En apenas un mes, Carles Puigdemont pretende lucir el birrete de jefe de la república independiente de Cataluña. A efectos jurídicos, y dado el nulo apoyo internacional, pese a insuflar decenas de millones a las embajadas de los países catalanes, un sinónimo de aquel anuncio de Ikea en el que animaba a cada Juan español a ser el sheriff de la república independiente de su casa. “¿Al fin y al cabo que es el 1-O? Un mero acto con mucho artificio (y apoyo) mediático de los medios catalanes pero sin ningún tipo de valor jurídico al estar anulado por el Tribunal Constitucional. ¿Y qué pasará el 2-O? Cataluña será artificialmente independiente, si finalmente el Govern se atreve a firmar la convocatoria de referéndum, y éste sale a favor de la independencia. Pero todas las grandes empresas catalanas mantendrán su operativa diaria de empresa española, con las connotaciones que eso tiene tanto a nivel europeo –la relación con el Banco Central Europeo de Caixabank y Sabadell, por ejemplo- como mundial. Se equivoca el Govern si obliga a elegir a las empresas entre España y Cataluña. Todas tienen un compromiso enorme con Cataluña pero su mayor volumen de negocio está en España. Y la pela es la pela” .
La reflexión se escucha tranquila durante esos días en los labios de un importante empresario catalán. Uno de esos tipos entre los que se repartirá la decisión de tener que pulsar el botón del pánico que provoque la mudanza de sede de Barcelona a Madrid. Pese a lo caliente del proceso, y la instrumentalización política de los atentados de Barcelona y Cambrils por parte de la cohorte de Puigdemont, en los grandes despachos no se respira esa necesidad de tener que tomar ese puente aéreo. Todos tienen su plan B, perfectamente definido. Banco Sabadell, por ejemplo, apenas necesitaría un consejo de administración para aprobar el traslado de su sede social a Madrid, mediante la creación de un hólding, del que pendiera una filial catalana. Caixabank, la otra entidad financiera, ya trasladó a finales de 2015 la sede de su banca corporativa a Madrid. El movimiento se explicó entonces con una intención exclusivamente empresarial: ganar cuota de mercado entre las grandes empresas del Ibex y las instituciones. El atajo es claro ante lo que pueda suponer la deriva del procés. Lo contrario implicaría la desprotección del Fondo de Garantía de Depósito, en perjuicio de Sabadell y Caixabank y de sus clientes. Pero también de las finanzas públicas catalanas. La Generalitat ha logrado enjuagar su deuda gracias sobre todo al Fondo de Liquidez Autonómica, pero también, a los préstamos de entidades privadas. Pocas pensiones catalanes y a pocos funcionarios catalanes, por no hablar de infraestructuras, podría mantener si de un plumazo se desmontase toda su red financiera que depende del Estado. De eso, chitón. Ni una palabra.
En estos días, pese a los mensajes diarios de ruptura, el sentimiento entre muchos empresarios catalanes es más de expectación que de temor al precipicio
En estos días, pese a los mensajes diarios de ruptura, el sentimiento entre muchos empresarios catalanes es más de expectación que de temor al precipicio. Algunos de ellos tienen la tranquilidad que aporta el mercado. Los inversores en Bolsa no tienen en cuenta el proceso independentista catalán a la hora de decidir sobre las compañías a las que destinan su dinero, como analizaban este domingo Alberto Ortín y Aitana Constans en este diario. La cotización de Caixabank, Sabadell, Gas Natural, y Abertis, los grandes grupos catalanes cotizados, a priori las empresas que más afectadas se verían por un hipotético catalanexit, no se ha resentido en ningún momento por el movimiento separatista. La Bolsa, por ahora, pasa olímpicamente del procés.
Las cuatro multinacionales mencionadas, que suman un valor total de mercado de 74.400 millones de euros, no sólo no se han resentido en Bolsa por las noticias sobre el proceso separatista: La evolución del valor de sus acciones en el mercado ha sido fuertemente alcista durante el último año. A pesar de que en los últimos doce meses la tensión política se ha ido calentando hasta rozar el punto de ebullición, la cotización de los dos grandes bancos con sede en Barcelona, y la de la compañía energética y la de la empresa concesionaria de infraestructuras, se ha disparado por razones alejadas a la corriente independentista.
Todo es culpa del mercado. ¡Bendito mercado! Un colchón de seguridad reforzado en algunas consultas efectuadas por diversas empresas catalanas a las firmas de rating ante una posible bajada de calificación en caso de independencia en Cataluña. De nuevo, indiferencia ante una posible secesión mediática. “El mercado no se cree el procés simplemente porque, como lo está planteando el gobierno catalán, es una entelequia. Ni han creado teóricamente una estructura ni tampoco han explicado cómo sería su estructura de Estado y mucho menos de financiación. Nada tiene que ver con el Brexit. Ahí hubo una decisión vinculante para cambiar la reglas de juego y un acuerdo entre Europa y Reino Unido para negociar esa situación. Ahora, no existe nada de eso. Cataluña no va a ser independiente el 2 de octubre porque lo diga Puigdemont en base a un posible referéndum que sería ilegal. Este es el motivo por el que el mercado no está castigando todo este ruido político que existe desde hace meses”, explica un analista de una gran firma de inversión mundial.
En el PP, sin embargo, algunas voces confiaban en un mayor protagonismo de Isidro Fainé frente al procés
Pero no sólo el comportamiento del mercado tranquiliza a los empresarios. También esos movimientos políticos en la sombra entre los gobiernos centrales y catalán, que todo el mundo intuye, o más bien confía en que se estén cocinando, pero que nadie atreve a confirmar ni a apostar porque se estén produciendo realmente. “Las posibilidades de que se llegue al 1-O en la situación actual es cero. Algo sucederá en las próximas semanas que lo desactive y no será una resolución de ilegalidad por parte del Tribunal Constitucional”, explica otro empresario, que reivindica un paso adelante definitivo de la burguesía empresarial catalana en contra del órdago secesionista. “Ya no queda más tiempo. Es ahora o nunca”, reflexiona, mientras espera la llamada del Gobierno de Mariano Rajoy para ponerse en marcha. Una carta que aún no se ha decidido jugar –si finalmente se activa- desde Moncloa. En el PP, sin embargo, algunas voces confiaban en un mayor protagonismo de Isidro Fainé frente al procés. “Es cierto que ha hecho algún gesto contra el independentismo pero debería haber sido más claro y contundente porque Fainé es el ejemplo en el que se miran todos los empresarios catalanes. Si él dice no, todos hubieran ido detrás”, explican desde Génova.
La falta de movimientos desde Moncloa hacia el mundo empresarial contrastan con las presiones por parte de Puigdemont hacia algunos de los empresarios rebeldes con su causa. Así ha sucedido con Josep Oliu, presidente de Sabadell, quien ha recibido varios tirones de orejas de la Generalitat por significarse en varias ocasiones en contra del procés. “Sólo una minoría de empresarios catalanes de grandes compañías que no dependen de la administración y que tienen parte de su negocio fuera pueden decir lo que piensan públicamente, asegura Félix Revuelta, presidente de Naturhouse, la última gran compañía catalana en tomar el puente aéreo a Madrid. Otros, sin embargo, con menos poder y más indefensos ante el chantaje de la Generalitat prefieren trasladarse en silencio desde Cataluña a zonas limítrofes para poder continuar con sus negocios. Simplemente por estar señalados por tierra, mar, aire o esa lamentable aplicación móvil que delata a los comercios que no atienden en catalán. Un boicot nauseabundo a esos catalanes que tienen la desgracia de sentirse también españoles.