Sin poder imaginar que el volcán de La Palma se preparaba para asustarnos y sorprendernos, y de paso colocarnos en la posición de desventaja que tiene el hombre frente a la naturaleza, tuve este verano la oportunidad de leer el maravilloso libro de Daysi Dunn, Bajo la sombra del Vesubio. Vida de Plinio. Se trata de un libro de viajes, aventuras y conocimientos en los que la erupción más famosa del mundo se proyecta en nuestros días, y, sobra decirlo, en esta misma mañana de martes. Han pasado dos mil años y la ciencia, que no puede evitar el devenir de la Naturaleza, al menos nos ayuda en la prevención.
El libro, bien podrían regalárselo a la ministra Reyes Maroto, que seguro que leer le hará si no más inteligente al menos más contenida y oportuna. Supongo que sabrá que la lectura es el mejor antídoto para no decir estupideces, y menos para calificar la erupción de reclamo y espectáculo maravilloso para el turismo. ¡Pero en manos de quien estamos! Decía Tolstoi que debe valorarse la opinión de los estúpidos porque están en mayoría. Eso, y no otra cosa puede tranquilizar a la señora ministra de Turismo.
Cuando el Vesubio despertó, Plinio el Viejo, que veía desde la bahía de Nápoles la erupción, contempló una nube que él comparó con un pino piñonero, pues se alzaba sobre una especie de tronco alargado y se extendía en forma de rama. Entonces, sin dudarlo y guiado sólo por la curiosidad de saber y no la de preservar su vida, tomó un barco para acercarse al volcán porque necesitaba verlo para poder escribir después lo visto en su gran obra Historia Natural. Plinio era ya un hombre rico y respetado, con la vida resuelta, pero con un alma propia del mejor reportero, y se acercó tanto que los gases de sulfuro de hidrógeno terminaron con su vida. Las cenizas volcánicas, que Plinio comparó con la nieve, acabaron con él y con miles de ciudadanos que murieron por asfixia.
Las fuentes más precisas hablan de una cifra de fallecidos entre 3.000 y 18.000 personas a causa de lo que luego se llamo nube pliniana y los posteriores flujos piroclásticos. Un tiempo aquel en el que nadie sabía de la existencia de placas tectónicas. Poco tiempo después, Plinio el Joven, sobrino y verdadero albacea del primer Plinio, escribió esto que les traigo a continuación,
Se oían los gemidos de las mujeres, el llanto de los niños, los gritos de los hombres. Unos llamaban a sus padres; otros a sus hijos y otros a sus compañeros intentando hacer oír su voz. Unos lloraban por su propio destino; otros por los de sus parientes. Los había que elevaban plegarias a la muerte por miedo a morir. Muchos alzaban sus manos hacía los dioses y la mayoría llegaba a la conclusión de que no había dioses en ninguna parte y que aquella noche duraría para siempre en el universo.
La Naturaleza no es neutra
Sí, para aquellos hombres había llegado la hora de lo que los estoicos llamaron el ecpírosis, la destrucción periódica del mundo a causa de una gran conflagración. No sabe uno qué pensar cuando tras leer este texto repasa los titulares de estos días. Tan parecidos y evocadores de lo sucedido hace 1942 años exactamente. Los de esta semana eran de este jaez: La lava y el humo se hacen con la isla. Puede soltar lava durante días y arrasar fincas. La lava avanza hacia la costa y arrasa casas y propiedades. Canarias en Vilo, unos o dos mese de erupción. En unas horas el volcán llegará al mar.
Por suerte, y pese a la gravedad de las noticias, lo que está pasando ahora en La Palma está controlado y la evacuación de miles de personas se organiza con normalidad. España es un país moderno que está capacitado para afrontar situaciones extremas. Y, además, nuestros dirigentes saben, desde las famosas plastilinas del Prestigie que Rajoy hiciera famosas, que hay que estar allí donde están obligados a estar. Y eso Pedro Sánchez lo ha hecho bien. Para un país que se fustiga permanentemente es digno destacar que se hace difícil encontrar alguna queja, alguna crítica sobre cómo han actuado las diferentes autoridades.
La situación es distinta a lo que vivieron Pompeya y Herculano en el año 79. Sabemos más, podemos controlar algunas cosas, los vulcanólogos nos ayudan y podemos conocer con tiempo lo que va a suceder. Y sin embargo la Naturaleza es la misma. No es neutral. No es como dicen caprichosa. Marca sus leyes, a veces violentas y siempre al margen de nuestros intereses. Tiene los suyos. Reclama su espacio. Y nuestra obligación es escucharla. Y después, entenderla.
El derrape de la ministra
El volcán de La Palma echará de sus casas a más de 10.000 personas y ya ha expulsado más de 20.000 toneladas de dióxido de azufre. La lava avanza a una velocidad de 700 metros a la hora al tiempo que arrasa viviendas y cultivos. Y seguirá haciéndolo mientras que la ministra de Turismo, Reyes Maroto, aboga porque el espectáculo maravilloso del volcán sirva como reclamo turístico. Quiere creer uno que entre las muchas preguntas que Plinio se haría si estuviera entre nosotros una sería sobre qué es preciso, qué se necesita para ser ministro o ministra en España. Se hubiera muerto sin saberlo. Fijo. La ministra, que de haber ganado Ángel Gabilondo en Madrid sería hoy vicepresidenta, sigue en el Gobierno. Avergüenza a los ciudadanos, escandaliza a los canarios. ¿Qué pensaría Sánchez al leer semejante estupidez?
Nota final
He escrito estas notas escuchando la radio, o las radios, como es mi costumbre. En realidad pico en todas, y es difícil que esté quince minutos seguidos en la misma parte del dial. Y vamos aprendiendo. Creo que es la primera vez que con rotundidad -y naturalidad- los expertos, científicos, y testigos de la erupción han dejado en silencio a los tertulianos. Esa es la mejor radio, cuando cada uno habla de lo que sabe. Y conoce.
Al terminar de escribir estas notas me he preguntado por lo qué hubiera escrito hoy si no hubiera entrado en erupción el volcán de La Palma, que algunos llaman Cumbre Vieja. ¿Lo imaginan? Seguro que sí. Espero que se me entienda bien, pero es un alivio olvidarse por un momento de la mesa de diálogo o los homenajes que algunos en el País Vasco les hacen a asesinos como Parot.
Sí, claro, también siente uno su particular erupción recordando que con los votos de partidos que apoyan estos aquelarres el actual gobierno va sumado semanas y meses. Esa ignominia que ni siquiera el volcán de La Palma nos permite olvidar.