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Tertulianos que son un peligro público

Recién se acababa de conocer la paralización cautelar del apestoso rescate gubernamental a Plus Ultra cuando La 1 conectaba con su tertulia mañanera de referencia, en la que Rosa Villacastín,

  • Celia Villalobos, este jueves en La 1 -

Recién se acababa de conocer la paralización cautelar del apestoso rescate gubernamental a Plus Ultra cuando La 1 conectaba con su tertulia mañanera de referencia, en la que Rosa Villacastín, Boris Izaguirre, Teté Delgado y Celia Villalobos analizaban el partido de fútbol de la selección española en los Juegos Olímpicos. Costaba distinguir la escena de la que muestra el fresco de la Escuela de Atenas que embellece una de las paredes del Vaticano.

Las serpientes veraniegas son de cascabel, pues cuesta menos escucharlas que verlas venir. Los responsables de los medios las aguardan con enormes ganas, dado que son el perfecto almuerzo para los días de solana y pertinaz sequía informativa. Por eso, transmitir que un anormal ha golpeado a un enfermero en el metro de Madrid por emplazarle a que se pusiera una mascarilla suele ser visto como una buena noticia. Lo escandaloso infla los audímetros.

Llevan mucho tiempo en Podemos llorando por el despido de Jesús Cintora de La 1 -consumado ayer, tal y como adelantó Vozpópuli el 1 de junio-, pero en las últimas semanas el periodista ha tratado más en profundidad el procesamiento de José Luis Moreno que cualquier tema de importancia política. Lo ha hecho para ganar audiencia y poder decir que le han echado en su mejor momento; y lo ha hecho ante una mesa de contertulios y colaboradores habituales en los que había nombres que generaban pánico.

El tridente ofensivo de Cintora estaba conformado por Javier Aroca, Antón Losada y Joan Baldoví. La televisión pública española ha dado más espacio en las últimas semanas -por las mañanas- a los requiebros argumentales de estos tres mosqueteros de la demagogia que a las opiniones de especialistas que pudieran ser más relevantes para los ciudadanos. Ojo, no se puede decir que el programa no abordara temas sanitarios o económicos, pero generalmente los ha pasado por el tamiz ideológico de sus tertulianos más sectarios.

El de Cintora no es un caso aislado, pues a cada rato hay una mesa de debate donde sus invitados estén dispuestos a tergiversar o a reflexionar sobre lo poco importante. De Ferreras a Risto Mejide. De Risto a La Hora de La 1. Siempre hay más bocazas que especialistas. ¿Teté Delgado hablando del Egipto-España? ¿Javier Aroca reflexionando sobre la factura de la luz? Lo de este último es tremendo: se sabe lo que va a argumentar antes de que abra la boca.

Debates en tiempos de escasez

Maldita la hora en la que la publicidad se desplomó el 40% en televisión, tras la crisis de 2008. Entonces, sus accionistas vieron peligrar su negocio y recortaron en productos caros y trabajados para apostar por las tertulias. Eso llenó las pantallas de politólogos con sesgo -los peores son los que quieren ser serios, como Pablo Simón- y de tertulianos que recitan cada día, de forma insufrible, el argumentario que reciben de los partidos políticos que los patrocinan. El presidente de RTVE, José Manuel Pérez Tornero, definió a todo esto como info-show. Y tiene razón. Y es difícil de medir el efecto nocivo que han causado en los ciudadanos.

Porque, ¿cómo se contabiliza el trastorno que provoca en los ciudadanos el hecho de que estos debates dediquen horas y horas a disertar sobre el consumo de chuletón o el caso de Rocío Carrasco? ¿Y de qué forma se puede comprobar el perjuicio que causa en los espectadores el hecho de que los tertulianos más desinformados distribuyan la propaganda partidista sin filtros y, por ejemplo, osen hablar de un crimen homófobo en La Coruña antes ni siquiera de que se detuviera a los presuntos responsables?

No se puede esperar grandes cosas de las mesas de debate porque ser acrítico con quien paga es uno de los grandes requisitos para participar de estas charlas televisadas

No se puede esperar grandes cosas de las mesas de debate porque ser acrítico con quien paga es uno de los grandes requisitos para participar de estas charlas televisadas. Por eso, en la semana en la que el precio de la luz alcanzaba máximos históricos hay quien ha dedicado más tiempo a Franco y a José Antonio Primo de Rivera que a uno de los temas más importantes para los españoles que viven en una situación precaria.

El Ejecutivo lanza estos cebos para que los medios sensacionalistas hablen de ellos con todo lujo de detalles y, de esa forma, se enmascaren los problemas económicos y sanitarios; y se camuflen los fallos de su gestión. Los magacines los compran y los soban porque no les conviene salirse por la tangente.

Abundan en lo anecdótico y dejan de lado lo importante porque a todos les conviene. Los contertulios ganan 150/200 euros por cada intervención, los directivos de las televisiones hacen caja gracias al sensacionalismo y la chabacanería; y los poderes respiran aliviados, dado que así consiguen que la tensión ciudadana se reconduzca a espacios menos peligrosos. Porque siempre será más fácil que la gente se entretenga con la memoria histórica que con la falta de alimento. Claro está.

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