Opinión

Algunas falacias sobre el uso del euskera

Los vascos que hablan siempre en castellano y solo en castellano son más de los dos tercios de la población

  • El euskera, de 'hecho diferencial' a 'hecho artificial'

No vamos a teorizar con argumentos irrefutables, aunque podríamos hacerlo, para convencernos de que la lengua propia es como la casa propia, o la familia propia o el coche propio. Un piso de tres habitaciones, los López, un Volvo y el español, que es la lengua de uso de casi la totalidad de la población del País Vasco. Es verdad que algunos hablan también eusquera en determinadas situaciones: con su pareja (13%), en casa (12,5%), con sus amigos (10,5%) o en las tiendas de barrio (9,5%), según informa el Departamento de Cultura y Política Lingüística del Gobierno vasco (noviembre de 2023).

No quiero ser especialmente crítico, pero sí ecuánime porque dice ese informe que el 15,4% habla siempre o principalmente en eusquera con su padre, y el 14,9 con su madre, una escasa diferencia de 0,5, pero en el sentido inverso la cifra no cuadra porque el 18,6% dice hablar en euskera con sus hijos. Cabe pensar, y es lo que sospecho, que hay padres que les hablan en euskera, deseosos de conservar la tradición, pero los hijos responden en castellano, ansiosos por evitar trabas lingüísticas y ávidos por huir del yugo. La tendencia es inequívoca, se pierden hablantes en el cambio generacional, pero se ganan en la obligación de usar la lengua en la escolarización y en administración.

Ibone Bengoetxea, vicelehendakari y consejera de Cultura y Política Lingüística, dijo que promocionar una lengua “es trabajar por una mayor diversidad y por tanto, por más democracia”. ¿Es un bien trabajar por mayor diversidad? ¿Habría que recuperar la lengua de los íberos?

Digo todo esto, porque una asamblea de nacionalistas lingüísticos europeos (esencialmente españoles) se reunió en Bilbao el pasado noviembre, con patrocinio del Gobierno Vasco. Y ha llegado a la conclusión de que el 'euskara', que es como ellos prefieren llamar al vasco, se encuentra “en situación de emergencia lingüística”, entre otras causas por sufrir una “ofensiva judicial intensa”. Se refiere al Tribunal Superior de Justicia del País Vasco y los límites que impone en las administraciones y en las convocatorias de empleo público que exigen hablar vasco.

Le parece a la Lehendakaritza que el uso del vasco es un plus en la comunicación. Vive ajena, digámoslo sin suspicacia, a una realidad: entre la máquina de escribir y un ordenador portátil, ambos en el patrimonio de los vascófonos, prefiere la máquina de escribir, una elección que ya no se da en ningún rincón del mundo.

En la inauguración de la asamblea bilbaína de la red ELEN (siglas en inglés de Red Europea de Igualdad Lingüística) Ibone Bengoetxea, vicelehendakari y consejera de Cultura y Política Lingüística, dijo que promocionar una lengua “es trabajar por una mayor diversidad y por tanto, por más democracia”. ¿Es un bien trabajar por mayor diversidad? ¿Habría que recuperar la lengua de los íberos? ¿Es más democracia promocionar una lengua? ¿No será más democrático servirse de la lengua propia de todos los vascos? ¿No será más democrático acatar las sentencias que corrigen o anulan exigencias de dominio de la lengua cooficial en concursos para cubrir plazas en organismos públicos? ¿No es democrático que los hispanófonos puedan ser trabajadores de las residencias geriátricas de la Diputación de Guipúzcoa, de la Policía Local de Getxo, de la de Irún...?

Concluye la European Language Equality Network que “se avecina un retroceso”. No le falta razón. La gente sensata se pasa a al ordenador portátil. Para evitarlo, proyectan una ofensiva en los tribunales. ¡Uf...! Qué difícil es luchar contra la intransigencia Que el vasco pierda hablantes es normal. Todas las lenguas en su estado los pierden y como las lenguas son bienes de los individuos que se instalan según la necesidad, la que se necesita para que Euskadi funcione es el español. Si consiguieran erradicarlo, con el vasco no funcionaría la autonomía, necesitaría otra lengua, tal vez el inglés o el francés.

Las lenguas caminan solas y no necesitan ni a los políticos ni a las asociaciones. Precisamente esa libertad es la que garantiza el entendimiento. Los políticos vascos entienden mucho más de autobombo y de cierto desprecio a sus vecinos

No importa que goce de recursos y privilegios, tampoco importa que el Estatuto de Autonomía de 1979 y la Ley 10/1982 lo consideren, en contra de la realidad, “lengua propia” de esa comunidad. Es como decir que aunque el portátil (que también tienen) es más útil, ellos prefieren la máquina de escribir. Los vascos que hablan siempre en castellano y solo en castellano son más de los dos tercios de la población, y el otro tercio no es realmente vascófono, sino hispano-vascófono. Los hablantes de solo vasco no existen porque quedarían socialmente excluidos.

Dice también la asamblea de la Red Europea de Igualdad Lingüística que “las lenguas hegemónicas son cada vez más hegemónicas, y las lenguas minorizadas cada vez más vulnerables (…) De no dar un salto en la política lingüística, el euskara (sic), en lugar de ganar viabilidad social, comenzará a perderla”. Aquí aciertan, salvo que el salto no puede darse en política lingüística, sino en política social. No son los políticos quienes imponen las lenguas, sino los ciudadanos quienes las eligen, y suelen ser más sensatos y democráticos que los políticos.

No entraremos en si la European Language Equality Network es un chiringuito de su secretaria general, la vasca Idurre Eskisabel, y otros directivos pro catalanistas. Las lenguas caminan solas y no necesitan ni a los políticos ni a las asociaciones. Precisamente esa libertad es la que garantiza el entendimiento. Los políticos vascos entienden mucho más de autobombo y de cierto desprecio a sus vecinos castellanos, andaluces, murcianos, canarios... Y aprecio, eso sí, a Euskadi Norte, aunque allí no tengan el cerebro trastornado con el inicuo nacionalismo.

 

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