Durante años las sustancias psicodélicas, que alteran la percepción de la mente, estuvieron asociadas a movimientos contraculturales y estigmatizadas como drogas recreativas peligrosas. Sin embargo, hoy están resurgiendo como posibles aliados en la lucha contra algunos trastornos mentales. ¿Qué tienen de especial y por qué ahora están en boca de científicos y terapeutas de todo el mundo?
La historia moderna de los psicodélicos comenzó en 1943, cuando Albert Hofmann, químico suizo, fue expuesto accidentalmente a la LSD (dietilamida de ácido lisérgico). De camino a casa, montado en su bicicleta, experimentó un viaje psicodélico de colores y sensaciones que nunca olvidaría.
Aunque al principio se usó como apoyo en terapias psicoanalíticas, las preocupaciones sobre su seguridad llevaron a su prohibición en 1970. Durante décadas las restricciones legales y el estigma frenaron la investigación, pero el interés por estas sustancias nunca se extinguió.
Un renacimiento científico entre promesas y desafíos
Tras años de prohibición, la investigación sobre los psicodélicos ha resurgido en las últimas dos décadas, lo que ha reavivado el debate sobre su legalización y regulación.
Varias instituciones están llevando a cabo estudios para investigar el potencial terapéutico de sustancias como la psilocibina (presente en hongos alucinógenos), la 5-MeO-DMT (componente psicoactivo de las secreciones de la glándula parótida del sapo del desierto de Sonora), la LSD y el éxtasis (MDMA). Los resultados han sido prometedores para una variedad de trastornos mentales.
¿Qué críticas han recibido estos estudios? La dificultad de mantener un diseño doble ciego completo, en el que se basan los ensayos clínicos, consistente en que ni el médico ni el paciente saben si están en el grupo que recibe el fármaco o el placebo. Esto es debido a que los efectos intensos de los psicodélicos podrían permitir a los participantes y a los investigadores identificar el tratamiento recibido.
Para abordar este problema se han propuesto diversas estrategias, como el uso de placebos activos (por ejemplo, niacina), que producen efectos fisiológicos visibles, o el reclutamiento de candidatos sin experiencia previa en psicodélicos. También se sugiere usar diferentes dosis de la misma sustancia para estudiar la relación entre dosis y respuesta, o proporcionar información parcial a los participantes sobre el estudio.
¿Es necesario ‘viajar’ para sanar?
Es importante señalar que aún no está claro si la presencia de alucinaciones es un requisito indispensable para los efectos terapéuticos.
Esto abre la puerta a investigar sustancias o métodos que puedan inducir cambios beneficiosos sin necesidad de una experiencia mística. Además, una vivencia psicodélica intensa no siempre se correlaciona con mejores resultados clínicos, lo que sugiere que los mecanismos terapéuticos podrían ser más complejos y no exclusivamente dependientes de la magnitud de los efectos subjetivos.
¿En qué enfermedades podrían ser útiles?
La depresión es uno de los trastornos mentales más comunes y debilitantes en el primer mundo. A pesar de la eficacia de los antidepresivos convencionales, muchas personas no responden y un porcentaje significativo desarrolla depresión resistente al tratamiento.
Ante esta limitación, los psicodélicos están emergiendo como una alternativa terapéutica prometedora. Las investigaciones han demostrado que una sola dosis puede aliviar los síntomas de depresión y ansiedad, con efectos que pueden durar semanas o incluso meses.
En España ya está disponible una opción innovadora para tratar la depresión resistente: la esketamina. Este derivado de la ketamina se administra en forma de aerosol nasal, actúa rápidamente y ofrece una alternativa a los antidepresivos tradicionales. Aunque su clasificación como psicodélico es aún debatida, su incorporación al arsenal terapéutico refleja el interés creciente por alternativas para casos graves de depresión.
La psilocibina ha emergido como una opción terapéutica en el tratamiento de trastornos psiquiátricos, especialmente la depresión resistente a tratamiento. Estudios clínicos han demostrado que puede ser más eficaz que medicamentos tradicionales como el escitalopram, probablemente por su capacidad para promover la neuroplasticidad (la habilidad del cerebro para adaptarse y crear nuevas conexiones).
En cuanto a su regulación, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de Estados Unidos la clasificó como terapia innovadora en 2018 para la depresión resistente a tratamiento. En 2023 su uso fue aprobado para tratar esta patología en Australia.
En España el interés también crece: el Hospital Sant Joan de Déu en Barcelona está liderando ensayos para evaluar su eficacia y seguridad en la depresión resistente. También investiga otras sustancias psicodélicas, como la 5-MeO-DMT, con efectos similares.
Los psicodélicos también están mostrando resultados prometedores en el tratamiento de otras condiciones, como el trastorno de estrés postraumático, las adicciones e incluso enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer. Actualmente se están llevando a cabo estudios clínicos con sustancias como la psilocibina, la MDMA y la ibogaína, entre otras, para evaluar su potencial terapéutico en estas áreas.
Resultados prometedores que exigen cautela
A pesar de los resultados prometedores, el uso terapéutico de psicodélicos plantea importantes consideraciones éticas y de seguridad. Es crucial que estos tratamientos se administren en entornos clínicos controlados por profesionales capacitados para minimizar los riesgos de efectos adversos y maximizar los beneficios terapéuticos.
Además, se necesita más investigación para comprender completamente los mecanismos subyacentes de acción de los psicodélicos y su potencial a largo plazo.
Los psicodélicos están transformando nuestra comprensión de la mente humana y abriendo nuevas vías para tratar trastornos mentales complejos. Desde su estigma como drogas peligrosas hasta su posición actual como herramientas terapéuticas prometedoras han recorrido un camino fascinante. ¿Estamos listos para abrazar su potencial y cambiar para siempre la forma en que tratamos la salud mental?
Núria Nadal Gratacós, Assistant professor. Grupo de Investigación: Neuropsicofarmacologia dels derivats amfetamínics i altres noves substàncies psicoactives, Universitat de Barcelona; David Pubill Sánchez, Catedrático de Farmacología, Universitat de Barcelona y Raúl López Arnau, Profesor Agregado en Farmacología, Universitat de Barcelona.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.