La niebla que hasta ahora envolvía las ayudas europeas con las que sueña el Gobierno de Pedro & Pablo para llevar adelante su proyecto ideológico se van disipando con los calores de este verano incipiente, dejando sobre el tapete una realidad más que incómoda para quienes aspiran a recibir duros a cuatro pesetas: que los llamados halcones del norte (Holanda, Suecia, Austria y Dinamarca) empiezan a afilar el colmillo de las condiciones que exigen para soltar la pasta de ese Fondo de Recuperación aprobado por la Comisión, y que el dinero que llegue a los alegres chicos del Club Med, con Italia y España a la cabeza, no va a ser nunca un regalo, no va a salir gratis, por mucho que se empeñe Sánchez y su claque mediática. El fracaso de la cumbre del viernes, nada con gaseosa, es un adelanto de la dura batalla que viene entre norte y sur, con Alemania como árbitro vitalmente interesado en seguir manteniendo con vida, incluso con respiración asistida, a esa Unión Europea convertida en su mejor mercado. La señora Merkel lo ha visto tan claro que ya advierte alarmada del riesgo de ruptura si los ricos y financieramente ortodoxos países del norte no practican la “solidaridad” con el sur.
El proyecto de Pedro & Pablo pende de ese hilo. Y todo lo que tenga que ocurrir en España en los próximos 18 meses, tanto en lo económico como en lo político, pasa por la solución de ese conflicto. También la continuidad de un Gobierno de coalición cuya suerte se va a jugar a corto plazo, probablemente en los seis que restan para completar este aciago 2020. En una España con el pulso más débil de su reciente historia, son cada día más las voces que apuntan a la necesidad de romper el nudo gordiano que nos mantiene cerca del abismo: la obligación moral de sacar a Pablo Iglesias y su Podemos del Gobierno. Para arreglar lo de España, por supuesto, pero también para dar salida a las aguas estancadas en Bruselas. Lo ha dicho el Partido Popular europeo (PPE) en Estrasburgo, al aludir a la necesidad de “evitar que el dinero se use para financiar proyectos ideológicos”, en clara referencia a Podemos y otros partidos de extrema izquierda de la Unión. Su contrapartida abría el domingo pasado la portada de La Razón, donde Mauricio Casals enviaba a Felipe González un misil en forma de recado recomendándole seguir callado so pena de que Pedro & Pablo le saquen a pasear el asunto de los GAL.
¿Cómo sacar a Pablo del Gobierno? La brecha abierta por la tímida intervención de Felipe promete ir agrandándose conforme vayan aflorando las contradicciones de un proyecto contra natura, cual es la alianza entre el viejo socialismo democrático del PSOE y el comunismo de Podemos. Por ejemplo, la decisión de Iglesias de apoyar el viernes en el Congreso la creación de esa comisión para investigar la implicación de González en la trama de los GAL. Que un presidente socialista consienta que su socio de Gobierno quiera poner contra las cuerdas, incluso penales, a otro ex presidente socialista debería ser piedra de escándalo bastante para que Sánchez mandara a su socio a escardar cebollinos rompiendo la coalición. En el Gobierno o en la oposición. En misa o repicando. Que Sánchez consienta viene a ratificar la identificación total existente entre ambos. Toman café los lunes, almuerzan los jueves y tiran de móvil varias veces al día. Difícil apreciar diferencias sustanciales hoy entre Podemos y el Partido Sanchista Obrero Español.
Algunos de los apoyos que la pareja ha tenido entre el mundo del gran dinero, capturados por el glamur de las nuevas religiones para idiotas de ambos sexos, han empezado, sin embargo, a bajarse del carro. El acuerdo alcanzado el 20 de mayo entre la coalición de Gobierno y EH Bildu para la derogación “íntegra” de la reforma laboral, luego torpedeado por la ministra Calviño, fue la piedra de escándalo que despertó de su sueño a banqueros y empresarios. Bombazo. Pedro había traspasado todas las líneas rojas y, además, lo había hecho sin avisar. La respuesta llegó en forma de editorial publicado en El País e inspirado por sus accionistas de referencia, Banco Santander y demás familia, a las 11 de la mañana del día siguiente: “La única manera en la que podría contener la hemorragia política provocada por el acuerdo en un contexto impropio y con un socio inadecuado es depurando responsabilidades. De no hacerlo con urgencia, será el propio presidente Sánchez el que se arriesgue a perder toda cobertura…” Más que un consejo, una orden. La “pérdida de cobertura” ha tardado apenas tres semanas en materializarse con la destitución de Sol Gallego-Díaz como directora del rotativo, y su sustitución por Javier Moreno, viejo conocido en esa plaza y hombre muy apreciado por Ana Botín.
El terremoto ha provocado alguna que otra réplica de menor intensidad, tal que el anuncio de “fusión” por absorción de un pequeño medio en Internet por otro grande, ambos de izquierda radical, con la intención de convertir la resultante, si tiempo y suerte acompañan, en el grupo editorial de referencia del Gobierno de coalición social comunista, con capacidad para sustituir a Prisa. Como argamasa del proyecto, José Miguel Contreras, ex consejero delegado de La Sexta, cofundador de Globomedia (su saneado patrimonio procede de la venta de su paquete en la productora), amigo personal de Zapatero y accionista de referencia de ambos medios, un tipo que siempre termina acudiendo al rescate de cualquier Gobierno socialista débil, antes ZP y ahora Sánchez. Ni Contreras ni Sánchez dan, con todo, por perdida la batalla de Prisa. La posibilidad de recuperar el poder perdido pasa por utilizar como trampolín al armenio Oughourlian (Amber Capital), vicepresidente y primer accionista de Prisa, uno de esos buitres financieros que denuncia Iglesias y que por uno de esos milagros que acontecen en la rúa se ha convertido en auténtico fan de Sánchez.
