Amigos organizando una despedida de solteros, padres de escolares que se van de excursión, compañeros que organizan su cena de empresa, comunidades de vecinos ante una derrama: cualquiera de ellos es carne de cañón para terminar en uno de los temidos “grupos de WhatsApp”. Nadie con teléfono móvil está a salvo en estos días. Que ya es mucha gente.
WhatsApp ya es denominación genérica por ser el más conocido, pero la problemática -y la sensación de secuestro- es la misma en caso de Telegram, Facebook, DMs en grupo en Twitter, Slack u otras apps. Todos ponen cada vez más fácil a sus usuarios más entusiastas y supersociables el crear grupos para difundir información personal como datos de contacto, fotos y vídeos, además de otros datos colaterales como la de quiénes son nuestros amigos y conocidos.
Mientras más numeroso el grupo, más se multiplican las posibilidades de interrupción hasta llegar a tener una verdadera programación 24 horas de vidas sociales paralelas
Sólo por haber dado tu teléfono a alguien ya le otorgas el poder técnico de agregarte en grupos a su antojo, vulnerar tu privacidad y probablemente también tu tranquilidad en tiempo real. Mientras más numeroso el grupo, más se multiplican las posibilidades de interrupción hasta llegar a tener una verdadera programación 24 horas de vidas sociales paralelas. Gente que en la vida real es adorable, allí no te perdonará haberte perdido un vídeo de un cuidador de cobras en Bangladesh enviado durante la madrugada.
El restaurante indiscreto
No es de extrañar entonces que la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) reciba unas 43 denuncias anuales relacionadas con grupos de WhatsApp y similares. Hasta pocas parecen.
El caso comienza con la reserva de una cena navideña, tras la que el restaurante se decide crear un grupo de WhatsApp con los comensales. Primera infracción
En una de sus últimas resoluciones, la agencia encuentra varias infracciones en torno al uso de un grupo de WhatsApp por parte de un restaurante. El caso comienza con la reserva de una cena navideña, tras la que el restaurante se decide crear un grupo de WhatsApp con los comensales. Primera infracción. Uno de ellos salió del grupo, pero fue incluido nuevamente por el administrador, que le dijo que si sale del grupo anularán la reserva. Además de eso, luego allí mismo se publicó una lista de los asistentes a la cena con nombres y apellidos, las mesas donde se sentarían y cuántas personas le acompañarían, lo que provocó finalmente la denuncia de uno de los comensales a la Agencia de Protección de Datos.
Un mismo hecho ocasiona dos infracciones, lo que se denomina concurso medial: la comisión de una implica la comisión de la otra. La primera, el tratamiento de datos de carácter personal sin recabar el consentimiento de las personas afectadas, por la creación del grupo y la posterior publicación de la lista. La segunda es la revelación de los datos personales, infringiendo el deber de secreto que tenía el restaurante como responsable del tratamiento. Poca broma: la ley prevé sanciones que van desde los 900 a los 600.000 euros.
En este caso, final feliz: la agencia ha tenido en cuenta circunstancias especiales y ha decidido no abrir procedimiento sancionador. En su lugar, apercibe al infractor y requiere que no vuelva a crear grupos de WhatsApp de comensales, salvo que cuente con su consentimiento. Ya le vale.
Grupos maleducados en la escuela
El uso extendido de estas tecnologías probablemente hará que cada vez más veamos denuncias de casos como este, y lo curioso es que ocurran donde se supone que debemos dar ejemplo. Una parte de las denuncias que recoge la AEPD están relacionadas con el entorno educativo, y en particular con la difusión de datos personales por parte de padres y profesores a través de servicios de mensajería instantánea.
Parece que crear un grupo es mucho más fácil que gestionarlo y evitar molestar al resto
Los grupos de padres en WhatsApp existen en prácticamente todas las clases de Infantil y de Primaria, según Jesús Niño, psicólogo y defensor del profesor en Castilla y León, en un reportaje publicado en Vozpópuli, donde se habla de la alevosía en el comportamiento de ciertos padres en esos entornos. Parece que crear un grupo es mucho más fácil que gestionarlo y evitar molestar al resto.
Para prevenir algunos de esos malos usos, al menos los relacionados con la privacidad, la AEPD ha elaborado una Guía de protección de datos en centros educativos (PDF) en la que se responde a más de 80 consultas, varias de las cuales se refieren a la mensajería instantánea.
Una cuestión de respeto
El éxito de la plataformas de mensajería se debe a que son excelentes herramientas para hablar en grupos en una época en que ya no tenemos plaza del pueblo, sin tener que abrir esa comunicación a desconocidos. Pero aún así podemos perder el control de lo que publicamos allí, al difundir tanto información personal como de otros, y conviene que no olvidemos esto.
El restaurante no tuvo que pagar la multa, pero eso no indica nada: cada caso es abordado por la AEPD en función de diversas circunstancias como el carácter continuado de la infracción, el grado de intencionalidad, la vinculación de la actividad del infractor con el tratamiento de los datos, entre otros que se mencionan en el artículo 45 de la LOPD (PDF).
Lo mejor será tratar los datos de otros como queremos que nos traten a nosotros, y cuidar la confianza de quien te da su número de teléfono, aun a costa de saber que puedes meterlo en un grupo. Al final, las dos herramientas más recomendadas por la AEPD son gratuitas y también probablemente las más escasas: reflexión y sentido común. Amén.