Opinión

Me alegra que me haga esa pregunta, capullo

Las preguntas incómodas son ahora 'valorativas'. La instrucción de Peinado es 'prospectiva'. La justicia es un adorno de utillería. La democracia, un capricho adolescente. Sánchez se piensa ya eterno

A Maduro tampoco le agradan las ruedas de Prensa. Prefiere cerrar medios y encarcelar periodistas. Sánchez va por lo primero. Lo proclamó en su anuncio de la regeneración de la democracia orgánica. Maduro y Sánchez se decantan por los monólogos y las entrevistas felpudo. Milei también es de ese palo. Más bien, estaca.

-Me alegra que me haga usted esa pregunta que le ha dictado mi jefe de comunicación y para la que tengo, como no podía ser de otra forma, preparada la respuesta. En efecto, la economía va como un cohete, en los Juegos lo petamos y no lo hay más guapo.

A Sánchez también hay que darle todo mascadito, cual papilla licuada, porque se atraganta con las subordinadas, se enreda con los subjuntivos y no es capaz de distinguir una copulativa de un revolcón

El presidente del Gobierno español no es un buen orador ni un habilidoso dialéctico. Tiene que mentir demasiado para justificar decisiones, empeño fatigoso y que, en tantas ocasiones, conduce al error y al ridículo. Disimula mal las contrariedades, se enoja con las réplicas, tropieza con los argumentos y se refugia en las frases hechas. La matraca del 'no es no' le funcionó de maravilla como grito de guerra cuando volvió al partido del que había sido desalojado (intento de pucherazo mediante) y en eso sigue. Un recitado de eslóganes, frases hechas, lemas publicitarios y enfáticas bobadas fruto de la raquítica creatividad de ochocientos asesores afanados en destilar una papilla digerible para una audiencia que encoge. Al igual que a su público, a Sánchez también hay que darle todo mascadito, cual papilla licuada, porque se atraganta con las subordinadas, se enreda con los subjuntivos y no es capaz de distinguir una copulativa de un revolcón.

Este miércoles, en Moncloa, se asistió a una de esas fatigosas ceremonias que cierran el curso. Ocho meses para tirarlos al tacho, un período de ruidosas barbaridades en el que, entre otras cosas, se cerró una investidura a cambio de entregas y rendiciones. En este horrendo balance, la desalmada arrogancia del oficiante se mostró en todo su esplendor. Una apagada salmodia para enumerar triunfos que no fueron y éxitos que jamás se lograron, seguida luego de las preguntitas de rigor.

-¿Llegó la prensa? Que les echen de comer, decía la marquesa.

-¿Está la Prensa? Que les dejen rebuznar. No mucho que luego se ponen impertinentes.

Cinco peguntitas sin demasiadas aristas. Tan sólo uno de los inquirientes se arriesgó por el sendero minado y preguntó sobre lo vedado, sobre el incandescente 'caso Begoña'. ¿Estuvo presente en alguna de las reuniones con el empresario favorecido (Barrabés)? ¿Tuvo conocimiento de esas reuniones? ¿Sabía de las cartas de interés remitidas por su esposa en favor de su mentor?

Todo esto es un 'no caso', fue la respuesta. Una nueva acepción en las variantes del 'fango' y el 'bulo'. Todo lo que dice no es sino disfraz. Añadió esta semana un adjetivo a su torpe letanía. "Valorativo". Cuando una pregunta no le gusta la tacha de 'valorativa'. Un recurso utilizado en su día por Nadia Calviño, y que ahora el prodigioso narciso acaba de rescatar.

Sospecha que los españoles se siente felices al verlo a él feliz. Tiene esa percepción cesarista del poder. Quizás no le falta razón. En ocasiones España parece un abrevadero monocorde, una unánime cochiquera

'Valorativo' se aplica a todo interrogante que no sigue el raíl de lo pactado, el carril de lo dictado, el surco de lo obligado. Es decir, esas pocas cuestiones que desconciertan, hacen pupa, dejan mella. Sánchez carece de cintura dialéctica y es un esgrimista torpón. Cuando pretende dictar doctrina, autoalabarse sin freno o predicar trolas artificiosas, se refugia en su emisora favorita o se somete a un masaje Intxaurrondo, de donde emerge reconfortado y 'feliz', su adjetivo favorito del momento. Está muy 'feliz', ha dicho, con el concierto catalán que dinamita la solidaridad fiscal, el modelo autonómico y lo que quedaba de igualdad entre españoles. Sospecha que la gente, esa entelequia informe, se siente muy dichosa al verlo a él tan feliz. Tiene esa percepción cesarista de su persona. Quizás no le falta razón. En ocasiones España parece un abrevadero monocorde, una unánime cochiquera.

Un juez sumamente querellado

También le resulta 'valorativa' ('prospectiva', le dicen, para usar jerga judicial) la instrucción que lleva a cabo el juez Peinado, una prolija reconstrucción de indicios probatorios que empiezan a confirmar todas las sospechas sobre la dama de la Moncloa. Todo lo que no le agrada, lo que le molesta, es 'valorativo' y, por ende, reprochable y quizás, perseguible. Al instructor de la 'causa Begoña' la feliz pareja le ha presentado una querella a través del abogado de Estado, convertido ya, como el fiscal tralará, en abogado de la empresa Sánchez&Gómez a costa del erario. ¿Malversación, desviación, apropiación? El 'no caso' es una fábula inventada por la ultraderecha, un 'montaje patético', un lawfare de libro.

En unas semanas presentará su ley de censura previa (y ulterior) para cerrar medios y rebanar disidencias. Y cuidado con las preguntitas. Que nadie se salga del guion. Que nadie ose improvisar un enunciado. Que a nadie se le ocurra pensar. Las ruedas de Prensa serán un dictado escolar, un recitativo de parvulario. Como un día exclamó Maduro: "Me alegro que me haga esa pregunta, gusano". Aquí pondríamos 'capullo'. Más de chulángano de Tetuán.

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