Sostiene Pereira o, mejor dicho, Alfonso Guerra en su prólogo al libro En defensa de la Transición de Teresa Freixes que, si bien es imposible elegir el tiempo en que vivimos, sin embargo, está a nuestro alcance elegir la respuesta que damos a ese tiempo que nos ha correspondido. Alfonso añade que, en los años setenta del siglo pasado, una generación muy determinada ofreció una respuesta inédita en nuestra historia y eligió el pacto frente a la confrontación. Esa generación se consideraba destinada a cerrar un capítulo ominoso de la historia de España y en lugar de maquinar la revancha se afanó en lograr una España cívica, humana. No fue fácil, concluye Alfonso Guerra, porque los españoles, a través de la historia, habían dado muestras al contrario de su preferencia por la encrucijada y por la guerra civil.
El final de las operaciones bélicas no significó el inicio de la paz sino de la victoria que empezaría a contarse por sucesivos años triunfales durante los cuales habríamos de ir “por rutas imperiales, caminando hacia Dios” sin olvidarnos de la cartilla de racionamiento
Así sucedió incluso después del último parte de guerra, emitido el 1º de abril de 1939 por el cuartel general del Generalísimo en Burgos, donde se afirmaba que: “En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado”. Primero sucedía que el ejército cautivo y desarmado no era el ejército rojo, con resonancias trotskistas, el cual nunca había sido combatiente en nuestra guerra civil. El ejército vencido fue el residuo del ejército popular de la II República, reforzado por las Brigadas Internacionales. Y segundo, la secuencia habitual es que terminada la guerra sobreviene la paz pero ese no fue tampoco el caso del 1º de abril de 1939.
Aquí, terminada la guerra, en lugar de la paz daba comienzo la victoria. De modo que el final de las operaciones bélicas no significó el inicio de la paz sino de la victoria que empezaría a contarse por sucesivos años triunfales durante los cuales habríamos de ir “por rutas imperiales, caminando hacia Dios” sin olvidarnos de la cartilla de racionamiento. Porque para que llegara la paz, la concordia, la reconciliación de los españoles hubo que esperar todavía más de treinta y nueve años hasta que se promulgara la Constitución el 6 de diciembre de 1978. Entre tanto, quedaba erigido un muro que separaba España de la anti España, los españoles vencedores de la cruzada de liberación, de los españoles vencidos del comunismo staliniano, que constituían la vanguardia de la conspiración judeo-masónico-bolchevique contra España. Porque, si bien los triunfadores eran españoles, su victoria la habían alcanzado derrotando a otros que distaban de ser senegaleses y que se honraban exhibiendo la misma nacionalidad española que sus vencedores.
Por todo ello y muchas cosas más, ahora que nos preparamos a reiterar con carácter anual el rito de la exhumación de Franco en una mímesis de la Semana Santa llevándolo de Cuelgamuros al cementerio de Mingo Rubio en el término municipal de El Pardo, ahora que el presidente del Gobierno ha decidido convocar cien actos conmemorativos de la recuperación de las libertades, aunque no las alcanzáramos en1975 al morir el 20 de noviembre el dictador sino el 6 de diciembre de 1978 al promulgarse la Constitución, ahora que después de haber derribado el muro que separaba las dos Españas estamos recorriendo el mismo camino en sentido contrario en busca del enfrentamiento, el odio y el encono, convendría declarar de lectura obligatoria el discurso de ingreso de Juan Francisco Fuentes Aragonés en la Real Academia de la Historia, leído el 24 de noviembre, titulado “Numancia errante: La idea de España en el exilio republicano”, antes de seguir la conversación. Veremos.
logowa4117
01/01/2025 10:10
Aguilar continua obsesionado con cambiar la historia para tratar de lavar su pasado y hacernos creer que con Franco en vida era un furibundo antifranquista. Como tantos otros. Y falsea los hechos. El ejército rojo si que existió por obra y gracia del PCE, al que se sumó el PSOE. Eso del Ejército de la república es un eufemismo ridículo. Y las brigadas internacionales, lejos de ser defensoras de la democracia, que en 1936 ya no existía, fueron instrumento de Stalin, su promotor. Muy demócrata él, como todo el mundo sabe. M.A. Aguilar falta a la verdad. Y me da la impresión de que lo sabe.
José Alejandro Vara
Ponga cada cual su idea.
cnasciturus
01/01/2025 11:58
Después de leer con mucho detenimiento a Gregorio Morán, que cita expresamente a Aguilar en más de una ocasión, estoy totalmente de acuerdo con el comentario que me precede. Es más, aunque Morán no lo diga [o yo no lo haya encontrado], creo que una gran parte del comportamiento del psicópata está basado en la inexistencia de una transición tal y como siguen empeñados en vendérnosla. Con una verdadera transición Pedro Sánchez jamás hubiera llegado a la Moncloa, sino haciendo las trampas que hace. La demostración permanente son las verdaderas encuestas que todavía no le han dado una mayoría.
kjlm10
01/01/2025 12:38
Mal empezamos. Qué es eso que Aguilar llama: "el residuo del ejército popular de la II República.". Eufemismos y retórica para engañar a los pocos avisados.