El marianismo no se fundamenta en ganar, sino en que no lo hagan los demás. Es la consecuencia de un conservadurismo tecnocrático mal entendido en el que la moderación se confunde con la invisibilidad, el silencio y la quietud. Es cierto que ese modelo de gestión de lo público fundado en la continuidad y la cesión a los que presionan, incluidos los separatistas, puede servir para sobrevivir en tiempos anodinos. Es más; dicen que tal actitud favorece la alternancia en el poder con una opción reformista de esas que se hacen llamar “progresistas”, y permite ofrecer una alternativa de gobierno desde la oposición. El turno engrasa la maquinaria.
La teoría es preciosa, pero la realidad es otra y desencaja a los populares. En verdad, es el mismo problema que aqueja a Podemos: fuera del manual todo es niebla. Rota la armonía del régimen, los puntos fuertes del PP se han convertido en sus debilidades, y todo aquello a lo que renunció para parecer “más centrista” lo ha tomado Ciudadanos, su competidor a fuer de aliado. El objetivo del viejo Partido de la Ciudadanía es el poder, como no podía ser de otra manera, y a costa de quien lo detenta, claro, que no es otro que el Partido Popular.
El objetivo del viejo Partido de la Ciudadanía es el poder, como no podía ser de otra manera, y a costa de quien lo detenta, claro, que no es otro que el Partido Popular
La sustitución de uno por otro no se fundamenta en la alternancia, sino en la ocupación de su espacio. Por esta razón, la táctica de Ciudadanos es aumentar la sensación de vulnerabilidad y agotamiento que el propio PP ha generado. Así, la gente de Rivera vincula a la de Rajoy con los males del sistema. No importa el ámbito que sea, desde la política diaria hasta las grandes cuestiones de Estado.
De esta manera, los de Ciudadanos culpan al PP de que no le salga la aritmética en Cataluña para la investidura de Arrimadas, o se atribuyen la aplicación del artículo 155 cuando lo cierto es que no quisieron hasta que pensaron que les beneficiaba en las urnas; o se presentan como abanderados de un MIR para los profesores cuando ya lo hicieron UPyD, PSOE y PP desde 2008; o arremeten contra el cupo vasco por primera vez a pesar de que lleva décadas; o reculan en la cuestión de la prisión permanente revisable a golpe de encuesta de opinión.
La política de Ciudadanos se fundamenta en la corrección de los errores del PP para hacerse con su electorado, al que consideran conservador. Por esta razón, aseguran la estabilidad de los gobiernos con un “pacto de investidura”, pero no se responsabilizan de ellos. Esto les permite tener las manos libres para seguir zurrando al PP como si siguieran en la oposición. Ítem más: para compensar la alianza con “el partido culpable”, se convierten en su principal enemigo.
Los puntos fuertes del PP se han convertido en sus debilidades, y todo aquello a lo que renunció para parecer más centrista se lo ha arrebatado su competidor, a fuer de aliado
Así, tras las declaraciones de Francisco Granados en las que manchaba, sin necesidad, solo por insultar y enturbiar, la honestidad de Cristina Cifuentes, quien primero hizo declaraciones a la prensa fue el todavía jefe de Ciudadanos en Madrid, Ignacio Aguado. A continuación, saltaron Arrimadas y Villegas: si es “imputada” tiene que dimitir. Es lógico, porque la gente de Albert no quería perder la oportunidad de recordar al electorado del PP que ellos son la “regeneración” y la verdadera opción del centro-derecha.
Nada de esto es nuevo. La política es así, y quien se escandalice es que no conoce mucho la vida de las democracias. Todo es un escenario en el que cada uno representa un papel con consecuencias. De esta manera, el drama de los populares se cifra en que son ciertos los errores del PP que señala Ciudadanos, al tiempo que la idea de los de Rajoy de no hacer nada les está hundiendo.
La decisión procede de que algunos creen que se trata de un fenómeno pasajero y que, pasada la fiebre, las temperaturas electorales volverán a “la normalidad”. Quizá sean los mismos que decían que en Cataluña siempre hay un voto oculto al PP y que el 20-D sacaría un buen grupo parlamentario. Ya. El fundamento de esta creencia es que en 2015 las encuestas de los medios vaticinaban la inevitable victoria de Podemos, y que luego se ha ido desinflando. Puede ser, pero entre medias los podemitas se han hecho con las capitales más importantes de España y han inoculado el estilo populista en el PSOE de Pedro Sánchez.
La iniciativa y el protagonismo son las condiciones del marketing electoral, no el silencio y la parálisis, y menos aún la gestión tecnocrática y fría
El laissez faire, laissez passer solo funciona en la teoría económica, y no siempre. La guerra por el centro-derecha en España tiene hoy un contendiente, Ciudadanos, y un espectador noqueado, el Partido Popular. Los de Albert están marcando el timing y la agenda de lo que discute con el PP, lo que constituye, como ya señaló el sociólogo William H. Riker, la clave de una victoria política. La iniciativa y el protagonismo son las condiciones del marketing electoral, no el silencio y la parálisis, y menos aún la gestión tecnocrática y fría.
Si a la mala prensa, las peores encuestas y la inquina de Ciudadanos no responde el PP con una ofensiva política, interna y externa, es muy probable que acabe como el Partido Conservador canadiense frente al cursi de Trudeau, o como Los Republicanos franceses ante el toque de movimiento nacional orgánico que tiene Macron. Terminará con los que les ha quedado para septiembre, “Introducción a la regeneración”, “Principios políticos” y “Renovación generacional”. Todo de Primer Curso.