No es un argumento propio de los independentistas, ni mucho menos. Lo cierto es que en los últimos días hemos visto como las decisiones políticas importantes en lo que afecta al 21-D tanto en lo que afecta al PSC, PP, Esquerra o PDeCAT se han tomado desde fuera de Cataluña. Menuda paradoja.
Los partidos dependientes
Los próximos comicios son cualquier cosa, menos normales. Y no es porque sean plebiscitarios, refrendarios, definitivos o cualquiera otra adjetivación espuria que pretenda darse. Si son algo raro es porque no tienen nada de normal, entendiendo la normalidad como lo que deberían ser este tipo de citas con las urnas en una democracia estable y con formaciones políticas con un mínimo de sentido común. A excepción hecha de Ciudadanos, que tiene despejado el horizonte en este sentido y en donde nadie discute la autonomía de la que goza su candidata Inés Arrimadas para decidir listas, programa y elementos de pactos post electorales, sin la menor injerencia en ello por parte del líder nacional Albert Rivera, el resto de partidos concurrentes a las autonómicas tiene, en frase popular, “el culo alquilado”. Sus centrales a nivel español o sus dirigentes fuera de territorio catalán les coartan, les marcan la pauta, les atan las manos, en definitiva, enturbian lo que sería el lógico devenir de unas simples elecciones autonómicas.
Es Pedro Sánchez el que le chafa la campaña a Miquel Iceta, mucho antes de empezar, cuando deja claro que el PSC no ayudará a investir a un presidente ni de derechas ni independentista. Eso le deja un estrecho margen de maniobra al candidato socialista, porque la única opción que le resta es pactar con los Comuns, a saber, con Xavier Doménech. Andan muy ufanos en la calle Nicaragua, sede del PSC, hablando de la solución a la Borgen – la popular serie danesa acerca de como una candidata de un partido minoritario llega a ser presidenta de Dinamarca por una carambola política – y de ahí no les sacas. Hacer política con el cuento de la lechera como manual de cabecera es algo poco razonable, aunque bastante habitual entre los socialistas catalanes. Que luego Iceta haga un pacto a su manera y apoye a Esquerra y Comuns es más que posible, algo que incluso el PSOE debería tragarse. Pero, de momento, anda el hombre intentando enmendar las pifias que su amado Pedro, el de líbranos por Dios de Mariano Rajoy, va dejando a su paso.
No menos terrible ha sido la mina que ha dejado caer el PP al decir que Albiol debería apoyar al candidato constitucionalista ganador, aunque sea socialista
No menos terrible y mortífera ha sido la mina que ha dejado caer el PP al decir que Xavier García Albiol debería apoyar al candidato constitucionalista ganador, aunque sea socialista. Eso es un tiro en el propio pie. Dudo mucho que la fontanería de Moncloa conozca mínimamente al electorado susceptible de dar su voto al PP. La gente que podría apoyar a Albiol como candidato, aparte del votante fijo popular, son del cinturón industrial de Barcelona, votantes desencantados con el socialismo, votantes anti independentistas, votantes desencantados, hartos de más delo mismo. A esa gente, la misma que permitió a Albiol ser alcalde en la roja Badalona, la gente de a pie, no les puedes ir con sutilezas. Si se anuncia que el PP catalán apoyará a un hipotético Iceta como President, no les va a votar ni el tato. Uno ya no sabe si estas cosas se deben a errores, a la falta de conocimiento de la realidad catalana o a alguna intención perversa que quizá algún día debamos analizar en profundidad. Porque es imposible que Jorge Moragas, un tipo inteligente, catalán, para más señas, esté tan in albis de lo que se cuece en las calles catalanas.
Excuso decirles lo que les sucede a los Comuns. Ada Colau se debate como gata panza arriba ante los “consejos” que le dan, tanto si los pide como si no, sus amigos-camaradas-compañeros de Madrid, léanse Pablo Iglesias o Echenique. Los desencuentros entre los podemitas de allí y los de aquí empiezan a ser cosa de todos los días. Iglesias reprocha a Colau que no se radicalice más – dicen que el dirigente morado tiene mejor sintonía con las CUP que con Colau – y ésta sabe que si aparece como una nueva Anna Gabriel va a quedarse con menos del ochenta por ciento de los votos que aspira a conseguir. Doménech, el candidato morado, va a tener que sortear numerosos escollos o, lo que es lo mismo, dar una de cal y una de arena para evitar queda como un pro socialista o un por independentista. Son las cosas de querer ponerle una vela a Dios y otra al diablo.
Y esperen, que ahora les toca a los separatistas.
Campaña vía Skype
Si los del PDeCAT ya han padecido en sus propias carnes lo que significa tener a un número uno en Bruselas que se los pasa por el forro, ni les cuento lo que comentan en voz baja por los pasillos cuando creen que nadie los escucha. Tener a Carles Puigdemont ha sido el mal menor, dicen, pero no deja de ser significativo que Carles Campuzano, dirigente que proviene de las Juventudes Nacionalistas de la antigua Convergencia, miembro del aparato y uno de los más recalcitrantes procesistas, se despachara el otro día diciendo que, bien mirado, lo mejor que podría haber hecho el cesado President habría sido convocar unas elecciones. Añadió, y ojito que estos no dan puntada sin hilo, que no hacerlo no fue una decisión que les gustase a muchos, pero qué le vamos a hacer, era lo que había. Con la mayoría de dirigentes convergentes excluidos de las listas, con un discurso abiertamente anti europeo, con unas provocaciones verbales que recuerdan a las del ínclito Gabriel Rufián, Puigdemont anda todo el día amargándoles la vida a estos políticos, herederos de Jordi Pujol, que se ven ahora obligados a ejercer de radicales.
No se crean que andan las cosas mucho mejor para Esquerra. Si no sale de la cárcel, Oriol Junqueras va a acabar siendo un estorbo para Marta Rovira y su staff de campaña. El pío ex vicepresidente del cesado Govern es, aunque solo sea por tacticismo, más proclive a llegar a un acuerdo tripartito que incluyera a Comuns y PSC, mientras que la señora de los muertos, Rovira, sería partidaria de un gobierno de Esquerra, bien en solitario, aplicando la geometría variable, bien incluyendo a Comuns y las CUP. Hasta a un talibán como Junqueras la idea de compartir mesa de gobierno con los cupaires le produce escalofríos. No es lo mismo teneros de tontos útiles en un hemiciclo para que den los votos cuando toca que entregarles carteras para que hagan de su capa un sayo y la líen parda día sí, día también.
Fíjense que tremendo lío se está organizando de cara a las elecciones catalanas. Todo se se cuece entre Madrid, Bruselas y un penal. Los que pretendían la soberanía más absoluta de Cataluña han de enfrentarse ahora a la realidad: aquí no se decide casi nada, y eso les afecta a casi todos. Recuerda a aquella anécdota que narraba Díaz Plaja acerca del sacerdote que celebraba una improvisada misa de campaña en la ciudad de Mataró, que acababa de ser liberada por las tropas de Franco. El cura, que apenas sabía decir dos frases correctamente en catalán, les soltó a los feligreses “Hijos míos, ved a donde nos ha llevado vuestra mala cabeza. El pueblo, arrasado, las familias rotas, la mitad de los vecinos muertos o desaparecidos y yo, yo hablando en castellano”. Para acabar decidiendo las cosas en Madrid, no hacen falta autonomías. Ojo, que igual va a ser eso.
Miquel Giménez