Ah, las reinas del grito. Con el terror simio de Fray Wray y el grito primigenio de Janet Leigh en la ducha del Motel Bates se dio inicio a una sonora y sangrienta tradición, la de las víctimas aterrorizadas ante el asesino deforme de turno que, incapaces de defenderse, lo que hacen es gritar. Gritar mucho. Pero no se asusten (o sí), que aquí no hay misoginia alguna: pese a su habitualmente estilizada figura y su apariencia vulnerable -quizá por influencia de la corajuda teniente Ripley- han acabado mutando en las mucho más proactivas ‘final girl’, que tal y como se las denomina al otro lado del charco, adoptan la molesta costumbre de pelear por su vida. Las ‘final girl’ pueden gritar, y de hecho lo hacen, pero ellas valen mucho más que eso, y por eso las queremos.