Estamos haciendo historia, queridos lectores, presenciando el Congreso del PSOE más rocambolesco de todos los convocados por el partido, desde su Primer Congreso Inaugural en 1879.
Tiene guasa que prácticamente el pistoletazo de salida para la apertura del Congreso lo haya dado el señor Lobato, entregando su móvil al juez y dando evidencias de la corrupción de su propio partido y, por tanto, de nuestro Gobierno.
No se equivoquen a la hora de echar flores, que si es de izquierda y, más aún, socialista, con toda probabilidad no hay acto heroico que aplaudir, más allá de la hericidad que puede haber en tratar de no acabar con el trasero en la cárcel, porque el sillón donde lo sentaba ya estaba más que perdido. Esto va por aquellos que estos días quieren coronar al exportavoz del PSOE en la Asamblea de Madrid con los laureles del adalid de la honestidad, la pulcritud política y la decencia moral. Quizá haya que recordar que este señor, antes de pasar por una notaría para certificar unos correos y cubrirse las espaldas, mostró y utilizó, en contra de la presidenta de la Comunidad de Madrid, esos mismos correos que al parecer le filtró ilegal y directamente Moncloa.
Ese discurso de “a Lobato le han obligado a dimitir porque querían que hiciera algo ilegal y se negó” tiene menos valor que la excusa de un universitario para no entregar un trabajo, porque se lo ha comido el perro, cuando le has visto de fiesta la noche anterior.
Pero no nos desviemos de lo importante de este fin de semana: el circo que ha montado el partido que no es obrero, cada vez se siente menos español y se queda solo en socialista. Yo recuerdo que en el pasado se hacían ponencias muy interesantes y debates que se alargaban, donde los participantes cuestionaban incluso los estatutos del partido.
A la queridísima amiga de explicar los impuestos con Juanolas se le olvida el insignificante detalle de que cuando alguien no acepta unos resultados electorales, sale a quemar las calles y te trata de echar a patadas, que es lo que hace precisamente la izquierda
Ya que no se va a debatir ni a cuestionar absolutamente nada, yo agradecería que al menos hubiera cierta concordancia entre los relatos de unos y otros. Me da cierto reparo llamarlos ponentes y ponencias, entiéndanme. Pero si no me entienden, se lo explico.
Me cuesta llamar ponente a María Jesús Montero, viéndola vociferar sobre que la oposición no tiene más proyecto para España que tumbar a Pedro Sánchez y que es un proyecto golpista, no democrático, porque no acepta la legitimidad de los votos. Supongo que si esto es una ponencia el título habrá sido: “Querer que Sánchez no sea el presidente del Gobierno es golpismo y ultraderecha”. A la queridísima amiga de explicar los impuestos con Juanolas se le olvida el insignificante detalle de que cuando alguien no acepta unos resultados electorales, sale a quemar las calles y te trata de echar a patadas, que es lo que hace precisamente la izquierda, pero no lo intenta a través de votos en las urnas o en mociones de censura, que es lo que hacemos el resto.
Esto no me llamaría especialmente la atención, ya que es el discurso de siempre sobre cómo la mega súper ultra derecha golpista y antidemocrática conspira contra nuestro Adonis presidencial, si no fuera porque a continuación veo la intervención de la ministra de Vivienda y me deja ojiplática. Isabel Rodríguez se muestra orgullosa ante su audiencia, no solo por haber modificado la Constitución con su ley de vivienda, sino también de aspirar a tener una mayoría suficiente, aunque sea pactando con el gato del vecino, para acabar con la derecha. No es antidemocrático no respetar a los millones de votantes de derechas de este país ni tampoco es golpismo pretender acabar con otras ideologías políticas que no coincidan con la tuya. Y no se les ocurra pensar que esto es fascismo. Esto es justicia social ecoresiliente y tranversal enfocada para un blindaje económico y sostenible de la mayoría coyuntural de la población obrera. O algo similar, vaya usted a saber.
En las cabezas de estas personas debe sonar espectacular llamar fascista a quien quiere echar a Sánchez del Gobierno, mientras esperan aplausos por reconocer que quieren acabar con la derecha y hacerla desaparecer. El problema es cuando bajan de su nube, salen de su burbuja y se dan paseos por esa mayoría de población obrera, para terminar salir corriendo y espantados, entre abucheos, insultos y pedradas. Que no digo que esté bien, pero es lo que pasa cuando te dedicas a decir que te preocupas por la gente y con tus actos la abandonas: que te ganas su odio a pulso y perpetuidad.
Levantarse cada mañana con la noticia de que hay un nuevo imputado o investigado por robo, corrupción o cualquier otro delito, en la empresa que te da de comer, es para desquiciar a cualquiera
Un mes ha pasado de la Dana en Valencia y nuestros vecinos están abandonados por el Gobierno, que está más preocupado en la producción de la película “salvar al soldado Sánchez” que en vaciar los garajes inundados que amenazan, ya no solo la salud de los valencianos, tanto física como psicológica, sino también la estabilidad de los edificios y sus viviendas.
Pero lo entiendo. Es totalmente comprensible. Levantarse cada mañana con la noticia de que hay un nuevo imputado o investigado por robo, corrupción o cualquier otro delito, en la empresa que te da de comer, es para desquiciar a cualquiera. Imagino que ese Congreso está siendo duro, habiendo reunido allí a todos los cargos del PSOE, que deben echarse a temblar cada vez que ven a un policía o a un Guardia Civil. Debe ser muy estresante acostarse cada noche preguntándose: “¿será mañana cuando me toque a mí?”.
Han bautizado a este Congreso con “España adelanta por la izquierda”. Me parece muy acertado, sobre todo si añadimos que por esa izquierda se va sin intermitentes, rebasando el límite de velocidad y superando la tasa de alcohol permitida. Me da a mí, que así se estrella. A ver quién la salva luego, si no se la cargan del todo.