Pablo Iglesias tiró ayer de corbata roja para presentar en sociedad el programa de Podemos (“Un país para la gente. Bases políticas para un Gobierno estable y con garantías”). Rojo apuntando a granate para no asustar, aunque en la calle Ferraz aún no se han repuesto del susto a juzgar por el rotundo “Pablo, no sabes dónde estás” del Hernando socialista, como queriendo decir “no sabes en qué país vives”, y yo creo que sí, Antonio, que Pablo sabe muy bien dónde le aprieta el zapato, cuáles son sus miedos atávicos de este país, la cobardía congénita de sus gentes, sus debilidades, y también sin duda sus sueños, sus aspiraciones, los ideales de esa clase menestral a la que nadie nunca enseñó a valerse por sí misma y que por ende sueña con las ayudas, las subvenciones, la imagen del gran padre Estado dispuesto a solventar las dificultades que para el hombre libre, consciente de lo que significa la responsabilidad individual, supone transitar en solitario y sin escudo por este perro mundo.
Antonio Hernando dijo ayer sentir “perplejidad, preocupación y decepción” ante el programa de Podemos. Una provocación. Lo de Iglesias es una provocación en toda regla al PSOE y a su líder, que aún sueña con la idea de concitar en su derredor un bloque variopinto, a ser posible de izquierdas, que le permita ocupar La Moncloa. Provocación y anuncio expreso de que Podemos quiere ir a nuevas elecciones, como tantos sospechaban desde el principio, para tomar de nuevo el pulso al electorado en la esperanza de, a río revuelto, hacer realidad el sorpasso y convertirse en segunda fuerza electoral del país tras el PP, y quién sabe si rozando incluso el larguero del PP. De modo que Pedro, querido, lasciate ogni speranza que decía el Dante y prepárate para unas nuevas elecciones para las que algunos ya apuntan fecha: 26 de junio.
El programa que propone Pablemos nos costaría 96.000 millones, más de 9 puntos de PIB a ojo de buen cubero
Desde el punto de vista económico, los chicos de Podemos se lo han currado. Nada menos que 98 folios (frente a los 54 de Sánchez y los 23 de Rajoy) en los que realizan un encomiable esfuerzo por explicar lo inexplicable desde el punto de vista de un liberal que cree en la libre competencia y detesta el papel invasor del Estado Leviatán. Técnica y argumentalmente está mejor armado que el programa del PSOE y, por supuesto, que el del PP (si es que a los folios descafeinados del PP se les puede calificar de Programa). “El país para la gente” que propone Pablemos y sus artistas nos cuesta, nos costaría, 96.000 millones de euros, más de 9 puntos de PIB a ojo de buen cubero, que se financiarían con subidas masivas de impuestos y con el aumento de los ingresos fiscales producto del crecimiento económico, que aquí Pablo calla, Iglesias no critica, o tal parece, que Mariano el Pésimo haya dejado la economía creciendo al 3,2%, aunque ignora los efectos que sobre el consumo, ergo sobre el crecimiento, tendrían aquellas subidas de impuestos.
Pelillos a la mar. Un programa keynesiano clásico de expansión de la demanda a través del aumento del gasto público y la subida de impuestos. Una verdadera orgía de gasto. La utilización de la política fiscal como instrumento de nivelación de rentas. Algo tan viejo como el mundo, y no muy alejado de lo que propugna el PSOE de Sánchez, en algunos aspectos incluso más liviano, tal que en la voladura de la Reforma Laboral del PP, que los chicos de Podemos llevarían a cabo de forma más controlada, más pausada, que el partido socialista. El plan podemita no hace mención a nacionalizaciones de ningún tipo, todo un avance desde el punto de vista de los admiradores del “exprópiese” chavista. Como no podía ser de otro modo, el “viva la gente” de Pablo está de acuerdo en negociar con Bruselas la revisión de los objetivos de déficit para este año, algo en lo que coincide plenamente con Sánchez, con Garicano, antaño santo patrón de la ortodoxia presupuestaria, e incluso con Mariano, un converso en la materia.
El concejal Zapata y la corrupción
Por lo demás, la exigencia de un referéndum para Cataluña o la reivindicación de esa vicepresidencia que tendría a su cargo a CNI y Defensa no puede ser considerada más que como la guinda de esa provocación destinada a dinamitar los esfuerzos del náufrago Sánchez por alcanzar las costas de Moncloa, y también como la evidencia de los compromisos que atan al chico de la coleta con las Mareas y demás fenómenos de la meteorología antisistema. Pintoresca la reestructuración ministerial del Gobierno, con la palma de ese Ministerio de la Plurinacionalidad, y aterradora la perspectiva de esa ristra de altos cargos que describe y que darían sobradamente para acomodar las apetencias del soviet podemita al completo. Y mucho palo a la corrupción, mano dura contra la corrupción, guillotina para los corruptos, aunque nosotros ya hemos empezado a situar a los nuestros, ¡Pablo, colócanos a todos!, y ahí está el concejal Zapata y el chollo que le ha buscado a su exnovia para demostrarlo.
El programa podemita no hace mención a nacionalizaciones, un avance desde el punto de vista de los admiradores del “exprópiese” chavista
El talante del texto queda reflejado en una frase cualquiera (las hay a cientos): aquella que se refiere a la “necesidad de replantearnos [en la futura Constitución] la salvaguarda de la cobertura de las necesidades básicas del pueblo” (sic). Es el modelo que preconiza Podemos: la sociedad cerrada, la sociedad igualitaria por decreto, la sociedad comunista, frente a los defensores de la sociedad abierta integrada por hombres libres, libres para elegir, para triunfar y fracasar, para intentarlo de nuevo y para ser felices sin el diktat de un Estado omnipresente. En ninguno de los 98 folios del programa de Podemos figura la palabra “Libertad”, o al menos yo no la he visto. En frase de Fernando Savater, “se puede vivir de muchos modos, pero hay modos que no dejan vivir”.
En momentos de oscuridad como los actuales, tal vez convenga rescatar un párrafo del discurso que Margaret Thatcher pronunció en Cardiff un lejano 16 de abril de 1979: “La recuperación solo puede venir del trabajo de las personas. No debemos refugiarnos detrás de decisiones colectivas. Cada uno de nosotros debe asumir sus propias responsabilidades. Lo que somos y lo que podemos llegar a ser depende esencialmente de nuestro esfuerzo. ¿Cuál es el auténtico motor de la sociedad? El deseo de la persona de conseguir lo mejor para él y su familia. La gente no va a trabajar para el ministro de Hacienda. La gente trabaja para su familia, para sus hijos, para ayudar a cuidar a sus padres. Ese es el camino que ha hecho prosperar a la sociedad: el trabajo de millones de personas decididas a dar a sus hijos una vida mejor que la que ellos tuvieron. No hay alternativa para este instinto humano elemental, y lo peor que un Gobierno puede hacer es tratar de reprimirlo mediante una especie de alternativa colectiva. Ellos [el Gobierno] no quieren trabajar, no pueden trabajar. They crush and destroy something precious and vital in the nation and in the individual spirit”. Imposible más con menos.