económicos. A fin de cuentas, nunca viene mal tener una pistola en la mesilla de noche cuando fuera de casa se libra una batalla. Como decía, todo se ejecutó sin una especial sutileza.
La prensa que ha participado en las campañas para denunciar las fake news, es decir, los bulos que supuestamente difunden grupos organizados en internet con el fin de desestabilizar las sociedades occidentales, obvia que desde hace años riega diariamente a la opinión pública con noticias interesadas y medias verdades; y que el intercambio de favores con el poder económico genera un sesgo en estas cabeceras que resulta beneficioso para todas las partes, salvo para los ciudadanos. Su hipocresía al hablar del riesgo que generan las noticias falsas para la sociedad es equiparable al de los empresarios que advierten de la necesidad de que España tenga una prensa libre e independiente para que la democracia pueda muscularse, pero maniobran para influir en su línea editorial o en sus periodistas. O invierten cientos de miles de euros en mantener los chiringuitos de los más desvergonzados difusores de calumnias, por si tuvieran que recurrir a ellos en algún momento.
La prensa que ha participado en las campañas para denunciar las fake news, es decir, los bulos que supuestamente difunden grupos organizados en internet con el fin de desestabilizar las sociedades occidentales, obvia que desde hace años riega diariamente a la opinión pública con noticias interesadas y medias verdades.
La 'vicetodo' no tiene quien le escriba
El 'sorayismo mediático' y el 'post-sorayismo mediático' no se pueden explicar sin conocer todas estas incómodas verdades. La vicepresidenta más poderosa de la historia reciente de España aprovechó la debilidad de las empresas mediáticas y el 'shock' al que estaba sometido el país a principios de la década actual para tejer potentes alianzas en la prensa que siempre generaron desconfianza dentro y fuera de su partido. Lo más llamativo es que estos lazos parecen haberse desmoronado en pocas semanas, en las que Soraya Sáenz de Santamaría ha pasado de aspirar a liderar su partido y el país, a anunciar su abandono de la política. Es lo que tiene pactar con quienes están más preocupados por llevarse algo a la boca que por el sabor de los alimentos: que al día siguiente de tu desaparición, ya no se acuerdan de ti. Porque no tienen tiempo que perder.
Dentro del Partido Popular, hay quien culpa a Sáenz de Santamaría del desastroso resultado de su alianza con Prisa, pues piensan que este pacto sólo fue provechoso para la 'vicetodo'. Ni benefició al Gobierno, ni mucho menos al partido, donde tenía incómodos enemigos en altos despachos.
Algunas fuentes afirman que su amistad con Juan Luis Cebrián se forjó en 2012, cuando Sáenz de Santamaría maniobró -en la sombra- para que la banca acreedora de Prisa aceptara capitalizar una parte de su deuda para evitar la quiebra del grupo. Otras, inciden en que la vicepresidenta tuvo simplemente el don de la oportunidad y supo convencer a Cebrián de su (falso) papel en ese proceso de salvamento para ganarse su confianza. Estos informantes sostienen -con razón- que el rescate del grupo se decidió en el Consejo Empresarial para la Competitividad, donde estaban presentes algunos de sus principales acreedores y otros grandes empresarios que creían que la prensa había sido injusta a la hora de hablar de su contribución al país y de algunas medidas impopulares que se habían visto obligados a adoptar cuando arreció la crisis económica.
Sea como fuere, lo cierto es que esa alianza se ha resquebrajado en los últimos meses, lo que ha sido altamente dañino para el Partido Popular, que actualmente tiene en su contra al periódico y a la radio con más audiencia de España, como son El País y la Cadena SER. Todo comenzó a debilitarse cuando Juan Luis Cebrián se vio incapaz de vender Santillana para pagar los 950 millones de euros de deuda que vencían el último día de 2017. Entonces, los accionistas tomaron cartas en el asunto, le desahuciaron de la presidencia y se pusieron en manos de Ana Botín y sus chicos, que tutelaron la ampliación de capital del grupo y situaron en su Consejo de Administración a algunas personas de su confianza. Entre ellos, Javier Monzón, presidente de Indra hasta que al Ejecutivo de Mariano Rajoy se le ocurrió lo contrario. El caso es que los nuevos responsables del cañón Gran Berta de los Polanco concluyeron que el alejamiento del PSOE y el enfrentamiento con Pedro Sánchez no habían ayudado a engordar su cifra de negocio en los años anteriores, de ahí que decidieran volver a situar sus medios en la órbita de Ferraz.
En un momento en el que algunos rumores apuntan a que el futuro de Sáenz de Santamaría pasa por el Banco Santander, no deja de ser curioso que Ana Patricia Botín influyera en la caída de Cebrián y en el debilitamiento de su amistad con Prisa. Desconozco si los rumores son ciertos, pero, en caso de que se cumplieran, sería chocante echar la vista atrás y rememorar estos episodios.
El nacimiento de un inquietante duopolio
Al 'sorayismo mediático' también se le puede atribuir la culminación de otra de las maniobras que más perniciosas resultaron para la pluralidad informativa en España, y es la conformación de un duopolio televisivo que acapara el 56% de la audiencia y el 85% de los ingresos publicitarios del sector. Aquella jugada maestra la inició el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, en un intento desesperado de conseguir apoyos mediáticos mientras todo a su alrededor se derrumbaba. Entonces, eliminó la publicidad de Radiotelevisión Española y dejó vía libre para que se produjera la fusión de Telecinco y Cuatro (entonces, de Prisa).
Los nuevos responsables del cañón Gran Berta de los Polanco concluyeron que el alejamiento del PSOE y el enfrentamiento con Pedro Sánchez no habían ayudado a engordar su cifra de negocio en los años anteriores, de ahí que decidieran volver a situar sus medios en la órbita de Ferraz.
Poco después, Antena 3 se unió a La Sexta y se consumó la conformación de un duopolio que ha gozado de una posición privilegiada en la TDT y de una extraordinaria capacidad de presión e influencia sobre los gobiernos. Para que esta operación saliera adelante, hizo falta un 'empujón' del Consejo de Ministros, contra el criterio de la autoridad de Competencia, que la 'vicetodo' no se preocupó de frenar. Básicamente, porque había mucho que ganar.
Durante varios años, se le atribuyó una relación más que cordial con el hombre fuerte de los Lara en Madrid durante décadas, Mauricio Casals, En su partido, llamaba la atención que en LaSexta afloraran críticas diarias hacia el Partido Popular y el Ejecutivo, pero que el dedo acusador no apuntara casi nunca a la vicepresidenta del Gobierno. Curioso, cuanto menos.
Esta semana, la vallisoletana comunicó a Pablo Casado su intención de abandonar la política y dedicarse a otros menesteres. Desde el punto de vista mediático, será recordada como una de las mujeres que más atención ha prestado a los medios de comunicación en Moncloa. Sin embargo, lo hizo con un personalismo que no ha resultado precisamente de ayuda para su partido, que no ha disfrutado de los frutos de sus amoríos en la prensa.