Opinión

La exquisita crueldad de Pedro Sánchez

Cuentan los cronistas romanos Diodoro, Orosio y Apiano que ante la imposibilidad de derrotar al caudillo lusitano de nombre Viriato, que llegó a ser considerado “el terror de Roma” tras

  • José Luis Ábalos, Pedro Sánchez y Adriana Lastra, en una imagen de archivo. -

Cuentan los cronistas romanos Diodoro, Orosio y Apiano que ante la imposibilidad de derrotar al caudillo lusitano de nombre Viriato, que llegó a ser considerado “el terror de Roma” tras sus sucesivas victorias sobre diversos enviados del imperio a territorios ibéricos, el procónsul Quinto Servilio Cepión ideó una nueva estrategia para deshacerse del incómodo pastor: sobornar a sus tres lugartenientes Audax, Ditalcos y Minuro con la promesa de riquezas sin cuento para que le asesinaran mientras este dormía.

Los traidores cumplieron su parte del trato matando al héroe lusitano en su propia tienda de campaña de varias puñaladas en el cuello, pero al acudir al campamento romano a reclamar su premio, lo único que recibieron fue una cruel muerte a manos de Cepión, quien pronunció para justificarse el ya famoso adagio “Roma no paga traidores”, una frase que por méritos propios ha quedado inscrita en el frontis de la exquisita crueldad con la que el imperio romano logró convertirse en la potencia hegemónica del mundo conocido.

Todos ellos asesinados con las sádicas maneras de un mandarín oriental al considerar Sánchez que ya habían cumplido su función y que no le eran útiles en su siguiente y prodigiosa transformación

Una crueldad que solo ahora ha sido superada por Pedro Sánchez un digno sucesor de Quinto Servilio a quien ha aventajado con holgura, ya que si el romano no pagaba traidores, Sánchez no paga ni traidores, ni leales ni mediopensionistas. Si no que les pregunten a Carmen Calvo, Iván Redondo, José Luis Ábalos o a Adriana Lastra, todos ellos ejemplo de lealtad perruna al actual presidente del Gobierno desde la primera hora de su asalto al poder en el PSOE, y todos ellos asesinados con las sádicas maneras de un mandarín oriental al considerar Sánchez que ya habían cumplido su función y que no le eran útiles en su siguiente y prodigiosa transformación.

En la previa del congreso que celebrarán los socialistas en el mes de octubre en Valencia, el mensaje de Sánchez no admite dobles interpretaciones ni confusión alguna: Es él quien va a tomar todas las decisiones, es él quien manda de forma absoluta, es él quien va a elegir personalmente a los miembros de la nueva dirección… es él quien tiene el poder absoluto y lo va a ejercer sin tener en cuenta la trayectoria de los elegidos y de los cesados, sus lealtades o sus capacidades. Él y solo él es quien, como los antiguos emperadores romanos en los combates circenses de gladiadores, tiene el poder sobre la vida y la muerte. Y además lo ejerce.

Un cese sin precedentes

Solo así puede interpretarse que haya sido en la previa de un congreso del PSOE y no durante el transcurso del mismo cuando ha sido dimitido/cesado el secretario de Organización del PSOE José Luis Ábalos, verdadero número dos del partido sobre cuyos hombros descansaba la carpintería política de esta organización. Algo que nunca antes había sucedido en la historia del PSOE, un partido en el que solo el Congreso o el Comité Federal puede acometer tal misión.

Solo así puede interpretarse que haya sido en la previa del congreso y no en el transcurso del mismo el momento de sustituir a la portavoz del grupo parlamentario, algo inédito en la historia del PSOE por mucho que la portavoz sacrificada en el ara sanchista sea la ínclita Adriana Lastra.

Solo así puede interpretarse el sepulcral silencio de toda la organización ante estos dos asesinatos políticos nocturnos que se han realizado sin atender las normas y costumbres de un partido centenario como es el PSOE, una organización antes plena de debate y vida interna y que ahora, bajo el mandato de Sánchez se ha convertido en un ente miedoso, acojonado, servil y vacío, un partido en el que incluso los sanchistas de primera hora saben perfectamente que su futuro político no depende de su peso orgánico o de la eficacia de sus acciones, sino de la caprichosa voluntad de un Pedro Sánchez para quien que no son más que peones sacrificables en la próxima jugada de un tablero político que ni siquiera conocen.

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