Opinión

Lo que necesita Cataluña

El domingo, los catalanes volvemos a las urnas en unas elecciones autonómicas que no solo dirimirán el próximo Gobierno de la Generalitat, sino que, probablemente, determinarán el devenir del Ejecutivo de Sánchez.

Sánchez ha atado su futuro pol

  • Alberto Núñez Feijóo y Alejandro Fernández -

El domingo, los catalanes volvemos a las urnas en unas elecciones autonómicas que no solo dirimirán el próximo Gobierno de la Generalitat, sino que, probablemente, determinarán el devenir del Ejecutivo de Sánchez.

Sánchez ha atado su futuro político y la estabilidad de su gobierno a partidos que solo aspiran a generar inestabilidad y ensombrecer así el futuro de Cataluña y del conjunto de España. Sánchez es, por tanto, indisociable de Junts y ERC e irá alternando entre uno y otro en función de sus intereses en un ejercicio de geometría variable de consecuencias ominosas para nuestro país.

En los carteles electorales de Junts aparece, en actitud pensativa, Puigdemont en un coche -no en el maletero, sino cómodamente arrellanado en el asiento gracias a la amnistía de Sánchez- y el mensaje de que Cataluña “necesita” (sic)… “vivir en catalán” y “la independencia”: el eterno retorno de lo antiguo.

Oyendo tanto a Illa como a Puigdemont, Junqueras y compañía, cualquiera diría que Cataluña está condenada a seguir siendo el epicentro de la inestabilidad política, encerrada en el bucle melancólico del que hablaba Juaristi, y que no hay manera de que vuelva a ser motor económico y cultural de España. Asumir, como hace el PSC, la hegemonía del nacionalismo y su patrimonialización de Cataluña impide a nuestra comunidad pensar en grande desde el pragmatismo y el sentido de la realidad.

Hace años que la política catalana abandonó las cuatro características que el filósofo José Ferrater Mora identificó como “formas de vida catalanas”: la continuidad, el “seny”, la mesura y la ironía. Esas características siguen presentes en la sociedad catalana, en general mucho más abierta, pragmática y respetuosa con su propia pluralidad que su clase dirigente.

El PSC está en el origen del declive de Cataluña, por sus complejos ante el nacionalismo populista y mesiánico que encarnan Puigdemont y Junqueras

Esa ruptura política con las formas de vida catalanas no se produjo en 2012, con el inicio del “procés”, sino que se precipitó irremisiblemente, a partir del 2003, con los dos tripartitos liderados por el PSC con ERC y los ecocomunistas de ICV-EUiA como socios. El antidemocrático pacto del Tinell -el primer cordón sanitario de la historia democrática de España, contra el PP, a la sazón en el Gobierno-; la exponencial escalada de los impuestos autonómicos y el cuestionamiento del Estado de derecho (con Montilla azuzando y encabezando en 2010 la manifestación contra el TC) son hitos que jalonan el principio de la decadencia de Cataluña, de la cual el PSC es tan responsable como el que más. El PSC está en el origen del declive de Cataluña, por sus complejos ante el nacionalismo populista y mesiánico que encarnan Puigdemont y Junqueras.

La verdad es que -para horror de supremacistas y genetistas como Torra o el propio Junqueras- solo hay un candidato con opciones de relevancia en las elecciones del domingo que encarne las características descritas por Ferrater Mora como formas de vida catalanas: el candidato del PP, Alejandro Fernández. Paradojas del libre albedrío y la sociedad abierta que, a pesar de todo, sobrevive mal que bien en Cataluña. Basta escuchar cualquiera de sus discursos parlamentarios o mítines de estos días para constatar que Fernández es la única alternativa al marasmo, el único que habla del desastre educativo que constata el informe PISA; de la escandalosa cifra de ocupaciones delincuenciales y del infierno fiscal que sufrimos los ciudadanos de Cataluña por culpa de los delirios identitarios de los sucesivos gobiernos de la Generalitat.

Libertad y sentido común

Continuidad, seny, mesura e ironía. Eso, y no ensoñaciones rupturistas, es lo que verdaderamente necesita Cataluña para recuperar su esplendor y volver a liderar España. Ferrater Mora lo tenía claro: “Nada de separatismo. Hemos vivido demasiados siglos juntos; hemos participado en demasiadas empresas comunes –también en demasiados desastres comunes– para que sea legítimo barajar y recomenzar el juego”.

Cataluña no necesita más crispación ni más división, sino más libertad, más seguridad jurídica y, en definitiva, más sentido común en nuestra vida pública. Eso es lo que quieren la mayoría de los catalanes y lo que propone el PP de Alejandro Fernández. No hay nada escrito de antemano y este domingo Cataluña puede volver a ser, como dicen los carteles electorales del PP, una comunidad de primera: próspera, abierta, acogedora y dinámica. De los catalanes depende.

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