Albert Rivera se las tuvo tiesas con una presentadora de TV3. El líder de Ciudadanos se atrevió, ¡oh, pecado de lesa majestad!, a decirle en toda la cara que esa cadena pública es una máquina de propaganda separatista. Esas cosas no se hacen en la Cataluña del helado de postre todos los días, Albert.
“¿Me está usted diciendo que yo hago propaganda?”
Así se puso de chuleta Lidia Heredia, de profesión sus consignas, cuando Albert Rivera, a saber, dirigente máximo del partido ganador en las últimas elecciones al Parlament, le dijo que aquella televisión mentía y era un instrumento propagandístico al servicio del separatismo. Rivera, que por ser de la Barceloneta resulta harto improbable que se impresione ante la chulería, le contestó calmadamente “Pues sí, cada mañana, todo el día, porque esta televisión solo hace propaganda”.
La señora no se lo podía creer. Mientras Albert hablaba tranquilo, sonriente, sabiendo que la verdad, los datos, la razón e incluso la decencia estaban de su parte, la encargada de la tienda estelada de las mañanas se iba poniendo visiblemente más y más nerviosa. Con un tono netamente raholiano – para mi que las llevan a todas a la misma clase de retórica y argumentación – se puso a debatir con Rivera como si fuese la representante de Torra y su banda de amiguetes, que lo es, vamos, sin darse cuenta de que en la BBC la habrían puesto de patitas en la calle hace años.
Y no nos sirve que digan que en TVE o en las autonómicas existe politiqueo, porque lo sabemos y más, si me lo permiten, quienes trabajamos en los medios desde hace unos cuantos años. ¿Saben cual es la diferencia? Que, mientras en RTVE los comités profesionales, los de empresa y los sindicatos han protestado incesantemente ante la censura del PP y han exigido que se despoliticen los medios públicos – recuerden los viernes negros de presentadores y presentadoras de informativos, que no hace mucho de esto – en TV3, por el contrario, tales organismos han callado como muertos históricamente, sin denunciar nunca nada de nada, ni a los comisarios políticos, ni el chanchulleo con los cargos internos, ni las llamaditas desde Palau ni mucho menos el sesgo totalmente perverso de la línea editorial de la casa. ¿O no recuerdan cuando se entrevistaba a Jordi Pujol, porque él lo pedía directamente al director de turno, y hasta el último de los cámaras se ponía chaqueta y corbata porque, en palabras de los mismos, “Venía el amo”? ¿Son tan desmemoriados como para haber olvidado que, cuando mandaba Prenafeta, no entraba nadie en informativos que no fuese de la mano del consejero áulico y hombre de confianza del omnipotente Pujol? ¿De verdad nadie sabe por qué Toni Soler tiene un programa diario que nos cuesta un Congo a los contribuyentes, por qué está en antena el infumable debate del 324 de Xavier Grasset, que parece más el Pravda separatista que otra cosa o por qué a Pilar Rahola, finalizado el programa de Cuní en 8TV, se la recolocó rápidamente en la cadena autonómica con unos estipendios sustanciosos? Con tanto soberanismo, que hasta la fachada exterior de TV3 está repleta de pancartas en favor de los presos y de lazos amarillos ¿no se cuestionan por qué jamás se invita a notables separatistas como López Tena, Santiago Espot o mi admirado Xavier Rius? Ah, vale, es que estos mantienen una postura crítica hacia la neoconvergencia que ha pretendido mantenerse en el palo más alto del gallinero, transmutándose en un partido separatista de corte xenófobo. Entesos, nens.
Lo más indignante es ver como se hacen de nuevas los que han cerrado los ojos a todo lo que no fuera exaltación nacionalista y psuquera – siempre han ido de la manita en esa tele – y se rasgan las vestiduras ante un político electo que se atreve e a decir lo que el resto no tiene coraje de decir. Anda y que han tardado en salir en tromba a criticar al líder de Ciudadanos. ¿Cómo se atreve el tal Rivera, ya ves, con ese apellido, a decir que TV3 no es pura e inmaculada cual virgen de novela de Pedro de Répide? Si es que estos de la ultra derecha falangista neo franquista unionista son la leche, encima de que los invitan, aún pretenderán que los traten bien. Y así llevamos décadas.
