Opinión

Una defensa, con matices, de la nueva Selectividad

Demasiadas críticas sin fundamento y algunos aspectos que deberían corregirse. Análisis desapasionado y a fondo de la nueva prueba de la Selectividad

  • Un profesor reparte los exámenes de la Evaluación para el Acceso a la Universidad (EvAU) del pasado julio. -

Y en mitad del verano, la reforma educativa. El Gobierno filtró la semana pasada una propuesta para cambiar la Selectividad. No se trata de un cambio menor. Si la propuesta sale adelante, supondría posiblemente la mayor transformación de la educación española en más de cuatro décadas. La estrategia -modificar la enseñanza de arriba abajo, dirigiendo las actuaciones educativas mediante el diseño de la prueba de acceso a la universidad, y no desde el curriculum- es un movimiento inteligente y atrevido. Ante un cambio de tal magnitud unos han querido ver la tormenta definitiva y otros un claro en mitad de la tempestad. Personalmente, y siendo consciente de que aún hay poca información, de que la propuesta probablemente sufrirá modificaciones importantes y de que su ejecución será complicada, creo que puede ser una reforma útil y que el actual modelo era un desastre en muchísimos aspectos.

Sin duda hay varios puntos problemáticos en la propuesta, pero algunas de las críticas que se han podido leer desde que se conoció la noticia no tienen demasiado fundamento y son fruto de los automatismos con los que solemos abordar cualquier cuestión relacionada con la política. Comenzaré por estas críticas que considero precipitadas, y me referiré al final a los aspectos problemáticos del nuevo diseño.

Historia de la Filosofía e Historia de España quedarán diluidas en la nueva prueba de madurez 

No, al contrario. Diluidas, anquilosadas o incluso aniquiladas están precisamente en el modelo actual, en el que lo único que se le pide al alumno es que memorice y transcriba una serie de párrafos, fechas, autores o acontecimientos sin relacionar. Incluso el comentario crítico se puede preparar mediante modelos encontrados en internet o proporcionados por el profesor. Integrar conocimientos de diferentes disciplinas y recurrir a ellos para analizar una serie de textos e imágenes no es ni más ni menos que lo que espera de sus alumnos el profesor más exigente. Un alumno que relaciona correctamente a Spinoza con un texto sobre la libertad, a Darwin con un texto sobre la violencia o a Freud con una imagen de Auschwitz está demostrando la madurez que se espera de cualquier joven que termina Bachillerato. Un alumno que copia y olvida cuatro párrafos sobre Platón -y consigue una buena nota con ello- sólo está demostrando que el aprendizaje en nuestro sistema educativo es un espejismo, una sombra del aprendizaje real.

No habrá examen de Lengua, es el paso previo para eliminar la asignatura en Bachillerato y para mandar a los profesores al paro

En todo caso serán más necesarios que nunca. Y será más necesario que nunca que se dediquen a lo que es realmente esencial en una asignatura como Lengua Castellana: enseñar a leer con la calma necesaria, a analizar la información con el rigor preciso, a escribir con corrección y a entender la importancia del estilo. La prueba de madurez, en la que se evaluará la competencia lingüística del alumno, supondrá el 75% de la nota de Selectividad. El profesor que crea que la eliminación del examen específico de su asignatura implica necesariamente ser condenado a la irrelevancia no ha entendido la importancia de su disciplina; o peor aún, de la educación.  

Rebaja el nivel

De nuevo es justo lo contrario. Si realmente se trata de una prueba de madurez en la que los alumnos tienen que ser capaces de integrar conocimientos, relacionar ideas de diferentes campos y expresarse con claridad, precisión y riqueza, entonces la prueba aumentará considerablemente el nivel actual. Ahora mismo, por poner un ejemplo, un alumno podía sacar un 10 en Historia de la Filosofía sin entender por qué a Platón le preocupaba la naturaleza de las definiciones, sin entender las críticas de Aristóteles a la teoría de las ideas y desde luego sin entender la relación de ambos con los autores posteriores o con cuestiones tan elementales como el dualismo o la preocupación por los límites del conocimiento en la Edad Moderna.

Lo que se busca con la prueba de madurez es hacer aún más fácil aprobar la Selectividad

El porcentaje de alumnos que la han aprobado este curso en España es el 96%. Sólo en dos comunidades autónomas el porcentaje no llega al 93%. El dato más llamativo es sin duda el de La Rioja: suspendió menos del 1% de los alumnos presentados. Difícilmente podría diseñarse una prueba en la que fuera más fácil aprobar.

Es una barbaridad pedir a los alumnos que analicen textos, imágenes y gráficos y que escriban un comentario con lenguaje claro y preciso, no se practica nada de eso en clase

No lo practicará quien va a clase a leer tarjetas y a poner todos los años el mismo examen prefabricado, muchas veces obligado por el diseño de la prueba actual. Si la reforma se aprueba -y si realmente responde a las expectativas-, entonces no habrá excusa para no entrenar en clase esas habilidades. Será más difícil para el profesor, más exigente para el alumno y más incómodo a la hora de corregir, pero es lo único que tiene sentido si pretendemos que el alumno sea capaz de algo más que pintar mapas de colores, grabarse en vídeo o repetir como un loro fechas, personajes, ideas o acontecimientos que no ha procesado.

