Ahora que tanto la ANC como Ómnium están descabezadas y, en cierto modo, amortizadas, el Govern va a utilizar como ariete de batalla a los medios de comunicación públicos. Si hasta ahora habían sido la correa de transmisión entre las consignas de Palau y la audiencia, a partir del 155 piensan intensificar muchísimo más su demagógica línea.
El Alcázar no se rinde
El director de TV3 Vicenç Sanchís no ha podido decirlo más claro: “Mi cargo solo puede decidirse en el Consell de Govern que depende del Parlament. Y no creo que este atienda a los requerimientos que puedan hacerle otros, así que el estado no lo tiene fácil”. ¿Quién es este hombre que desafía al estado de derecho con tamaño atrevimiento? Sanchís es un valenciano pancatalanista que siempre ha gozado de la confianza nacionalista, desde los tiempos de Jordi Pujol, en los que dirigió diarios afines al partido de derechas catalán como El Observador, auspiciado por Lluís Prenafeta, la mano derecha de Pujol, juzgado en el caso Pretoria por tráfico de influencias y un delito continuado de blanqueo de capitales, o el clásico Avui. Su nombramiento, sustituyendo a Jaume Peral, se produjo porque Carles Puigdemont precisaba un comisario político mucho más duro al frente del timón de la televisión pública –es un decir– catalana.
Efectivamente, con Sanchís se ha llegado al culmen de la línea de servilismo hacia el poder autonómico que ha caracterizado a TV3 a lo largo de su existencia. No es que sus predecesores estuviesen menos dispuestos que él a recibir consignas de la Generalitat, ni mucho menos, es que ahora las exigencias del guión reclamaban un hombre dispuesto a incendiarlo todo con tal de que, de día o de noche, en los programas que fuesen y sin el menor sonrojo se propalasen todas y cada una de las consignas independentistas.
Como ustedes comprenderán, en un medio privado cada uno es libre de mantener la línea editorial que desee, pero lo que ha pasado en Cataluña ha sido de escándalo. La Corporación Catalana de Medios Audiovisuales, bajo meras apariencias democráticas, es el politburó más estalinista al servicio de la insumisión ante todo lo que no sea la independencia. No es gratis, claro. Su plantilla permanece inalterada en épocas de fortísimos recortes en sanidad o educación. Bien se cuidó Francesc Homs cuando era conseller con Artur Mas de tenerlos tranquilitos asegurándoles sueldos y prebendas. Lo mismo sucede con los cargos directivos: su fidelidad se llama cuenta corriente. El propio Sanchís cobra anualmente la nada despreciable cifra de 108.000 euros, solo 1.600 menos anuales que un conseller. El patriotismo tiene precio suculento y así hemos llegado hasta donde estamos, a base de dinero pagado por todos. La audiencia no ha sido ajena a la torpe manipulación y lo que, en principio, era más fácil de tragar con programas de cierta calidad al inicio de la autonómica, ahora se ha tornado en algo indigesto. TV3 tenía en 1989 un 31% de audiencia, en cambio, el 2015 había caído hasta el 16,6.
Lo mismo sucede con los cargos directivos: su fidelidad se llama cuenta corriente"
El Alcázar televisivo de los independentistas no parece dispuesto a acatar otra ley que no sea la que emana de sí misma y de su exagerado presupuesto. En 2015 ascendía a 159,6 millones de euros. No soy de ciencias, hagan ustedes el cálculo en antiguas pesetas y horrorícense, porque la cosa va de miles de millones. Dudo que se haya invertido tanto en propaganda en ningún régimen democrático, especialmente si tenemos en cuenta que estamos hablando de un medio de ámbito territorial pequeño y cuyo fin es mantener presente el idioma catalán. Pero nunca ha sido así. El mismo Pujol afirmaba que prefería perder todas las competencias de la Generalitat antes que TV3. Sabía muy bien lo que se decía. De aquellos fangos han surgido los lodos que padecemos los catalanes hoy en día, sufragando un monstruo con una plantilla superior a la de Antena Tres y Tele cinco juntas, de calidad deplorable, totalmente politizado y sin el menor atisbo creativo. Es la perpetuación de la mediocridad más abyecta, de la falta de talento, del amiguismo y la sinrazón más absoluta que existe en cualquiera de las televisiones europeas. Las mismas productoras de los amiguetes de siempre se reparten un pastel suculento. Ni los socialistas cuando gobernaron pudieron hincarle el diente a ese monstruo, entregándolo a Esquerra a cambio de su colaboración con el Tripartito de Maragall.