El pacto con Bildu como detonante
El pacto con Bildu, un error del que Sánchez se arrepentirá durante mucho tiempo, ha despertado también a una CEOE que esta semana se ha presentado en sociedad como la organización representativa de una clase empresarial madura y consciente de su responsabilidad en el momento más comprometido de nuestra reciente historia, con capacidad de decirle al Gobierno sin aspavientos lo que, en el marco de una economía de libre mercado y una democracia parlamentaria, un Ejecutivo puedo o no puede hacer so pena de colocarse en el lado oscuro de la libertad y el progreso. Las aguas comienzan a moverse, incluyo en los predios del viejo PSOE de Felipe González, hoy en las catacumbas, pero no muerto. En la sociedad civil también, como muestra el manifiesto (“Por un acuerdo de convivencia y de relanzamiento económico y social”) hecho público ayer por más de 60 entidades, reclamando el fin de la crispación y la vuelta al espíritu de consenso de la Transición.
Una convivencia que muchos temen pueda estar en riesgo a la vuelta del verano con la explosión del paro en la calle. El fin del estado de alarma va a permitirnos empezar a tomar dimensión del destrozo provocado por el parón de la economía. La ministra Calviño presumió el miércoles en el Congreso de que “más de un millón” de personas afectados por expedientes de regulación temporal (ERTE) han vuelto a su puesto de trabajo con el inicio de la “fase de recuperación”, pero se calló la voz pasiva del argumento: la constatación de que más de dos millones siguen en el dique seco de esas ayudas, situación que ya no se puede atribuir al confinamiento sino a la endeblez de la actividad, a una demanda que no se recupera y al hecho de que muchas empresas inviables que intentan camuflar su situación siguiendo en el dique seco de los ERTE. El Estado se ha gastado unos 21.400 millones durante las quince semanas que van del 14 de marzo al 30 de junio, y podría gastarse otros 9.000 millones más si aceptara alargar el esquema de los ERTE hasta el 30 de septiembre como reclaman patronal y sindicatos. Una auténtica sangría de dinero.
A Pedro le gusta más la compañía de Pablo que la de cualquiera de los ministros socialistas
“Si conseguimos que los ERTE desemboquen en empleo en su inmensa mayoría nos evitaremos un período de crispación social muy peligroso en otoño, con las secuelas populistas que son de temer con un Gobierno como este”, señala un presidente del Ibex. El futuro de Pedro & Pablo va a depender de la gestión de la crisis, una cuestión que nos remite de nuevo a las ayudas de Bruselas que el Ejecutivo espera como agua de mayo y a su condicionalidad, datos esenciales a la hora de plantear la redacción de un proyecto de PGE para 2021. “La probabilidad de que Sánchez logre sacar adelante unos Presupuestos es alta”, añade la fuente, “lo que le pondría en franquía la legislatura. No veo ahora posibilidad de desestabilizar su Gobierno para dar paso a una nueva fase política. Hay que ir pensando en 2022. Mientras tanto, no deja de ser interesante que ellos lleven al manija de esta crisis durante los próximos 18 meses, porque si del ajuste que viene tuviera que encargarse la derecha el país estaría en llamas”.
La alternativa es que un Gobierno de centro derecha liberal sensato podría utilizar el chorro de millones que se esperan de Europa en transformar de arriba abajo este país, modernizando su economía y adaptándola a las nuevas tecnologías digitales, sin necesidad de abandonar en el arroyo a los más débiles. Se trataría de aprovechar ese dinero para invertir en futuro, un objetivo imposible de imaginar en quienes no han creado nunca un empleo ni ha pagado una nómina de su bolsillo. “Yo sigo llamándole con paciencia franciscana, como me consta hacen otros colegas”, asegura una segunda fuente del Ibex, “para hacerle entrar en razón, pero Pedro, un contrincante formidable y con recursos, es un tipo profundamente receloso, con el que es imposible establecer una línea de confianza porque, como buen psicópata, no se entrega, no empatiza, no tiende puentes, siempre en guardia ante cualquier cosa que pueda sonar a presión, seguramente porque va muy escocido desde que en el otoño de 2016 sus propios compañeros del PSOE lo echaron de Ferraz”.
Desalojar a los comunistas del Gobierno va a resultar tarea ardua y no precisamente por Pablo, sino por Pedro, porque ambos son casi la misma cosa. Hay sintonía personal, les une el rencor a todo lo que suene a derecha y aspiran a hacer “algo histórico” con España, un país cuyas perspectivas de libertad son hoy ciertamente oscuras. A Pedro le gusta más la compañía de Pablo que la de cualquiera de los ministros socialistas. Con un consejo de ministros de 23 personas imposible de manejar, el poder absoluto está en manos de un Sánchez que lo comparte, apenas troceado, con su secretario general, Félix Bolaños, y con el inevitable Iván Redondo. Y, naturalmente, con Pablo. Todo se jugará en el cuadrilátero de la gestión de la gran crisis. En la forma de vadear un caudal salido de madre, tarea para la que van a necesitar mucha ayuda. Dinero gratis y en grandes cantidades. Decidirá Bruselas.