Desde hace semanas guardo el profundo deseo de escribir una carta al nuevo alcalde de Madrid. Y, al fin, José Luis Martínez-Almeida me ha concedido la ocasión perfecta. Se tenía reservado el alcalde un do de pecho y no se ha cortado ni un pelo al momento de proferirlo. Lo hizo en el programa Vuelta al cole, de Telemadrid. Nunca un grupo de niños resultó tan divertido ni un regidor tan estreñido.
La entrevista dejó numerosos titulares no sólo por el intento de adoctrinamiento de Almeida a los niños, que fue mayúsculo, entre otras cosas, por su estrepitoso fracaso -¿habéis visto las caras de los escolares?- sino por el momento silogismo, ese minuto de oro televisivo que debatía al regidor entre donar dinero a Notre Dame o al Amazonas. El combate de Hegel se quedó en ñoñerías al lado de ese pasapalabra de la moral.
Daniela, una de las niñas que componen el panel del programa -¿estarán acostumbrados los niños a estas cosas, no?-, le preguntó al dirigente del PP: “Si solo pudieras dar dinero a un sitio, ¿a dónde lo donarías, a la catedral de Notre Dame o a replantar el Amazonas?”. Almeida, por europeo, le espetó que Notre Dame. Que respirar, lo que se dice respirar, es una cosa muy del tercer mundo. ¿A que sí, señor Almeida? No le diga usted estas cosas a la generación Greta.
Lo desconcertante no fue la respuesta voluntariosa, mucho menos la sobreactuación paternalista del alcalde, sino el desconcierto del parvulario
No nos engañemos, si hubiese dicho el Amazonas también lo habrían puesto a caldo. Pero, al menos en este caso, lo desconcertante no fue la respuesta voluntariosa, mucho menos la sobreactuación paternalista del alcalde, sino el desconcierto del parvulario, que lo miró, boquiabierto, como a un hombre de Atapuerca. “Pero si es el pulmón del mundo”. Y eso que ni pixelados estaban.
Podría haber sido peor, señor alcalde. Al alegato a favor de Nuestra Señora de París le pudo haber agregado un padre nuestro o tedeum, hasta agua bendita les pudo echar a los niños, pero no fue así. Lo que ocurre, alcalde, es que a este paso lo apearán del cargo público y lo postularán al clero. ¡Si hasta apetecía llamarlo reverendo Almeida!
Hay algo acomplejado en el nuevo Gobierno madrileño, un síndrome que comparten, con algunas excepciones, tanto los naranjas como los populares. Es como si la sombra de Carmena los empujara al buenismo de figurante, un catecismo que no se creen ni siquiera los niños y que los retrata, casi tuertos, en el fotomatón de la cosa pública. Tenga cuidado, alcalde, que la generación Greta le puede dar más de un disgusto.