De los 26 días de confinamiento, usted lleva 25 noches sin dormir. Lo sé porque a las tres, al terminar de escribir, veo su luz encendida. Cuando despierto a las cinco, su ventana permanece aún iluminada. Lo he visto incluso a las seis, asomado al balcón mientras deshoja sus pestañas como si de una margarita se tratara.
He hablado de usted antes y si vuelvo a hacerlo no es porque le espíe, lo hago no puedo mirar hacia otro lado. Esta mañana, mientras escuchaba el debate de los portavoces en el Congreso de los Diputados, me he quedado de pie, en medio del salón. ¿Alguno de ellos sabe de sus desvelos? Cuando hablan de la España de los balcones, ¿alguien piensa en usted?
Me apena saber que tampoco los informativos han reservado para usted una frase hecha de esas que repiten hasta el agotamiento. Algo del tipo ‘nuestros insomnes’ o ‘nuestros atormentados’. También es cierto que a la hora en la que usted se asoma al balcón no suena el Dúo dinámico y, la verdad, no sé si alguien puede llamarlo héroe por sentir miedo.
Esta madrugada, cuando se asome a la ventana y vea una luz que se enciende y se apaga tres veces, sepa que soy yo...
De momento, el presidente de Gobierno advierte la posible prórroga del confinamiento hasta el 11 de mayo. De aquí hasta que ese plazo se cumpla, habrá tenido que pagar el modelo 130 de IRPF y el 103 de IVA, aunque también es cierto que los días serán más largos y las noches más cortas. No es mucho, pero la luz del día suele ser más generosa que Hacienda.
No se enfade conmigo por inmiscuirme en sus angustias y dedicarle estas líneas. Esta madrugada, cuando se asome a la ventana y vea una luz que se enciende y se apaga tres veces, sepa que soy yo: tómelo como una disculpa o, por qué no, como una forma de hacerle compañía en medio de la oscuridad.