El que va en serio, quien va 'a por todas' de momento, es Mariano Rajoy. Decidida la defenestración de Alicia Sánchez-Camacho, tal y como adelantó en la tarde del lunes Vozpópuli, el presidente del Gobierno se ha olvidado de las medias tintas, de los paños calientes, de las actitudes templadas, de la infinita paciencia con Artur Mas. El PP desarollaba en Cataluña una estrategia perdedora, a la vista está, que sólo ha servido para encaramar a Ciudadanos a la cabeza de los sondeos, luego de arrebatarle gran parte del voto catalán. Rajoy ha optado por García Albiol, el beligerante exalcalde de Badalona, como candidato a las autonómicas del 27-M. Una decisión personal del presidente. Camacho estaba quemada, tanto por los augurios de los sondeos como por los turbios episodios de las escuchas del restaurante de la Camarga. Mucha gente en Cataluña ha buceado en el contenido de esas cintas. Demasiada. Jorge Moragas lo tenía claro. El nuevo jefe de Génova veía imprescindible que apostar por Camacho era optar por una severa derrota. La encuestas de Génova no le concedían más que cinco escaños, de los 19 actuales. Con Albiol, un correoso luchador, un político agresivo, el PP descendería hasta 12 o 13. Es decir, frenaba levemente el anunciado impacto de Ciudadanos.
Rajoy va en serio. Ha movilizado a la escuadrilla de abogados del Estado, de juristas y de asesores para levantar un dique de contención jurídica a los sinuosos planes de Artur Mas. Las autonómicas no serán un plebiscito. Ni Cataluña saldrá de España. Ni de Europa. Y se acabaron las atenciones y los abrazos amables. El rey, también aquí, ha señalado el camino. Un gélido recibimiento al president en la Zarzuela resultó elocuente.
Problemas con la inmigración
A García Albiol le persiguen algunos gestos excesivos sobre el asunto de la inmigración en Badalona, una localidad con severos problemas en este asunto. También Maroto, ahora en la cúpula del partido, fue objeto de similar persecución cuando era alcalde de Vitoria.
Desde la decapitación política de Vidal-Quadras, el PP catalán no ha encontrado su lugar en el mundo. Jorge Fernández Díaz, actual ministro del Interior, ha sido un firme defensor de la 'conllevancia' con el nacionalismo. Tanto, que llegaron a encabezar el PP catalán personajes como Trias de Bes y Josep Piqué, en las antípodas de lo que el simpatizante del partido reclamaba en una Cataluña cada vez más enclaustrada, cada vez más disparatada. Tan despistado iba el PP que incluso Sánchez-Camacho tuvo que disputar las primarias a Montserrat Nebrera, singular dama que culminó su carrera en las filas independentistas. Nada se ha podido hacer peor. Terreno abonado para la aparición de Ciudadanos y su actual escalada en intención de voto.
Albiol llega para frenar a Rivera, para recuperar el voto menos complaciente con el nacionalismo, para repescar, si puede, los miles de votantes que se han fugado rumbo a Ciudadanos. Tarea complicada. No hay apenas tiempo. Pero el gesto de Rajoy es contundente. Se acabaron las medias gaitas (gallegas) y los guiños. Y también esa teoría de que la dureza frente al secesionismo crea más independentistas. Argumento falaz que siempre esgrimen quienes amparan a los partidarios de la ruptura. Hay una gran parte de la sociedad catalana que necesita amparo, apoyo y comprensión, que se siente huérfana ante las actitudes intransigentes, casi totalitarias, de un nacionalismo que ya ha fracturado a los catalanes en dos bloques. Mas insiste en que no votar en septiembre a su absurda candidatura, en la que ni iquiera él aparece en primer lugar, es votar 'no' a Cataluña. Así de palmario y grosero es su discurso. Albiol no es precisamente sutil. Pero ya no están las cosas en Cataluña para floretes y guantes de seda. Quien va "a por todas" es Rajoy. Con toda la Esaña constitucional detrás.