En unos años bastará con que sean capaces de responder cuánto es 2+2 

Bastará si los profesores de ESO y Bachillerato, que son los primeros que tendrán que evaluar a sus alumnos con pruebas similares, aceptan que la madurez se demuestra con preguntas como “Cuánto es 2+2”. Somos los profesores, no los ministros, quienes dedicamos cada año horas y horas a kahoots, merendolas, concursos de fotos y vídeos, raps filosóficos, murales y proyectos sin sentido. No nos hace falta que un Gobierno, un ministerio o una reforma educativa degrade la educación; ya lo hacemos nosotros.

Se podrá acceder a la universidad sin saber leer, los jóvenes serán cada vez más idiotas, sólo quieren borregos

Es sin duda la queja más repetida y la más desesperante. Quienes se han lanzado a decir que la reforma supondría “regalar el aprobado”, “eliminar la cultura del esfuerzo” o “convertir la prueba en una pinta y colorea” no habrían aprobado una prueba de madurez que hubiera consistido en analizar las claves de la reforma. Ni han leído, ni han reflexionado, ni han analizado nada. Como en el punto anterior, no hace falta que un Gobierno, un ministerio o una reforma nos degrade. Nuestra discusión pública se limita demasiadas veces a denunciar con automatismos y de manera superficial cualquier cuestión que pueda servir para dar caña al contrario.

Las críticas que hemos repasado hasta ahora son débiles o no están convenientemente fundamentadas, pero esto no quiere decir que en la propuesta de reforma no haya ningún aspecto cuestionable. Parece claro que será una oportunidad perdida y no corregirá algunas de las deficiencias más serias del modelo actual, y es evidente que el nuevo diseño presenta riesgos considerables. Veremos ahora qué es lo que podría ser y no será esta nueva Selectividad.

Una prueba inmune a la ideologización

La elección de los temas a analizar y especialmente las respuestas aceptadas como correctas en la prueba de madurez pueden dirigir a los alumnos a una visión del mundo concreta. “El machismo mata y los partidos que niegan la violencia de género, como se prueba en los documentos, son responsables de las cifras de asesinatos de mujeres”. “Las imágenes presentadas -terreno desertizado, polos derritiéndose- muestran que el cambio climático nos condenará a un futuro apocalíptico si no tomamos ahora mismo medidas radicales contra el crecimiento desaforado, el consumismo o los combustibles fósiles”. Una ministra de este Gobierno calificaba no hace mucho la participación de los niños españoles en la huelga climática como “una buena acción educativa”. Se ha convertido en algo habitual defender desde ministerios y editoriales un modelo de alumno ideal, el alumno-activista. El milenarismo angustioso de Greta Thunberg ha dado paso a una nueva estrella infantil, Francisco Vera. Mi mayor miedo como profesor es que los correctores de la prueba de madurez no esperen de los alumnos españoles nada más que la reproducción en serie de todos esos discursos vacíos, pedantes y afectados.

Una prueba para conseguir el título de Bachillerato

¿Y por qué sería interesante una prueba específica para titular si ya hay una prueba de admisión en la universidad? Entre otros motivos porque la nota media del expediente académico seguirá suponiendo el 60% de la nota final, y porque muchos centros hinchan considerablemente las notas de Bachillerato. Los centros que rebajan la dificultad seguirán regalando a sus alumnos una ventaja injusta frente a aquellos que estudian en centros más exigentes.

Una prueba única a nivel nacional

Las razones para establecer una única prueba para los alumnos de toda España son varias, pero hay una especialmente relevante: con las comunidades autónomas ocurre lo mismo que con los centros escolares. Unas son más exigentes, otras ponen exámenes más fáciles. Y es injusto que los alumnos que estudian en comunidades más exigentes se vean penalizados en un sistema de acceso de distrito único.

Una prueba que exija algo más que una reflexión superficial

Hasta aquí he empleado 1500 palabras para analizar una noticia que trataba sobre una reforma educativa. Algo parecido a lo que en principio planteará el ministerio de Educación en la prueba de madurez. Pero hay un detalle importante: si se hubiera tratado de una de las preguntas de la prueba, me habría excedido por más de 1350 palabras. Si se juntaran las tres preguntas en una sola, aún sobrarían más de 1000. Cuesta mucho imaginar cómo un alumno podrá demostrar su madurez en una pregunta sobre un tema complejo en la que como máximo podrá escribir 150 palabras; extensión muy apropiada, eso sí, si lo que se espera de los alumnos es que respondan a esas cuestiones acríticamente con las dos o tres ideas de moda proporcionadas por los libros de texto.

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