Quién le pone el cascabel al gato
Uno de los errores más graves que cometió Rajoy al aplicar l55 fue no intervenir TV3. En Valencia hace tiempo que no tienen el Canal 9 y no creo que eso haya afectado seriamente la vida ni la economía de nadie, salvo la de aquellos que medraban como auténticas garrapatas del erario público, que ahí había más trampas que en una película de chinos. Yo aún recuerdo a cierto directivo de dicho canal que mandó construir una piscina enorme - costó un mundo - porque debía hacerse un programita de la productora de un compi yogui, claro y, tras el programa que pasó sin pena ni gloria, la piscina se vació, se cubrió con maderas y hala, aquí no ha pasado nada salvo que un puñado de millones se esfumaron hacia esos países donde las vacas guardan silencio al pasar frente al Pilar. Eso que se ahorran los valencianos, créanme.
Otrosí les digo, con TV3 abierta y diciendo barbaridades, mentiras, provocaciones a diario en toda la parrilla, de pe a pa, es imposible rebajar la hiperventilación de los supremacistas. Lo de Albert no es el primer caso ni, nos tememos, será el último. Tener que enfrentarse a replicantes programados desde el PDECAT es común en aquella casa. A Jordi Cañas le insultaban desde el público del programa “Preguntas Freqüents”, público aleccionado, seleccionado y alentado; a Inés Arrimadas, la tal Heredia le ha dicho de todo en las diferentes entrevistas que no tiene más remedio que hacerle porque, caramba, es la líder del partido más votado en Cataluña; a Albiol, ni les cuento, le dicen de todo menos bonito. Las escaletas de los informativos están hechas de manera tan sesgada que, hoy mismo, tras una información como la de que no se investiga a Juan Carlos I por el asunto Corina – la inviolabilidad del Jefe del Estado es repugnante, no hace falta ser podemita o separatista para tener sentido común – gracias a los votos del PP, PSOE y Ciudadanos, ponen a Rivera y a la pieza en la que dicen que el hombre se queja. Como diciendo “Ya ven que pájaro es este tío”.
Y es que en TV3 se ha disparado sobre la figura del Rey, de Salvador Sostres, se han entrevistado a terroristas de Terra Lliure y otros grupos presentándolos como patriotas de piedra picada, se han celebrado infinitas tertulias en las que los cuatro tertulianos separatistas de turno abusaban como matones de patio de colegio contra el único que no lo era de manera bochornosa, se ha dejado que Mikimoto hiciera un carísimo programa en el que viajaba por todo el mundo luciendo una estelada en la ropa, en fin, me limito a señalar algunos casos porque enumerarlos todos, lo decía Rivera, sería larguísimo.
En serio ¿hay que aguantar mucho tiempo más esta barbaridad? En tiempo de recortes gravísimos, ni Mas ni Puigdemont ni Torra han tocado un céntimo de ese monstruo llamado Corporación Catalana y ya va siendo hora de hacerlo. La plantilla está sobre dimensionada, la producción se da a productoras externas de amiguetes, la mendacidad de los informativos es superior a la de Corea del Norte, en fin, qué quieren que les diga, cerremos esa casa y extirpemos ese tumor. De hecho, yo cerraría todas las televisiones y radios públicas. Si el Estado no tiene diarios – en su momento se vendió la cadena de prensa del Movimiento - ¿por qué ha de tener radios y televisiones? Cuidado, que el espacio audio visual quede en manos de operadores privados no significa que no deba exigírseles unos mínimos de ética, de servicio público, de calidad y de transparencia. Visto lo visto, prefiero trabajar para un empresario que tiene su línea ideológica- todos la tienen y, en definitiva, la última es ganar dinero porque esto es un negocio – que hacerlo para un político mierder que se esconde tras su despacho oficial y vocación de salva patrias.
Me gustaría ver a muchas de estas estrellitas en el mercado laboral libre, sin Consellers que les protegieran ni diputados que les colocaran. Nos íbamos a reír un montón, nos ahorraríamos una pasta y, de paso, a personas como Albert Rivera no le entraría vergüenza ajena al ver que lo que tiene delante no es una periodista, sino un simple eco.