Nadia Calviño, vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, comparecía para ser entrevistada por Carlos Alsina en el programa Más de uno de Onda Cero. Lo hacía el lunes desde Londres, donde estaba participando en un roadshow con el objetivo de atraer hacia España a los benditos inversores internacionales, que tanto queremos unas veces, atendiendo a que constituyen un buen síntoma anunciador de los atractivos que ofrece nuestro discutido país, es decir, de que confirman el reconocimiento de que somos business friendly, aunque de modo súbito reciban todos los denuestos del Gobierno si viniera al hilo calentar el enfrentamiento de los desfavorecidos, de los parados, y de los jóvenes sin vivienda, de un lado, con los megarricos y los fondos buitres inmisericordes que se valen de los municipales para desalojar a los okupas que se brindan a escenificar los desahucios desafiando a los municipales .
Para cualquier periodista que se respete a sí mismo resultaba obligada la pregunta sobre el criterio actual de la vicepresidenta primera a propósito de la amnistía
Era el lunes día 11, víspera del Pleno del Congreso de los Diputados en cuyo orden del día figuraba el debate de totalidad para la toma en consideración de la Proposición de Ley del Grupo Parlamentario Socialista referente a la amnistía de la que colgaba para completar el título que su finalidad era “la normalización institucional, política y social en Cataluña”. Llegados aquí, se impone reconocer que para cualquier periodista que se respete a sí mismo resultaba obligada la pregunta sobre el criterio actual de la vicepresidenta primera a propósito de la amnistía, más aún habida cuenta de que cabía contrastar su adhesión, sobrevenida en aras de coincidir con Pedro Sánchez, con el rechazo que le generaba a ella esa medida de gracia, antes de las elecciones del 23-J, entendida como tributo de adhesión inquebrantable, brindado también a Pedro Sánchez. La explicación es que no se trata de argumentos cuando lo que está en juego es la fe.
Lo que prima en el manual de un líder moderno es obtener la lealtad a su persona mientras que entre los seguidores de un credo pueden aparecer con más facilidad divisiones. Pero, como alerta Gutmaro Gómez Bravo, en el mismo momento en que el miedo y sus efectos de sumisión desaparecen la ficción del amor popular se desmorona. Y tenemos también comprobado que los líderes autoritarios solo perduran si conjugan a la perfección el culto a la personalidad y el terror. Como sostenía el gran Arturo Soria y Espinosa, por ejemplo, Franco se sostenía merced al prestigio del terror. De ahí que empezara en el mando de la segunda Bandera de la Legión fusilando a un legionario y que todavía enviara el sábado 27 de septiembre de 1975 a cinco al paredón, tan solo dos meses antes de su muerte Tres en el campo de tiro del Palancar en Torrelodones y otros dos en Barcelona.
Fue en su respuesta donde Nadia Calviño quiso distinguir entre lo que le pedía el cuerpo y otras cuestiones que no apetecen. A ella, desde luego, lo que ha dejado muy en claro es que le apetece la Presidencia del Banco Europeo de Inversiones posición por la que ha batallado en buena ley. Se comprende su inapetencia para otros menesteres más domésticos. Atentos