Opinión

Mejor en castellano: el informe Pisa lo tiene claro

Que los jóvenes catalanes prefieren estudiar en español queda claro en el informe Pisa. La inmersión forzosa en catalán les perjudica. Pisa (Programa de la

  • Imagen de archivo de una manifestación de apoyo al modelo de inmersión lingüística -

Que los jóvenes catalanes prefieren estudiar en español queda claro en el informe Pisa. La inmersión forzosa en catalán les perjudica. Pisa (Programa de la OCDE para la Evaluación Internacional de los Estudiantes) es una excelente herramienta que el gobierno socialista-comunista, partidario de igualar a los estudiantes en mediocridad, preferiría ignorar. Castilla y León (498) presenta los mejores resultados junto con Asturias, Cantabria y Madrid. En la cola, Canarias, Cataluña y Andalucía. Los mejor preparados, Irlanda (516), Japón y Corea del Sur. En diez años, los alumnos españoles de 15 años pierden más de medio curso en Matemáticas, Lengua y Ciencias. No nos sorprende. Se veía venir. Y seguiremos bajando puestos.

La pérdida de nivel en Cataluña es tan marcada que se les ha ocurrido echar la culpa a los emigrantes, como si fuera la única autonomía que los tiene. Las estadísticas más autorizadas indican que el 95% de los residentes en Cataluña, Valencia e Islas Baleares afirman tener un buen dominio del castellano, y el 65,1% considera que su nivel de catalán es satisfactorio, que es algo así como decir que sirve para todo, pero que no vale para la enseñanza porque el castellano, aunque marginado, eclipsa al catalán.

Me contaba una madre que su hija le dijo en una tienda: "mamá, mamá, aquí hablan como en clase." La frase es premonitoria. El catalán se suministra con jeringa en las escuelas

La preferencia por el castellano se siente en Barcelona. Surge en boca de los jóvenes con tanta naturalidad que es fácil deducir que para ellos el catalán es la lengua de los profesores, la de ellos es el español. La globalización, el turismo, los medios de comunicación y el rechazo a la imposición del catalán abona la preferencia por la lengua más viva. Dan así la razón a los sociolingüistas que defienden que las lenguas ni se imponen ni se obligan, que han de vivir en libertad y fluir a su antojo.

Me contaba una madre que su hija le dijo en una tienda: “mamá, mamá, aquí hablan como en clase.” La frase es el reflejo de una realidad. El catalán se suministra con jeringa en las escuelas, fuera de ellas el español inunda, irremisiblemente, los ambientes.

Aunque las autoridades académicas han impulsado una mayor visibilidad del catalán en los medios de comunicación, y han invertido en educación mucho más que cualquier otra autonomía, y lo han llevado a las instituciones y organizaciones culturales, a la música, al cine y otras formas de expresión artística, esos esfuerzos chocan con una realidad: el español abre las puertas al mundo, el catalán al terruño. Para los jóvenes, el castellano es una lengua más moderna y atractiva, ‘canalla’ la llaman, porque permite expresar en libertar las palabrotas y condimentar la conversación. El catalán es lengua minoritaria entre adolescentes y jóvenes de todos los distritos de Barcelona. En Sarriá, líder en hablantes, está en uso del 44% de la población. En Nou Barris, donde menos, solo el 5,1%. El topónimo del barrio va en catalán, la comunicación en castellano.

La ruptura generacional

El punto de no retorno es el cambio al castellano en la transmisión familiar. En cuanto estos jóvenes fundan familia, hablan en castellano a sus hijos. El Govern no puede entrar en los domicilios familiares, que es donde las lenguas se cuecen. Ojalá los encuestadores lingüísticos de Cataluña se interesaran por controlar la pérdida del catalán en las nuevas familias, pero, conscientes del daño que el resultado haría a la encuesta, la silencian.

En Cataluña, donde el día a día trascurre con cierta normalidad, anécdotas y algún que otro contratiempo, casi siempre insignificante, lo que más cuesta entender es que la lengua menor es la mayor. Para quienes hacen la vida en castellano, que son numerosos, está claro que su la lengua propia es el español. Para quienes la hacen en catalán y castellano, tanto monta, monta tanto. Para quienes la hacen solo en catalán… ¡Ah! ¿Pero hay alguien que la haga solo en catalán? No creo, pero si hubiera alguno ya puede empezar a lamentar lo que se pierde.

El catalán se conoce cada vez más, es verdad, pero se habla cada vez menos porque quienes lo tienen como lengua materna son también propietarios, con igual destreza, del castellano

El castellano, y los comisarios lingüísticos no puede evitar que el español se cuele en las cocinas por las rendijas de los hogares. Se innova en castellano. Los venidos de fuera aprenden castellano. La juventud, verdadero motor de las lenguas (pues si una lengua deja de tener jóvenes inicia su decadencia) juegan, se quejan, insultan, y se divierten en castellano. El catalán se conoce cada vez más, es verdad, pero se habla cada vez menos porque quienes lo tienen como lengua materna son también propietarios, con igual destreza, del castellano, código robusto y angular de los Països Catalans. Tan lengua de inmersión es el catalán en las aulas como el castellano fuera de ellas. Es la lengua del ocio de los jóvenes, que consumen castellano en una proporción de nueve a uno. Es la lengua del cine, de la televisión, de la música, de las revistas, del podcast, de Youtube, de las aplicaciones, de las plataformas, de los juegos.... Resulta que los castizos que eligen el catalán como lengua del móvil, tienen pronto problemas porque resulta difícil actualizar los neologismos, y se pasan al castellano.

Se tiene a bien hablar catalán en Cataluña, está de moda. No experimenta tan alta estima el irlandés, ni el bretón, ni el lombardo o el ligur, lenguas en declive si no aparece un mecenas que las salve del letargo. Ni tampoco el vasco labortano, ni el catalán rosellonés,ambos en el sur de Francia. El día que se frene el mecenazgo, se hunde el chiringuito. Para mantenerlo vivo necesita ayudas, incentivos, subvenciones, medios, mimos, exigencias y estímulos... Y para darle el alta, una cirugía tan delicada como imposible: amputarle a cada individuo una de sus dos lenguas propias, el español, y eso sería dejarlos mancos.

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