La tragedia de Zaldibar puso contra las cuerdas al Gobierno vasco a mediados de febrero. Una crisis de credibilidad y de gestión que alcanzó y afectó de lleno al propio lehendakari, Íñigo Urkullu. La oposición en bloque, con Bildu y PP en paradójica alianza de intereses, arremetía una y otra vez contra un jefe del Ejecutivo autonómico que cometió varios errores de bulto porque justo entonces andaba en la tesitura de convocar elecciones autonómicas para el 5 de abril.
Todo indicaba que dicha cita electoral estaría condicionada en gran medida por lo ocurrido en el vertedero vizcaíno, donde bajo 700.000 toneladas de basura quedaron sepultados (y todavía siguen allí) los cuerpos de Joaquín Beltrán (51 años) y Alberto Sololuce (62). Las familias de ambos trabajadores no perdonan los errores de gestión previos al accidente y los fallos en las labores de búsqueda. El propio Urkullu se vio obligado a admitir algunos errores en una tensa comparecencia en el Parlamento vasco.
Era evidente que el caso estaba erosionando sobremanera al PNV en su conjunto y a Urkullu en particular. El Gobierno vasco hizo todo lo posible por multiplicar esfuerzos para encontrar los cadáveres de los dos operarios. Pero entonces llegó la pandemia del coronavirus que tanto cambió las cosas. Los trabajos de búsqueda de Joaquín y Alberto llegaron a interrumpirse. El caso desapareció de la actualidad y hoy, cinco meses después del derrumbe, apenas está marcando la campaña electoral.
¿Influirá en los resultados?
Son evidentes los esfuerzos de la oposición por denunciar la mala gestión del vertedero de Zaldibar, tanto previa como posterior al accidente. Casi todos los partidos están realizando actos electorales junto al lugar de la tragedia. ¿Influirá este caso en el resultado de las elecciones? Todo hace indicar que no demasiado, porque los sondeos coinciden en señalar un crecimiento del PNV en toda la comunidad, incluido su principal feudo, que es precisamente Vizcaya.
Más allá de lo electoral, el dolor derivado de lo ocurrido no se ha apagado. La rabia y la indignación que se palpaban poco después del accidente siguen vivas. O incluso son mayores. En un paseo por los pueblos más cercanos al basurero cualquiera puede comprobar rápidamente que nadie ha olvidado lo acontecido. Algunas pintadas, no pocos carteles y numerosas protestas atestiguan que la tragedia sigue vigente.
Dolor, búsqueda y responsabilidades
Ni las familias de Joaquín y Alberto, ni los trabajadores del vertedero que vivieron el suceso en primera persona, ni el resto de vecinos de la localidad pueden olvidar. Es imposible que eso ocurra. Cuestión distinta es, como se ha dicho ya, que esto vaya a influir en unos comicios enrarecidos y obviamente condicionados por una pandemia que se llevó todo por delante.
Lo que también continúa es la compleja operación para localizar los dos cadáveres. "Es una búsqueda casi imposible", sentencia uno de los operarios en la misma en conversación este diario. Ataviados con trajes que ahora se han hecho célebres por el virus, los operarios trabajan a destajo sabiendo que lo más probable es que los cuerpos nunca se encuentren. Numerosos agentes de la Ertzaintza velan por la seguridad de la zona.
Sí se está agotando la esperanza. Muchos tienen en la cabeza que no será posible completar la tarea. Saben que lo más probable es que los cuerpos nunca aparezcan. Tienen en la memoria que en 1996 se produjo un derrumbe parecido en el vertedero de Bens (Galicia); allí quedó sepultado Joaquín Serantes (58 años), cuyo cuerpo nunca se encontró.
Y tampoco ha terminado, ni mucho menos, la batalla por las responsabilidades en la tragedia. Los contendientes son el propio Gobierno de Urkullu y Verter Recycling, la empresa propietaria del vertedero derrumbado. Diferentes portavoces gubernamentales y peneuvistas responsabilizan a la compañía de los errores en cadena del accidente que segó las vidas de Joaquín y Alberto.
En unos días, el 12-J, se verá si la tragedia de Zaldibar influye en los resultados electorales, en especial de los pueblos de la zona, pero lo que está claro es que el tema, al menos por ahora, no está marcando la campaña.