Esto de españolazo lo puso de moda Alejandro Fernández y, rápidamente, todos nos dimos cuenta que el concepto había de darnos grandes tardes de gloria. Alejandro habla sin bozales impuestos por esos teólogos de la falsa corrección política, lo que le concede una singularidad enorme en la sinsustancia de la política catalana. Porque si el separatismo aún se aguanta por los pelos, sepan que es por culpa de los maricomplejines que suele tener enfrente, esa izquierda paniaguada y pavisosa que detesta a España y a la Constitución.
Más hete aquí que gente de la resistencia, me dicen que de la Fundación España Responde, alquilaron una habitación en un hotel a 50 metros del monumento y han puesto el himno nacional a toda castaña cuando Torra hacía la ofrenda floral. Españolazos de categoría. Ah, pero que nadie se inquiete, la señora Budó, tartavoz del Govern, ha dicho que eso era un atentado y los policías de la Genestapo, ocurrencia de Imma Alcolea, se han personado para proceder a la identificación de esos peligrosos individuos. Que no se va a consentir en la Cataluña pre republicana que anden circulando por ahí impunemente unos españolazos, cual gallos violadores de gallinas.
Para rematarlo, Josep Bou, líder popular en el Ayuntamiento de Barcelona, le hizo un panegírico a don Rafael, tildándolo también de españolazo, en lo que tiene toda la razón como ya expliqué en el artículo de ayer. La Genestapo no le ha pedido que se identifique. De momento. Total, entre que llovía, el himno y Bou, la Diada pintaba ruina.
A todo esto, los de la estelada, siempre pacíficos, se liaban a hostia limpia entre ellos en el Fossar de les Moreres. Eran los del MIC, Moviment Identitari Català y los de La Forja. Eso sí, nadie se ha peleado cuando han quemado, preceptiva tradición, imágenes de Felipe VI, Rajoy, Aznar, Casado y otras que representaban al poder judicial o a Vox. La Genestapo no ha podido impedirlo. Debía coincidir con que estaban identificando a los del himno.
Las caras de los oradores que hablaron desde el estrado eran facsímiles de las que uno puede ver en el funeral de un tío millonario que no nos ha mencionado en el testamento
Por la tarde, y tras llegar los autocares de comarcas, cargados de viejecitos con mala leche, la manifestación que debía ser un tsunami se ha quedado en flojucha marejadilla, similar a la que produces cuando metes los pinreles en la bañera para un salutífero pediluvio. Dice la Guardia Urbana de Colau que eran 600.000. Aún siendo cierto – según cálculos alternativos no pasaban de 300.000, siendo generosos – es la cifra más baja de asistencia en todos estos años. A ver si la Policía Local de Barcelona estará infestada de españolazos en el gabinete de conteo de personal. Claro, por culpa de tanta españolería, las caras de los oradores que hablaron desde el estrado eran facsímiles de las que uno puede ver en el funeral de un tío millonario que no nos ha mencionado en el testamento y se lo ha dejado todo a una tremenda mulata llamada Lucinda de la Encarnación. La líder de la ANC, Elisenda Paluzie, pobreta, ha hecho un discurso que, intentando parecer heroico, sonaba un poco al típico "¿qué hay de lo mío?".
TV3 lo ha retransmitido todo todito todo – TV2 también, ha de notarse que Enric Hernández ha llegado –, trufando las intervenciones en teoría periodísticas con cositas tales como presos políticos o exiliados. El jefe de política de la cadena poco menos que proclama la república. La cosa era sacar a muchos participantes para que dijeran que estaban indignados, porque no había unidad. Mucho despliegue de medios y unos drones que, francamente, se las veían negras para que no salieran los grandes claros de la manifestación o algunas pancartas que decían “¿Y ahora qué?”. Cuidado, igual los drones también son españolazos. A ver si los identifican y pasan la noche en el cuartelillo.
Lo mejor: una joven que, respondiendo a un intrépido reportero de TV3, dijo que a ver si llegaba de una puñetera vez la independencia, porque llevaba el mismo cartel hacía cinco años – lo mostraba a cámara y daba penica – y el pobre ya no aguantaba más. ¿Sería una españolaza infiltrada, el españolazo era el cartel, lo era el micrófono?
Misterio, intriga, emoción, pipas, chicles, caramelos, hay bombón helado. No se pierdan la próxima entrega de Los Tambores de Fu Manchú.