España tiene mal arreglo. En este país puedes defender al corrupto Pujol aduciendo que hizo muchas cosas buenas y que, además, és de els nostres; puedes decir que los dirigentes socialistas andaluces son ejemplo de virtudes a pesar de los ERE; puedes enviarle mensajitos al tesorero de tu partido animándole a ser fuerte; incluso se permite con total normalidad vitorear a asesinos etarras en la vía pública, brindándoles honores de héroes entonando gritos de gora ETA.
Se disculpa que, siendo presidente de una autonomía, ataques al jefe del Estado amenazándole con cartitas intimidatorias que condicionan su agenda en el territorio nacional, nadie se opone a que un inhabilitado siga en su cargo, se da bola a golpistas permitiéndoles circular por la calle en detrimento de otros presos que, al menos, han manifestado su deseo de reinserción. Todo se admite, todo se tolera, todo es admisible, salvo una cosa: defender a Don Juan Carlos de Borbón basándote en la presunción de inocencia y en su ejemplarísima hoja de servicios como monarca. Periódicos, políticos y opinadores se han puesto de acuerdo en que el Emérito es poco menos que un tahúr fundándose en las declaraciones de un barragana de altos vuelos y en las filtraciones de un excomisario extorsionador. Ahora toca ir de virtuosos y denigrar a quien antes se adulaba. Y son los mismos. Aquellos que mataban por hacerse una foto con el Rey, por reírle esos chistes –malísimos, Señor, siempre lo he dicho– como si no hubiera un mañana, por intentar ser recibidos por el monarca, por jactarse ante los amigotes de “el rey me ha dicho”. Esa tropa de asquerosos traidores se han envuelto en la toga de austeros senadores romanos, apuntando con sus dedos acusadores al mismo al que hasta hace muy poco lamían las suelas.
Y si, Dios no lo quiera, se probara que el rey emérito ha cometido algún delito, bien estará que se le castigue porque me consta que él es el primero que así lo desea
Yo bien sé que la influencia del rey emérito ha hecho muchas veces inclinarse la balanza en favor de empresas españolas que, ni que fuera por agradecimiento, deberían salir al paso de tanta basura, manifestando su agradecimiento al monarca. Sé también de no pocos empresarios de coge el dinero y corre que lanzan pestes de Don Juan Carlos por no haberles hecho ni puñetero caso. De estos quizás hable otro día, porque alguno hay que tiene influencia en esto de los medios de comunicación. También sé que la justicia es lenta y que todo un doloroso proceso como este requiere pruebas, muchas más que las del cotorreo del chantajista y la cortesana. Y si, Dios no lo quiera, se probara que el rey emérito ha cometido algún delito, bien estará que se le castigue porque me consta que él es el primero que así lo desea. Pero, si no es así, si la justicia lo declara inocente, ¿se retractarán quienes ahora lo acusan? ¿Pedirán perdón a quien todo lo dio por su patria y llegó incluso a enfrentarse con su padre, Don Juan de Borbón, por entender que lo mejor para España era que la corona no recayera en la cabeza de este?
Digo más, ¿nadie se da cuenta que el intento de eclipsar a Juan Carlos I está dirigido a borrar lo que ha sido este país las últimas cuatro décadas, a eliminar el espíritu de la Transición, a dar por enterrada nuestra convivencia y a que asesinos, mediocres y canallas se hagan con las riendas del Estado? ¿No lo ven en el PP? ¿No lo ven en Ciudadanos? ¿Nadie entiende que cada pedrada en la figura de Don Juan Carlos es una andanada en el edificio constitucional? Cuidado, con esto no defiendo que deba ser impune ni estar por encima de la ley, que antes ya escribí que él es el primero en desear que se solvente este asunto. Lo digo porque si a Pujol le siguen haciendo homenajes y Sánchez pacta con Otegi sin que pase nada, me parece a mí que no debería ser tabú elogiar a la figura que supo ejercer esa difícil función que tiene la corona en cuanto a reinar pero no gobernar. Echo en falta una declaración conjunta de todos los expresidentes del Gobierno, de políticos destacados, de personalidades del arte y de la cultura defendiendo, siquiera, el rol fundamental del por entones Rey. Es el tiempo de los enanos, de los cobardes, de los miserables. No va conmigo. Suceda lo que suceda, Don Juan Carlos siempre me tendrá a sus órdenes, como no puede ser de otra forma. Así que mientras otros buscan esconder tarjetas de móviles o montan medios de comunicación para sus amigas entrañables, que de eso se habla poco, yo me permito decir alto y claro: ¡viva don Juan Carlos de Borbón! ¡Viva mi Rey!