Digo más, el actual star system televisivo catalán se nutre, hay que decirlo, de auténticas mediocridades que difícilmente conseguirían trabajar en cualquier otro medio que no fuese este. Desde caricatas que iban para cabareteras quedándose en simples voceras del Govern que queman la Constitución a presentadores que solo saben dar masajes, ignoramos si con final feliz o no, a todo Conseller que tienen delante de ellos. Esa es la realidad. Informativos que son deformativos, tertulias que solo integran voces adictas al régimen, programas de entretenimiento ñoños en los que se deslizan sin el menor reparo los mensajes del secesionismo y, en suma, algo impresentable a nivel político y profesional. Eso sí, ellos viven muy bien gracias a nuestros impuestos.
Pero si la televisión catalana está estigmatizada por tanta vileza, la radio no lo está menos.
Radio Tirana
En Catalunya Ràdio sucede lo mismo que en TV3, incluso peor. La conductora de las mañanas Mónica Terribas, ex directora de TV3, por cierto, se lleva al año 240.000 euros más incentivos. Ignoro cuales deben ser éstos. Por la audiencia no, porque hace tiempo que dejó de ser líder en favor de otra emisora, privada y propiedad del ínclito Conde de Godó. Dudo que las emisoras comunistas del Pacto de Varsovia tuvieran una censura tan rígida como la existente en Catalunya Ràdio. Su parrilla es tan descorazonadora como la de TV3, porque los mismos que aparecen en las pantallas son los que tienen programas en la radio en un ejercicio de autocomplacencia política onanista.
Desde los informativos a los programas que aparentan ser más inocentes, están impregnados de la idea del independentismo"
No voy a repetir lo mismo que con la televisión. Si acaso, comentar que también aquí, desde los informativos a los programas que aparentan ser más inocentes, están impregnados de la idea del independentismo. Desde encuestas como “¿Estaría dispuesto a dar su vida por Cataluña?”, que conlleva la mayor perversión ideológica imaginable, al acoso y derribo a la oposición. Baste señalar como ejemplo el de un conocido periodista que se quejó en una tertulia de que eran cuatro contra él, incluyendo al presentador. Porque, eso sí, llevan a UNA persona que no sea de su secta para cebarse en ella, para ridiculizarla, dejarla como alguien ajeno al cuerpo glorioso de la nación catalana. No en vano se dice que, si alguien aparece hablando en castellano en la tele o la radio públicas en Cataluña o es una prostituta o un delincuente. Todo esto no es nuevo para nadie. A servidor me llevaron algunas veces a la tertulia que presentaba Josep Cuní antes de marcharse de TV3 en el 2011. La amistad con el periodista catalán venía de tiempo, cuando los dos coincidimos de la emisora COM Ràdio, dependiente de la Diputación y el Ayuntamiento de Barcelona en los tiempos socialistas.
Acudí una docena de veces y, al marcharse Cuní, los que le sustituyeron consideraron oportuno prescindir de mí humilde persona. Sin la menor explicación, por descontado, que ni hacía falta ni jamás a esperé, porque conozco muy bien que mi nombre, como el de numerosos periodistas, está en una lista negra.
No piensen, porque sería erróneo, que en mis palabras exista rencor de ningún tipo. Si yo viese en TV3 a personas de la altura de Xavier Rius, Manuel Trallero, Pérez Andújar, Albert Boadella, Myriam Tey, Tomás Guasch, Félix de Azúa o Pedro Ruiz me sentiría satisfecho y orgulloso, que no me tengo por nadie importante. Pero, claro, todos están calificados como no adictos en unos medios pervertidos hasta la médula y no caben, no cabemos, en el búnker separatista y acrítico de los medios catalanes.
Mejor sería destinar todos esos millones a camas de hospital, residencias para ancianos, plazas de médico, o escuelas dignas. Ténganlo en cuenta los responsables del 155. Subvenciones a los medios, pocas o ninguna. Que cada palo aguante su vela y Dios en la de todos. Aunque sean de los suyos.
Miquel Giménez