A nadie se le escapa que las últimas elecciones autonómicas fueron un auténtico desastre para la Cataluña constitucional. El espacio político de la razón ha quedado reducido a la mitad tras los comicios de febrero de 2021 y no se vislumbran visos de esperanza en el panorama político catalán. El erial se ha consolidado.
Joan López Alegre explicaba la situación de la manera más justa y exacta: basándose en los datos. La diferencia entre la mayoría Frankenstein con el bloque liberal-conservador en el Congreso de los Diputados es de 40 escaños. En Cataluña, la diferencia entre esos dos bloques es de 36 Diputados del Congreso. ERC, PSC, Junts, En Comú Podem y la CUP suman 42 parlamentarios, mientras PP, Vox y CS sólo logran sumar seis. En las pasadas elecciones generales, más de 250.000 votos constitucionalistas en las provincias de Tarragona, Lérida y Gerona se quedaban sin representación, no logrando el constitucionalismo ni un solo Diputado por las tres provincias mencionadas.
Dicho de otra manera, por mucho que el Partido Popular saque resultados extraordinarios en comunidades como Andalucía, Galicia o Madrid, la herida en Cataluña es tan sangrante que es casi imposible revertir la caída que sufre en tierra catalana.
No es el cometido de este artículo repasar los errores del Partido Popular en Cataluña que, a diferencia de otros periodistas y analistas políticos, no atribuyo a Pablo Casado, como tampoco lo atribuyo a Alejandro Fernández, líder actual del PPC, sino que son errores históricos que vienen de antes que Casado llegara a los mandos de Génova. La batalla ya estaba perdida antes de jugarla. A nivel autonómico, en Cataluña la situación es aún más dramática. Es tan exigua la representación del bloque constitucional que los ha llevado al terreno de la irrelevancia, sin capacidad real para incidir en la vida de los catalanes, ni forzar mayorías ni condicionar políticas. Representación residual.
Si nos fijamos en los resultados electorales de las elecciones generales en Cataluña en el año 2011, la formación de centroderecha logró sacar 11 escaños en esa autonomía, una diferencia abismal respecto a los dos escaños obtenidos en las últimas generales. En cuanto a las elecciones de 2015, el Partido Popular junto a Ciudadanos lograban sumar diez escaños, también muy lejos de los resultados obtenidos cuatro años más tarde.
La reconstrucción de la Cataluña constitucional es indispensable. La unión de todos aquellos en defensa de lo común, imprescindible.
Los datos nos revelan un escenario muy complicado para el líder del PP. Es prácticamente imposible que Pablo Casado llegue a La Moncloa sin sacar un buen resultado en Cataluña. Para ello, la reconstrucción de la Cataluña constitucional es indispensable. La unión de todos aquellos en defensa de lo común, imprescindible.
Pero tampoco cabe olvidar una reflexión que siempre se pasa por alto: los primeros interesados en que Pablo Casado llegue a La Moncloa son los propios catalanes constitucionalistas. La existencia de un Gobierno de la nación que no abandone a los constitucionalistas, que atienda sus intereses desatendidos durante décadas, y que proteja y garantice los derechos de todos los ciudadanos de Cataluña, evitando que los haya de primera y de segunda es una necesidad democrática.
Prueba de fuego
Como un pez que se muerde la cola, Pablo Casado necesita a Cataluña y Cataluña necesita a Pablo Casado. Sacar un buen resultado electoral en Cataluña para llegar a La Moncloa, para una vez en el Gobierno ayudar en la reconstrucción de Cataluña. Si no cambia nada en el panorama electoral, la primera prueba de fuego que va a tener el constitucionalismo para reconstruirse será las elecciones municipales de mayo de 2023, escasos meses antes de las elecciones generales.
En los meses que vienen, donde se agitará el tablero político para mover ficha en la antesala de los comicios municipales, se decidirá el futuro no solo de la situación en Cataluña, sino de la posible gobernabilidad de España. Los resultados de las elecciones municipales de 2023 nos darán una radiografía del equilibrio de fuerzas entre los dos grandes partidos del panorama político español, de cara a la disputa por el Gobierno de España que, salvo adelanto electoral, caerá a finales de ese mismo año.
Todavía hay mucho de incierto en el devenir de la Cataluña constitucional, pero no hay dudas acerca de una cuestión que casi nadie ya discute: sin una unión del constitucionalismo en Cataluña no se mejoraran los resultados. Y si no se mejoran los resultados, el camino de Pablo Casado a La Moncloa cada vez será más y más estrecho.