Opinión

Sánchez como Millán-Astray

No resulta imposible que a la Moncloa le vaya bien el montaje que ha diseñado. Así será si algunos entran al trapo

  • Millán Astray y Franco, los creadores de la Legión

Mira que Sánchez lleva tiempo sorprendiéndonos. Pero su última sorpresa, descubriendo públicamente su atracción necrofílica, resulta especialmente llamativa. Más es lo que hay. Un día nos sorprende declarando públicamente y por escrito el amor profundo que siente por su mujer y otro nos descubre su hasta ahora escondida necrofilia. Así es el personaje.

 

Lo que ocurre es que una y otra sorpresa no tienen otro objetivo que el intento de sacar tajada política, la que él considera que va a obtener jugando abyectamente con dos elementos tan distantes como son el amor y la muerte, hechos ambos trascendentes para el ser humano hasta el punto de haber sido tratados profusamente en la literatura y por infinidad de autores. Es llamativo que ahora sea un político el que decida dedicarse a ello, pero es absolutamente despreciable que lo haga por motivos político-partidistas.

 

Aún es peor que pretenda justificar la celebración de una muerte en nombre de la Libertad porque es evidente que el 21 de noviembre de 1975 en España no la hubo. Ni días después, ni pasadas unas semanas, ni transcurridos unos meses. De querer conmemorar sinceramente la llegada a España de la libertad, las fechas debieran ser otras como el 15 de junio de 1977, por haber tenido lugar las primeras elecciones democráticas, o cualquiera de los días de diciembre de 1.978 relacionados con la aprobación de la Constitución. Pero no, Sánchez ha elegido la fecha de una muerte, emulando así a Millán Astrain, fundador de la Legión, promulgador del célebre eslogan ¡Viva la muerte!

 

Allá Sánchez con lo que él quiera celebrar y a quien quiera emular, pero resulta una indecencia que se disponga a utilizar recursos públicos para dar satisfacción a su necrofilia. Todavía más que pretenda involucrar al S. M. el Rey en sus proyectados aquelarres mortuorios. Espero que Felipe VI no se deje utilizar en semejantes tenidas.

 

Es conveniente recordar otro eslogan de Millán Astrain que también parece haber hecho suyo Sánchez, pues fue el fundador de la Legión el que gritó "¡Muera la inteligencia!", principio que ilustra la acción de Gobierno de nuestro necrofílico presidente. Es así, basta observar la composición de los sucesivos Gobiernos de Sánchez con cualesquiera de los habidos en España hasta su llegada a La Moncloa -incluidos los de Zapatero, que ya es incluir- para comprobar hasta qué punto el amante de la necrofilia ha decidido desterrar la inteligencia de la mesa del Consejo de Ministros.

Y lo seguirá haciendo hasta que los provocados caigan en la cuenta de cómo los está utilizando y viren su conducta hacia la que se merecen los sucesivos actos de provocación protagonizados por el necrofílico que no es otra que el desprecio, el desprecio más absoluto por quien retuerce la Historia

Pero bueno parece que sí, que en 2.025 tendremos que soportar que cada tres días, en una peculiar representación de La conjura de los necios, Sánchez y los suyos nos obsequien con una ofrenda a la muerte. Con su pan se lo coman y que les aproveche. Es previsible que en las sucesivas tenidas sanchistas no veamos mandiles, bandas y collarines, tampoco el decoro exigido en la vestimenta en dichos eventos ni, por supuesto, la altura intelectual y cultural de las auténticas tenidas pues ya he mencionado que ¡Muera la inteligencia! es el grito de guerra que caracteriza a la corte de Sánchez.

 

Lo malo del caso es que no resulta imposible que a Sánchez le vaya bien el montaje que ha diseñado. Así será si algunos entran al trapo que torticeramente ha tendido y actúan como él desea que actúen. Hasta ahora, ha recurrido a la figura del general Franco para poner nerviosos a una parte de los españoles y la reacción agitada de éstos ha sabido utilizarla en su provecho. Y lo seguirá haciendo hasta que los provocados caigan en la cuenta de cómo los está utilizando y viren su conducta hacia la que se merecen los sucesivos actos de provocación protagonizados por el necrofílico que no es otra que el desprecio, el desprecio más absoluto por quien retuerce la Historia y utiliza el dinero de nuestros impuestos para dar rienda suelta a su ambición política financiando cien autos de fe cargados de necrofilia.

 

Y entretanto, entre auto y auto de fe, entre aquelarre y aquelarre, organizados por el Santo Oficio o por la brujería sanchista -¡Viva la muerte! y ¡Muera la inteligencia!-  Sánchez nos seguirá subiendo los impuestos, aumentando el gasto público, sobredimensionando el número de funcionarios y empleados del Estado, haciendo crecer nuestra deuda. Y, en paralelo, continuará asaltando nuestro entramado institucional, quebrantando nuestro Ordenamiento jurídico, tapando o intentando tapar la corrupción galopante en su Gobierno, su partido y su familia, construyendo su anunciado muro con el que pretende dividir a los españoles… todo con objeto de seguir ocupando el Palacio de la Moncloa.

 

Bueno, pues no facilitemos a Sánchez el cumplimiento de su objetivo y empecemos para ello por desatender su grito de "¡A mí la Legión!" -otra vez Millán Astraín- y despreciemos colectivamente las cien fiestas de la muerte que pretende celebrar en este año. Que se encuentre con el desprecio social que merece tan abyecta iniciativa. Que fracase así en su nuevo intento de dividir a los españoles. Que se inicie de ese modo el derrumbe del execrable muro que está construyendo. Que se acabe, en fin, la historia de Sánchez para que pueda reiniciarse la Historia de nuestra democracia.

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