Análisis

Instituto Estatal para el Talento en el Empleo

  

  • Rajoy y Rivera se saludan al sellar el pacto de investidura.

El acuerdo entre el PP y Ciudadanos firmado el domingo incluye la creación de un Instituto Estatal para el Talento en el Empleo. ¿Qué? ¿Cómo se les ha quedado el cuerpo? Me parece un hallazgo, una de las ideas del siglo, comparable, por lo que tiene de estrambote, a ese “Ministerio de la Felicidad” que a primeros de año se le ocurrió al primer ministro de Emiratos Árabes, el jeque Mohamed ben Rashid Al Maktoum, para generar "bondad social y satisfacción” en el país. En la Venezuela de Maduro existe también un “Viceministerio para la Suprema Felicidad Social del Pueblo”. De verdad. En Ecuador cuentan con un “Ministro del Buen Vivir”, cuya cartera ocupa un tal Freddy Ehlers, un tipo con pinta de vividor. Nosotros vamos a tener un Instituto para el Talento en el Empleo. Tal cual. Una idea genial o una ideica. ¿Qué hemos de entender por Talento en el Empleo? Hay gente talentosa que no solo hace bien su trabajo, sino que lo realiza con un plus de creatividad, ahorrando esfuerzo, economizando tiempo, con alegría. También los hay que se pasan la jornada sin dar palo al agua. Escurriendo el bulto. Eso es talento, aunque del malo. Pero, a lo que íbamos. Se trata del punto tercero de la medida nº 42 (de un total de 150), y dice así: “Crear el organismo independiente Instituto Estatal para el Talento en el Empleo, con competencias suficientes para evaluar de forma continua las políticas activas de empleo implementadas por todas las administraciones públicas, mejorando su coordinación y promoviendo un aumento de su eficacia y eficiencia”.

Redacción arquetipo de los 44 folios del documento titulado '150 compromisos para mejorar España', plagado de promesas inconcretas, de ideas e ideicas, improvisado, acelerado, etéreo, poco serio, pero rezumando, eso sí, intervencionismo por los cuatro costados y una burocracia asfixiante, un tufo socialdemócrata muy acorde con los tiempos que vivimos, muy del gusto del español medio, ese español que quiere que se lo den todo hecho, todo garantizado, todo permitido, todo gratis, nada ganado con el bíblico sudor de tu frente; ese español enemigo acérrimo de la enseña del sabio Babaji, según la cual “la libertad es la voluntad de ser responsable de uno mismo”. De la imagen nueva de aquel Ciudadanos que en Cataluña se enfrentó a pecho descubierto a la impostura nacionalista con la fuerza de su verdad, libre de ataduras, apenas queda nada. O queda bastante poco. El proceso de fusión en el paisaje de los vicios de la política española es evidente. Confusión incluso en el lenguaje: introduciremos, promoveremos, estableceremos, fortaleceremos, garantizaremos… ¿Es este el lenguaje que va a mejorar España?

El populismo parece haber alcanzado su cénit en estos tiempos oscuros. Zapatero, más vivo que nunca

El populismo parece haber alcanzado su cénit en estos tiempos oscuros. Zapatero, más vivo que nunca. Dinero para la dependencia, sanidad gratis total y universal, educación igualmente gratuita con becas para todos, dación en pago para las hipotecas fallidas, más semanas de libranza por paternidad, ayudas para las familias que no llegan a fin de mes, dinero para socorrer a los niños que pasan hambre… ¿De verdad hay en España 1,2 millones de niños que pasan hambre? ¿Quién hace esas estadísticas? ¿De dónde salen? No importa, da lo mismo. Se aceptan los argumentos, las cifras de Intermon Oxfam, de Facua, de OCU, de Adicae, del lucero del alba. El año pasado, a la alcaldesa Carmena le salía que en Madrid capital había 25.563 niños en riesgo de pobreza, ni uno más ni uno menos, 25.563 niños “en riesgo de malnutrición que necesitan que reforcemos sus comidas” (sic), la gran dama dijo, para escándalo de píos y troyanos. Al final resultó que alrededor de 600 niños se apuntaron al plan de comedores previsto para 2015. Carmena se disculpó, cierto. Las estadísticas no eran muy fiables. Pero C’s las sigue comprando sin problema, y el PP las endosa igualmente sin el menor rigor. ¿Qué más da? 

