Ha transcurrido más de medio siglo del famoso discurso de Robert Schumann, antiguo ministro francés de Asuntos Exteriores, palabras aquellas que representaron la antesala de los cimientos de lo que hoy es la Unión Europea.
Y es hoy, tantas décadas después, que aquel ilusionante proyecto no ha conseguido superar el cierto pesimismo de los más jóvenes, llamados, sin duda alguna, a consolidar definitivamente ese gran proyecto europeo común. Los actuales jóvenes graduados ven su futuro sin la ilusión propia de la edad que les predispone para ello. Aprecian una UE sin horizontes profesionales ciertos. ”El futuro es vuestro” no deja de ser un tópico estéril y el paro juvenil continúa siendo el punto débil de muchos de los países del viejo continente que conforman la Unión Europea. El caso de España, todavía más sangrante, si cabe, con una tasa de paro muy superior a la de la media europea.
Vosotros que sois la nueva esperanza, tenéis el reto de participar, de ser actores principales de una Europa más solidaria, humana, justa, sin protagonismos de unos países sobre otros, en la que unas y otras naciones se complementen y en el que las más prosperas ayuden al desarrollo de aquellas menos privilegiadas y débiles, conscientes de que la fortaleza de la acción conjunta posibilitará, en un futuro próximo, la consolidación de una Europa más influyente y una moneda más fuerte.
Ser conscientes de que sois europeos antes que nada y que todos los países que forman la UE tienen que ceder soberanía para que haya un parlamento único, un mismo sistema fiscal, una legislación común, un ejército europeo
En segundo lugar, otro reto que tenéis ante vosotros es el de la internacionalización. Los muros han caído, los mercados son globales, el planeta es la gran casa de todos y la universidad, haciendo honor a su nombre, os ha enseñado a ser más universales. Tenéis que abriros al mundo, ser los nuevos empresarios y directivos que proyecten nuestras empresas y nuestra cultura europea por encima del concepto de las nacionalidades que la forman. Ser conscientes de que sois europeos antes que nada y que todos los países que forman la UE tienen que ceder soberanía para que haya un parlamento único, un mismo sistema fiscal, una legislación común, un ejército europeo, un presupuesto común, una justicia y una cultura europeas sin que ello suponga olvidar de donde procede cada uno. Sin ello estamos perdidos ante los dos grandes bloques geoestratégicos: el anglosajón y el chino.
Por otra parte, tenéis ante vosotros el reto de la competitividad, que no es otra cosa que saber hacer las cosas mejor que los demás, con más calidad, en menor tiempo y con menor coste. La calidad total es una estrategia que busca garantizar, a largo plazo, la supervivencia, el crecimiento y la rentabilidad de una organización, optimizando su eficiencia mediante el aseguramiento permanente de la satisfacción de los clientes.
Es cierto que se trabajó duro en el acceso al euro como moneda única, pero esto no es suficiente. Mas profundo tiene que ser el trabajo a desarrollar en el futuro sino queremos que Europa sea tan sólo un parque temático al que vengan de visita unos y otros a pasar sus vacaciones.
Y aquí es donde aparece el concepto de sostenibilidad. Hay que continuar con los esfuerzos y el rigor presupuestario, luchando contra los actuales niveles de inflación, la reducción del déficit, el alto porcentaje de deuda pública sobre el PIB, el paro estructural y los niveles de gasto público. En definitiva, seguir estando, de forma sostenida en el tiempo, dentro de los llamados criterios de convergencia, no sólo en el momento del examen superado sino de forma permanentemente. La etapa de sostenibilidad a la que antes hacía alusión implica un proceso de formación y aprendizaje permanente. Según el informe de la Unesco que en su día hizo la comisión internacional sobre educación para el siglo XXI, el primer y mayor cambio previsto en la enseñanza universitaria es la “educación permanente a lo largo de toda la vida.”
Por ultimo y para finalizar, a la solidaridad, la internacionalización y la competitividad hay que añadir otro concepto sin el cual aquellas no tienen sentido, el de la honradez por encima de todo, rechazando siempre cualquier tipo de corrupción tan frecuente en determinados países. Hay que saber aprovechar las oportunidades y cultivar esos bienes tan preciados como son la creatividad, la capacidad de comunicación, la responsabilidad personal, el trabajo en equipo, la capacidad de entusiasmarse con el apasionante compromiso de mejorar la calidad de vida propia y la de los que nos rodean. Y recordad siempre que, entre el dinero y la honradez, lo segundo siempre es lo primero.