El Gobierno y sus terminales mediáticas han tocado a arrebato contra las declaraciones realizadas por el CEO de Repsol, Josu Jon Imaz en la presentación de resultados de la compañía. El motivo de escándalo es el haber

Repsol estudia tres medidas de urgencia para evitar la degradación a bono basura. La primera que está sobre la mesa, la posible suspensión del dividendo o recortarlo un 50%, lo que llevaría a su accionista Sacyr camino del abismo porque necesita esta retribución para cubrir el servicio de la deuda del préstamo con el que compró su 8,7%. También baraja acelerar una emisión de bonos de 3.000 millones de euros o vender una parte de su 30% en Gas Natural.

El ya ex director general de Pemex, Emilio Lozoya, amigo íntimo de Peña Nieto, ha caído fulminantemente. El joven y agresivo ejecutivo, que estuvo a punto de echar a Antonio Brufau de la presidencia de Repsol, no ha sido capaz de darle la vuelta a las cuentas de la compañía, arrastrado por un petróleo por los suelos y por el deterioro político de su cuate, el presidente de México.