El pacto habla de un gasto extra de 28.500 millones en los próximos cuatro ejercicios para atender esas ofertas, una cifra que a la izquierda le parece ridícula, faltaría más, casi una ofensa, pero que se da de bruces con los 24.500 millones que el Estado está obligado a recortar para reducir el déficit público desde el 5,16% de finales de 2015 hasta el 3% en 2017. La orquesta del Titanic. Desde luego que no vamos a cumplir el objetivo de déficit (3,7% del PIB) en 2016, y tampoco lo cumpliremos en 2017 ni en 2018, y no lo vamos a cumplir por lo dicho hasta aquí, porque este país está muy enfermo de demagogia, muy enfermo de populismo, de estatismo, de buenismo y dos huevos duros. El solo enunciado de 150 reformas, acordadas a matacaballo en unos días y para una simple investidura, que no para un Gobierno de coalición, ya sonaba un poco a broma. Y bien, don Alberto, en lugar de las 150 reformas, ¿por qué no, ya puestos, 1.500 por el mismo precio?

El laberinto ideológico de Ciudadanos

A menos que Ciudadanos haya decidido ir a zamparse, con o sin la connivencia del PP, el espacio electoral del PSOE, el acuerdo PP-C’s del domingo suena, por eso, a disparate. Al descubierto ha quedado el laberinto ideológico en que navega un partido cuya cúpula dirigente es de centro izquierda y cuyos votantes, me malicio, son de centro derecha, porque buena parte de quienes dan su voto a la formación naranja son antiguos simpatizantes del PP que no quieren saber nada de la gaviota, porque no son capaces de soportar, ni tapándose la nariz, el hedor que desprenden sus mil y un casos de corrupción y, en consecuencia, no pueden votarle de ninguna de las maneras, a menos que medie un cambio radical de personas y de ideas, cosa que razonablemente cabe esperar para una próxima glaciación. Son votantes, por ende, que, a tientas, dando palos de ciego, tratan de convencerse, tal vez de engañarse, de que C’s puede ser ese abrelatas que la democracia española precisa para dar un salto de calidad por la vía de la regeneración democrática.

El señor Rajoy está más que dispuesto a encabezar un Gobierno encargado de administrar un programa socialdemócrata, de izquierda radical incluso

Para ese votante, sustancialmente liberal, lo del domingo fue algo parecido a una pesadilla. La demagogia socialdemócrata ha venido para quedarse. A derecha e izquierda. Todo en España es socialdemocracia. En el PP y en la extrema izquierda. Todo es dinero público. Que pague el Estado. O Rita la cantaora. Hoy más que nunca está en peligro el crecimiento y la creación de empleo, porque, desaparecida la derecha en el cenagal de esa demagogia que todo lo invade, no hay un Gobierno posible, no cabe imaginar un Ejecutivo capaz de imponer un poco de sensatez en las cuentas públicas a futuro y mantener el rumbo de la ortodoxia que se le supone a todo Gobierno conservador. Al PP ya le va bien la propuesta de C’s y cualquier propuesta que le haga el PSOE, incluso Podemos, con tal de que le asegure el ejercicio del Poder, con tal de que le permita seguir en el Gobierno. A Mariano Rajoy y a los suyos les da lo mismo ocho que ochenta. En el fondo, a los populares les encanta ahora la charlatanería socialista. Nadie les gana ya a progres. Lo único que les importa es gobernar. La dura realidad.

Lo denotaba el rostro de Mariano durante la rueda de prensa del domingo en la que “defendió” el pacto con Rivera. Gesto tenso, desabrido, incómodo. Fuera de foco. La mueca de quien sabe que lo que ha firmado más que una estupidez es una golfada; el ademán de quien se está tragando un sapo porque no se cree lo que acaba de rubricar –entre otras cosas porque no va a servir de nada- y porque no pasa de ser una traición, otra más, a los principios de toda derecha liberal-conservadora que se precie. El PP traga con todo, con tal de seguir en el machito. El discurso de ayer volvió a ponerlo de manifiesto. Ofertas a diestra y siniestra. El señor Rajoy está más que dispuesto a encabezar un Gobierno encargado de administrar un programa socialdemócrata, de izquierda radical incluso. Es lo que hay, aunque, de momento, no va a poder ser. Tras el déjà vu de Mariano de ayer, asistiremos al déjà vu de Pedro de hoy, un tipo a quien cabría recordar aquella frase pronunciada por Indalecio Prieto en Cuenca (mitin de mayo de 1936): “Mis dos amores son el Partido Socialista y España, pero si alguna vez hubiera contradicción entre ellos, que no deseo se produzca nunca, elegiría los intereses de España”. Menos mal que vamos a tener un Instituto para el Talento en el Empleo. ¿Cómo hemos podido vivir sin él tanto tiempo?

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