¿Eran suficientes dos médicos? ¿Tenían los medios técnicos necesarios? ¿Se pudo hacer algo más por las jóvenes fallecidas? La atención médica durante la tragedia del Madrid Arena centró la última comparecencia de ayer de la comisión de investigación del Ayuntamiento de Madrid. En el centro del foco, el médico Simón Viñals, un viejo conocido del consistorio que fue concejal en la época de José María Álvarez del Manzano en la alcaldía y el creador, según presumió, del servicio de urgencias SAMUR. Sin embargo, su intervención estuvo plagada de lagunas, contradicciones y, sobre todo, de autojustificaciones a su polémica actuación aquella madrugada. "El equipo era adecuado para lo que en principio se preveía por la experiencia que teníamos de otras fiestas similares. ¿Fue suficiente? Visto lo visto, habría que haber llevado a la división acorazada, a la Brunete", se parapetó ante el bombardeo de preguntas de PSOE y UPyD.
"Si me hubieran dicho que iban a acudir 12.000, 14.000 personas, pues habría enviado cuatro médicos"
Durante poco más de hora y media, Viñals defendió su actuación aquella noche y negó la existencia de ninguna irregularidad en su contratación, incluida la presencia de uno de sus hijos, Carlos, funcionario en ejercicio. Sobre lo primero, aseguró que Diviertt, la empresa organizadora, le encargó montar el dispositivo médico "como profesional liberal colegiado" y no como empresa, y que le dijeron que acudirían unas 7.000 personas, en su mayoría gente joven. Su confianza con el promotor, Miguel Ángel Flores, al que conocía de la época en que era jefe de la enfermería de la Plaza de toros de Vistalegre, donde Diviertt organizaba también conciertos, le llevó a hacerse cargo del botiquín sin firmar un contrato: "Todo fue verbal".
Viñals defendió la presencia de su hijo --al que el Ayuntamiento ha abierto una investigación interna para saber si cayó en alguna incompatibilidad al ejercer de medico aquella noche-- porque los tres doctores con los que solía trabajar no podían acudir: "Dos estaban de puente y a otro se le había puesto su mujer de parto a las tres de esa tarde. Así que pedí el favor a mi hijo. Ni él me cobra a mí ni yo a él cuando nos pedimos un favor", añadió intentando evitar una futura sanción administrativa a su hijo.
Ni dos ni 16: un desfibrilador
Sobre los medios materiales y técnicos con los que contaba la enfermería, insistió que tuvo todo lo "absolutamente necesario" para un evento de esas características, incluido un desfibrilador --"no conozco ningún recinto que disponga de dos ni dieciséis"--, dos enfermeros y otras tantas ambulancias con un par de técnicos cada una. Estos últimos eran de una empresa, Asistencia Santiaria Privada, con la que solía trabajar y que, por ello, le hicieron un rebaja del 10% en el importe de la factura, recalcó. "Era más que suficiente, a menos que cayera un misil en medio de la pista. Si me hubieran dicho que iban a acudir 12.000, 14.000 personas, pues habría enviado cuatro médicos, cuatro ambulancias, cuatro de todo", se defendió.
Viñals reconoció que antes de la avalancha la enfermería estuvo desbordada por casos de intoxicación etílica
Durante las horas previas a la avalancha que terminó costando la vida a las cuatro jóvenes, Viñals aseguró que tuvo que atender numerosas intoxicaciones etílicas de carácter leve, "pero no más de las habituales". No obstante, reconoció que en algunos momentos la enfermería no daba abasto, y que a algunos de los jóvenes los tenía sentar porque las tres camillas con las que contaba ya estaban ocupadas por otros chicos en idéntica situación. "Calculo que fueron entre 15 o 20", aseguró antes de destacar que él sólo se ocupó de los casos que ocurrían dentro del recinto, y que los del exterior, donde suponía que se estaba haciendo botellón "hasta la Plaza de España", era competencia del SAMUR.
Fue precisamente con la versión que ha incorporado al informe oficial este servicio de urgencias con el que el testimonio de ayer de Viñals presentó más discrepancias. De hecho, él negó haber abandonado en ningún momento la enfermería del Madrid Arena hasta que el último espectador salió el recinto, sobre las 6 de la mañana. “Si alguien me vio en la puerta sería en la de la enfermería” recalcó en un intento de desmontar la versión del SAMUR que le situaba fuera de la misma en los momentos claves de la trageia, lo que le ponía en entredicho su labor aquella noche.
Sobre la atención que prestó a las víctimas mortales, insistió que les hicieron las maniobras de reanimación "correctas", pero que cuando llegaron a sus manos tres de ellas --recordó que dos nos pasaron por la enfermería--, llevaban ya demasiado tiempo en parada cardiorespiratoria y era imposible revivirlas. "A los ocho minutos, las posibilidades son cero. No sé cuánto tiempo llevaban atrapadas y aplastadas estas pobres chicas".