“Deberías cortarte el pelo, lo llevas demasiado largo, así más mujeres podrían identificarse contigo”. Esas fueron las palabras que Grace Mirabella, la nueva y flamante editora de Vogue USA en 1971, le dijo a Veruschka minutos antes de que ésta decidiera abandonar el mundo de la moda. Terminaba así la carrera de la primera supermodelo de la historia, la primera que había conseguido imponer su nombre y, sobre todo, su criterio, por encima de las decisiones comerciales, la primera que había llevado la imagen hasta el extremo, sin importarle las consecuencias ni, desde luego, la opinión de los demás. Veruschka fue mucho más que una modelo. Fue “una artista que ejerció de modelo durante una época”, como le gusta definirse a sus más de 70 años. Fue un misterio, posiblemente uno de los más populares, pero un misterio al fin y al cabo.
Sus padres ofrecieron a Hitler el sótano de su castillo para que construyera un búnker. Planeaban acabar con la vida del dictador.
Veruschka nació en Alemania, concretamente en un palacio situado en Königsberg, un “hogar” con más de cien habitaciones que había pertenecido a su familia desde hacía siglos. Hija de un conde prusiano, pronto dejó de utilizar su verdadero nombre, condesa Vera Gottliebe Anna von Lehndorff, para ser simplemente Vera, una niña criada a la sombra del nazismo. Durante la Segunda Guerra Mundial sus padres, miembros de la resistencia, ofrecieron a Hitler el sótano de su castillo para que construyera un búnker. Planeaban acabar con la vida del dictador, cuando la Gestapo descubrió la doble vida del Conde y acudió a arrestarlo. Éste consiguió escapar adentrándose en el bosque, pero al ver que los nazis encañonaban a su mujer, regresó y se entregó, siendo ejecutado unos días después en Berlín. Su madre fue conducida a un campo de concentración, dejando a Vera y a sus hermanas en manos de la Gestapo. Tuvieron que pasar los últimos cinco meses de guerra en un campo para niños de la resistencia, reuniéndose posteriormente con su madre para volver a casa. El problema es que ya no tenían donde ir. El castillo había sido reconvertido en un cuartel general de los nazis y estaba destruido.
De Alemania a Italia y a EEUU
La Vera adolescente era una chica alta, muy alta -1’85-, delgada y acomplejada. Los demás niños se burlaban de ella, hasta el punto de creerse una mujer fea, así que se refugió en el arte. Con 16 se marchó a Florencia, para estudiar diseño textil. Fue entonces cuando, gracias a un diseñador local que le pidió ayuda para mostrar sus diseños, se dio cuenta de su potencial para convertirse en modelo. Empezó a colaborar con el fotógrafo Ugo Mulas, que pasaría a la historia como su descubridor. Pero el problema seguía siendo su físico. En aquella época, las modelos no eran ni tan altas ni tan delgadas como ahora, así que la carrera de la joven Vera no acababa de despegar. “Nadie me llamaba para trabajar. Pensé que era fea, extraña, ridícula y demasiado alta”, ha declarado en repetidas ocasiones. Entonces conoció a Eileen Ford, de la famosa agencia Ford Models, y decidió trasladarse a Nueva York, pensando que los cánones de belleza americanos se ajustarían más a su físico.
Pero una vez allí, no pasó nada. Ni siquiera volvieron a llamarla de la agencia Ford, así que, con el rabo entre las piernas, tuvo que volver a Italia. Deprimida, se retiró a la campiña de Múnich durante una temporada y fue justo ahí donde nació Veruschka. “Soy Veruschka. Vengo de la frontera entre Rusia, Alemania y Polonia y me gustaría ver qué puede hacer usted con mi cara”. Así regresó Vera a Manhattan, con un nuevo nombre -“pequeña Vera”-, un pasado misterioso y ficticio -decidió ponerse ese nombre para hacer creer a la gente que procedía de la realeza rusa- y una actitud nunca vista en una modelo hasta entonces. Se dedicó a visitar los estudios de todos los fotógrafos completamente vestida de negro y pronunciando su famosa frase. Ya nadie tuvo problemas para recordar a la extraña rusa que decía llamarse Veruschka.
De la moda al arte conceptual
Veruschka protagonizó once portadas de Vogue, se convirtió en la modelo mejor pagada del momento, pero no sucumbió al estilo burgués que la sociedad se empeñaba en imponerle. Y en eso tuvo un papel fundamental Diana Vreeland. La legendaria editora de Harper’s Bazaar y Vogue, habitual del clan Warhol y celebrity absoluta del Nueva York de los 60, entendió a la perfección el mundo que Veruschka pretendía llevar a la moda. Un mundo mucho más cercano al arte conceptual que industria textil. Para ello, Vreeland le dio carta blanca para que pudiera hacer lo que quisiera. Tan solo tenía que levantar el teléfono, contarle la idea que tenía en mente y ponerse manos a la obra.
Hay quien dice que está arruinada, otros cuentan que reside en Manhattan compartiendo piso con varias personas y muchos gatos.
Veruschka se cansó rápido de los patrones que le imponía la industria de la moda y decidió dejarse llevar. “Siempre he sido diferentes tipos de mujeres. He copiado a Ursula Andress, a Brigitte Bardot, a Greta Garbo. Entonces, un día me cansé y decidí pintarme como un animal”, ha declarado. La aventura de Veruschka en la moda terminó a principios de los setenta. Tras la ruptura, cayó en una fuerte depresión, necesitando ayuda psicológica. Se trasladó a Alemania, dispuesta a pasar más tiempo con su madre, y se alejó definitivamente del mundo de la moda. Durante aquella época, los rumores fueron constantes. Que si había perdido su belleza, que si había quedado gravemente deformada debido a un accidente de coche, incluso se llegó hablar de muerte. En realidad, Veruschka vivía tranquila, escribiendo un diario y fotografiándose sin parar. Una reclusión que duró más de diez años.
A mediados de los 80, regresó a Nueva York. Con los años ha ido haciendo diversas apariciones, tanto en fiestas, presentaciones, como en desfiles. Ha colaborado con Karl Lagerfeld en diversas ocasiones, fue modelo de honor en el Merlbourne Fashion Festival en 2000, trabajó con Michael Kors en 2003 para la colección que creó inspirada en ella e hizo una aparición estelar en Casino Royale, la primera incursión de Daniel Craig como James Bond -Veruschka aparece jugando en el casino, junto a Bond y el malvado Le Chiffre-. Pero el misterio siempre continúa. Hay quien dice que está arruinada, otros cuentan que reside en Manhattan compartiendo piso con varias personas y muchos gatos, algunos comentan que vive con su último amante y, realmente, nunca sabremos si es verdad o todo forma parte del personaje.